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BIZKAIA BILBAO, 80 - REAL MADRID, 72

Corazón de hierro, final de oro

El Bizkaia elimina al Madrid y se jugará el titulo contra el Barcelona

El Bizkaia Bilbao Basket dio ayer un vuelco a la Liga ACB. El esperado clásico dio origen en Bilbao a una revolución interna. Esta vez no eran los indignados, sino los felices convertidos en satisfechos. El triunfo del corazón sin perder la cabeza. El triunfo del Bizkaia sobre un Madrid aguerrido le planta en la final, ante el Barcelona, que comenzará la semana que viene.

Necesariamente, tenía que ser otro partido. Ni el Bizkaia podía mantener el nivel de acierto del tercero ni el Madrid podía resultar tan rácano en su juego. Se imponían la prudencia y los promedios. El equipo que mejor promediase sus cualidades se llevaría un partido necesariamente guiado por la ansiedad de los de negro y los nervios de los de blanco. Lo dejó claro el Madrid con una salida en tromba que trataba de intimidar al equipo bilbaíno, anunciando otro partido. En ello influía la presencia real de Tomic, en todas partes en esa recuperación de la autoestima madridista tras la debacle en la Caja Mágica. En su afán de fortalecer la defensa, el equipo de Katsikaris se cargó de faltas en un par de minutos (cuatro) y, sin embargo, Tomic le bombardeaba el aro con una facilidad excesiva. Era otro Madrid, definitivamente.

BIZKAIA BILBAO, 80 - REAL MADRID, 72

80 - Bizkaia Bilbao Basket (19+19+16+26): Jackson (17), Blums (5), Mumbrú (15), Banic (12) y Mavroeidis (8) -cinco inicial-; Fisher (4), Warren (6), Vasileiadis (7) y Hervelle (6).

72 - Real Madrid (20+21+14+17): Prigioni (8), Llull (13), Suárez (7), Reyes (6) y Tomic (17) -cinco inicial-; Sergio Rodríguez (6), Tucker (3), Mirotic (-), Fisher (12), Begic (-) y Velickovic (-).

Parciales: 19-20, 38-41 (descanso); 54-55 y 80-72 (final).

Árbitros: Martín Bertrán, Hierrezuelo y Conde. Sin descalificados por faltas.

Incidencias: Cuarto partido de semifinales de las eliminatorias por el título de la ACB, presenciado por 8.682 espectadores en un Bilbao Arena lleno y con todo el billetaje vendido. EFE

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Pero era el mismo Bizkaia, el que ha hecho de la fortaleza mental su mejor arma, ese estilo Nadal que le hace parecer indestructible. Ayer no le entraban los triples de los que disfrutó el martes, aunque, a cambio, festejaba su alto porcentaje de tiros libres, lo que no era moco de pavo en un partido tan físico. Su reacción tuvo que ver en el tiempo y en la situación con el descanso de Llull y Tomic, coincidente con la entrada de Banic. Las casualidades no existen. El croata tiene el baloncesto en la cabeza y en el corazón. Sobre él consiguió romper la impronta del Madrid e igualar un partido que amenazó con pegar a ambos equipos como a un chicle. Fue un debate de estados de ánimo y en eso los de negro, más sueltos, tenían menos que perder que los blancos, más atenazados, agarrados a Llull y a la regularidad de Fisher o la presencia permanente de Reyes.

Curioso estado de ánimos. El Madrid había frenado la depresión de su derrota en casa, y el Bizkaia, la del arranque soberbio del Madrid. Quizás por eso llegaron al descanso con tres puntos casuales de ventaja blanca.

Asunto equilibrado, pero quedaba medio partido, otro ejercicio de templanza. Al Bizkaia le faltaba un argumento propio, los triples, con los que mató al Madrid en el anterior. Esta vez la muñeca no funcionaba, lo que dificultaba su reacción ante la presión defensiva de otro Madrid, que sí encontraba alternativas: ahora Llull, ahora Suárez, el tipo que aparecía en los momentos defensivos, o en la discontinuidad de Tucker.

Katsikaris iba dosificando a Vasileiadis, el griego mágico, en busca de que ajustara su muñeca. Es el jugador que utiliza para alterar los partidos, pero ayer parecía muy previsible, con lanzamientos poco seleccionados y acciones un tanto desesperadas. Sin él y sin Blums, los artilleros, todo se cocía bajo el tablero, donde Banic y Mumbrú, poco ayudados en labores anotadoras por Hervelle, veían penosas las remontadas de los hombres de negro, obligados a un esfuerzo físico supremo.

Se acabó la gasolina en Miribilla. Los dos equipos echaban el bofe por la boca y tiraban de corazón para sostener el partido. Cualquier pronóstico era arriesgado. Todo podía ser. La agonía del Madrid podía llevarle a la muerte. El ansia del Bizkaia, al agotamiento definitivo. Sístole y diástole. Y, en plena taquicardia, Hervelle anotó una canasta casi imposible cuando se le escurría el tiempo entre los dedos. Y ya había aparecido el mejor Jackson. Y estalló Miribilla, se frotó los ojos y lo vio claro. La ACB daba un vuelco.

El conjunto vasco ha superado al Real Madrid por un global de 3-1 y se enfrentará en la final al Barcelona a partir del próximo jueves. <strong><a href="http://www.elpais.com/buscar/acb/videos">Vídeos de la ACB</a></strong>
El equipo celebró a lo grande su pase a la final de la ACB por primera vez en su historia. <strong><a href="http://www.elpais.com/buscar/acb/videos">Vídeos de la ACB</a></strong>

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