Terol, el campeón liberado
El de Alcoy, segundo en Cheste tras ver caer a Zarco en la tercera vuelta, logra el título de 125cc
Se adivina una sonrisa bajo el casco. Nico Terol respira tranquilo. Acaba de tomar una curva y ha visto una moto por los suelos, en la grava, y un piloto lamentándose. Es Johann Zarco, su perseguidor en la tabla, ese que ha ido toda la temporada tras él, ése que ha tratado de ganarle con tantas artimañas como se le pasaban por la cabeza, desesperado por alcanzar la victoria. El francés tenía una misión: ganar su segunda carrera del año, pues solo así pondría en peligro el título del de Alcoy. Este tenía otra misión: finalizar, al menos, entre los 11 primeros clasificados.
Parecía poca cosa, pero al chico, desconocido en los últimos días, se le había hecho una montaña. Solo pudo clasificarse el noveno el sábado. Y perdió alguna posición en la salida. Hasta que, de repente, antes de que quisiera darse cuenta de que lo que tenía entre manos era algo muy grande, se encontró con su rival por tierra. Solo era la tercera vuelta, Zarco abandonaba y Terol se convertía en campeón. A su paso por meta su equipo, a quienes les había pedido que no quería saber nada, absolutamente nada, de lo que le francés hiciera aquel día, le mostró una pizarra: 5 KO. Es decir, Zarco ha caído, ya no está, solo quedas tú, y tú serás el campeón, disfruta de la carrera, Nico. Y eso hizo.
Solo entonces empezó a verse al mejor Terol, al que ha dominado la categoría todo el año, salvo cuando se percató de lo que estaba a punto de conseguir. Asomarse al abismo de la gloria le causó vértigo. Pero liberado de aquel peso, corrió como sabe. Empezó a remontar posiciones y alcanzó la cabeza. Lideró la prueba algunas vueltas, firmó adelantamientos preciosos a su compañero Faubel y al novato Maverick Viñales, y al final, se conformó con subirse al podio junto a estos dos, como segundo clasificado, en un podio completamente español, con el mejor novato del año en primera posición. Lo había logrado y no cabía en sí de gozo.
Los nervios atenazaban cada uno de sus músculos, andaba rígido sobre su moto desde aquel fin de semana en que unas gotas de lluvia revolucionaron la parrilla: estaba en Phillip Island y aquella era su primera opción de convertirse en el nuevo campeón del mundo de 125cc. Falló. Como lo haría también una semana después, en Sepang, donde tras una carrera fantástica, peleando por quedar por delante de su único rival por el título, Johann Zarco, el estrés volvió a atacarle: sufrió un golpe de calor y le subió la fiebre. Así llegó a su casa, a tierras valencianas, donde todos tenían algún consejo que darle, donde todos aguardaban la fiesta de celebración aunque todavía quedaran los últimos puntos por arañar. Terol llegó a su ciruito, ese que le vio crecer desde que, cuando era un enano, empezó a dar vueltas y vueltas gracias al empuje de hombres como Jorge Martínez Aspar, hoy su jefe, y el más sorprendido de que aquel pequeñajo discreto, educado y poco hablador se haya convertido en un ganador.
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