'Més que un president'
Dos biografías recuerdan a Josep Sunyol, dirigente del Barça asesinado hace hoy 75 años
Se acabaron para los federativos los bombones, las gaseosas, las cervezas, las conferencias telefónicas y las dietas. Y se reducen drásticamente las invitaciones. Y así se ahorran cada mes 1.200 pesetas y se termina con la imagen de la federación como "un casino de pueblo". Además, se sanciona a un delegado del Badalona por incitar a un jugador a lesionar a otro del Sabadell. Y se estudia que parte de los ingresos del fútbol se dedique a otras disciplinas y a actividades culturales, como un premio de 1.500 pesetas para una novela que enaltezca el deporte...
Tiempo les faltó a los directivos de la Federació Catalana de Futbol Associació, claro, para amotinarse contra su presidente por esas medidas, pero les amenazó con dimitir. Entró en el verano de 1927 como delegado del FC Barcelona y accedió a la presidencia el 17 de agosto de 1929. Antes de marcharse el 9 de agosto de 1930, tras la enésima trifulca ?esta por una sanción al RCD Español?, dejó como herencia el cambio de los obsoletos estatutos y una mutua para futbolistas.
La prensa le bautizó no sin sorna como "el purificador", pero el episodio da idea de la integridad de Josep Sunyol y Garriga. Y también de su actitud idealista, inocente, como cuando el 6 de agosto de 1936, sobre las seis de la tarde, se dirigió a los soldados de una casilla de peón del kilómetro 52 de la carretera de Madrid a La Coruña saludándolos, tras bajarse del Ford negro con el banderín de la Generalitat, con un "¡Viva la República!". Craso error. Ese punto del fluctuante frente de Guadarrama estaba ese día en manos del ejército sublevado. Todo lo que representaba Sunyol le sirvió para ser fusilado allí mismo, junto con sus acompañantes. Era diputado de Esquerra Republicana de Catalunya y enlace político del presidente del Parlament, misión en la que fue interceptado portando 50.000 pesetas. Y aunque entonces los soldados no lo supieran, era también el presidente del Barça y de los empresarios más ricos de Cataluña, y alma del diario La Rambla.
Si no le hubieran fusilado hoy hace 75 años, quizá lo habrían hecho tres después: el 26 de septiembre de 1939 el Tribunal de Responsabilidades Políticas le abrió expediente, que cerró en julio de 1944 ante la obvia incomparecencia de Sunyol. El informe le despachaba con lo peor: era "un comunista", "separatista" y "responsable del marcado rumbo antiespañol del FC Barcelona".
Si acaso, el antiespañolismo culé venía de mucho antes, de cuando Sunyol se hizo socio, el número 11.138, el 12 de febrero de 1925, poco antes de la clausura del campo de Les Corts en plena dictadura de Primo de Rivera. Cuando en la temporada 1933-1934 llegó a la junta del Barça, Sunyol encontró el club hecho un erial. Rehusó la presidencia, pero orquestó una directiva que un año después ya ofrecía superávit (222.691,38 pesetas). Para la 1935-1936, ahora sí como máximo mandatario, rejuveneció la plantilla (Areso, Balmanya, Argemí...) y fichó al entrenador que hizo al Betis campeón de Liga, el irlandés Patrick O'Connell. Apenas dos semanas antes de la guerra avanzó que dejaría el cargo, si bien apuntó tareas a realizar: remodelación del campo de Les Corts, una (hoy, sarcástica) reorganización de secciones como las de atletismo y rugby "que no han podido ser todo lo atendidas que se merecían", y estrategias para acabar con la mano del Real Madrid en el Comité Nacional de Fútbol.
Sunyol no buscaba notoriedad con el club. No la necesitaba. Era un instrumento potente, pero uno más que le permitía estar al frente del gran fenómeno del momento, el fútbol, entendido como el mejor vehículo para reforzar la identidad social y concienciar a la gente en valores cívicos y morales. Filosofía que resumió en el lema Esport i ciutadania, que lucía bajo la cabecera de La Rambla (1930), semanario y luego diario que sufragó, como hizo con el periódico La Nau y su suplemento La Nau dels Esports. En todos hizo artículos editorializantes que, cercana la República, perdían color deportivo para ganarlo político.
Todo ello, claro, para disgusto de su padre, riquísimo empresario azucarero cuyas fábricas le fueron incautadas en 1942 por el catalanismo de su hijo. Nunca se lo perdonó: ni en la esquela de su esposa (que falleció en 1942) ni en la suya (1945) apareció su hijo Josep, como aporta Jordi Badia en Josep Suñol i Garriga. Viure i morir per Catalunya (Pagès), el mejor perfil hasta hoy.
Sunyol seguía los pasos de su tío Ildefons, activo miembro de la Lliga Regionalista y, después, de Acció Catalana. El tío se sintió maltratado por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó: su laicismo y su izquierdismo incomodaban. El sobrino les pasó factura desde La Rambla, diario popular que creó de la nada y llegó a los 40.000 ejemplares, publicando duros artículos contra Cambó. Este le respondió desde <La Veu de Catalunya con Josep Pla y Manuel Brunet, quien le acusó de alimentar la crispación social, antesala de la guerra, acuñando la expresión "sunyolización de Cataluña".
Y es que La Rambla se movía: con sutileza, de las camisetas deportivas hacía banderas de patriotismo catalán, de republicanismo, de justicia social, que reforzó con campañas de grandioso impacto, como la de la amnistía para los participantes del complot del Garraf. Pero su gran golpe fue apostar por Francesc Macià. Fue esa figura la que le llevó a ir dejando Acció Catalana para acabar en 1932 en la Esquerra Republicana de Catalunya que arrasó. El propio Sunyol, en las elecciones a Cortes del 28 de junio de 1931, fue el candidato más votado, por encima de Macià y de Companys.
Sunyol dejó una paradoja, protagonizada por su hijo, Josep Ildefons Suñol Soler, que debió de encajar con solo nueve años toda la rabia que su abuelo sintió hacia su padre, que tradujo perjudicándole en la herencia. Un peso al que no ayudó que Sunyol no fuera reivindicado por el Barça hasta la llegada de Laporta. El club estudia un homenaje en los próximos meses. La ironía o la venganza fue que Suñol júnior creó en 1953, junto con Josep Maria Figueras, una de las más grandes inmobiliarias españolas, Habitat, que en 1966 compró por 226 millones de pesetas los terrenos del campo de Les Corts, como recuerda Carles Llorens en la biografía sobre Sunyol que publicará en octubre Pòrtic-Sàpiens. O quizá fue un último acto de servicio delegado.
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