Nadal arrolla a Murray
El español liquida al escocés (5-7, 6-2, 6-2 y 6-4) y jugará la final contra el hombre que le ha quitado el número uno, el serbio Djokovic
El ruido es ensordecedor. Andy Murray ya no se acuerda del fisioterapeuta, ni de la cadera que en teoría le martiriza, porque tiene tres puntos de break que son tres bolas de set (5-6 y 0-40). Rafael Nadal, su contrario, lima el primero, cede el segundo y se marcha al vestuario cuando aún retumban las celebraciones del público, que quiere ver al primer británico finalista de Wimbledon desde 1938. A su vuelta, el español se encuentra empujado contra la pared por la contundencia de Murray. El escocés, sin embargo, deja de apretar en el momento más importante: con 1-2 y 15-30 a su favor, falla una derecha que le da doble bola de break. Lo mismo le ocurre con 2-2 y bola de break en contra: ahí desperdicia un smash. Del 4-1 que pudo ser para él se pasa al 2-4 en contra que fue, y a un nuevo encuentro, dominado por Nadal de principio a fin: 5-7, 6-2, 6-2 y 6-4 para el español, que jugará la final contra el hombre que le ha quitado el número uno, el serbio Djokovic.
Desde esa bola de break concedida, el escocés perdió 8 de 10 puntos. Eso dejó a Nadal sacando por la segunda manga y con el juego que él había entregado en la primera, repleto de errores, olvidado. Para cuando Murray se quiso enterar, había encajado un 7-0 (de 7-5, 2-1 para él a 7-5, 2-6 y 0-2). El partido era nuevo y pintaba muy mal para los intereses del héroe local. No era solo cuestión del marcador. Era también cosa del contrario. Del Nadal un punto lento del principio, fallón con el revés y embrollado con la derecha, el peaje de no bajar lo suficiente el trasero hacia el suelo, se pasó a un campeón en plenitud, incansable en las defensas, afilado en el ataque y sordo al graderío, tan gritón como respetuoso.
El español acabó desatado, tirando con todo, compitiendo con todo, sin piedad, hecho una furia. El británico, deprimido y sin respuesta, diluido hasta la nada y totalmente desenfocado, como casi siempre que se juega algo en los torneos grandes. Que el número cuatro del planeta pierda cinco saques no es de recibo, por mucho que enfrente esté Nadal, ahora mismo el mejor restador del mundo. De nuevo, los errores no forzados retrataron el partido: 7 para el español y 39 para el escocés, desangrado por su derecha y sometido a una presión brutal, la de sentir que cada fallo le costaba el encuentro. Tuvo un mínimo resquicio para volver a decir algo en la semifinal: dos bolas de break con 1-2 en la cuarta manga. Nadal pegó un portazo: 1-3.
El mallorquín disputará su quinta final en sus cinco últimas participaciones en Wimbledon. El registro le señala como uno de los mejores jugadores sobre hierba de todos los tiempos y calienta un encuentro con todos los ingredientes para ser un gran partido. Está Nadal, el campeón y hasta el lunes el mejor tenista del planeta. Está Djokovic, que solo ha perdido un encuentro en todo el curso, desde el lunes el mejor tenista del mundo. Tremendo.
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