La mirada perdida de Ferguson
El patriarca del United se queda sin respuestas ante la ola azulgrana
Wembley es un símbolo del fútbol inglés y si estamos aquí es por algo", dijo sir Alex Ferguson en vísperas de la final. Ayer, con 90.000 gargantas celebrando la salida al campo de los gladiadores, la hinchada del Manchester United apeló a esa magia de Wembley a través de la historia señalando al año mágico: "Espíritu del 68", rezaba el mural compuesto por los seguidores ingleses en el fondo Este del mítico estadio. En el Oeste, los barcelonistas se habían inclinado por un más festivo "We love football", amamos el fútbol.
Los de Ferguson apelaban así a la historia: a su primer triunfo en la Copa de Europa, cuando en 1968 derrotaron en el viejo Wembley al Benfica por 4-1 tras una prórroga espectacular. Los de Guardiola, en cambio, parecían lanzar un mensaje de mayor confianza: ¿para qué apelar a la historia cuando este es el mejor momento de tu vida?
De alguna manera, Ferguson y Guardiola representaban ellos mismos el mensaje de sus equipos. Pep es presente y futuro. Sir Alex es ya un entrenador histórico que no tardará demasiado en ser historia. Anoche no solo defendía los intereses de su equipo, sino los suyos personales: un triunfo le hubiera permitido equipararse con Bob Paisley, el único entrenador que ha conseguido levantar tres veces el mayor trofeo del fútbol europeo. Lo logró con el Liverpool, el gran rival del Manchester United, en 1977, 1978 y 1981. Aquella serie de títulos, aquella saga, ha obsesionado a Ferguson durante toda su vida. Superar al Liverpool y a sus patriarcas ha sido su gran acicate.
Sir Alex llegó ayer con una rosa roja en el ojal, cumpliendo así la tradición de adornarse con una flor para realzar el acto sagrado de sentarse en el banquillo de Wembley. Pero nunca pareció demasiado seguro de poder quitarse la espina que se le quedó clavada en Roma. El gol de Pedro le dejó con el mismo gesto con el que había acabado el partido en el Olímpico: la mirada perdida, los brazos y las piernas cruzados. Su primer impulso le llevó a ordenar a Fletcher, Nani y Anderson que salieran a calentar. Al filo del descanso, y a pesar del empate, seguía preocupado: muy serio, le daba instrucciones con cara de malas pulgas a Rooney, que se había acercado al banquillo para echarse un trago. "¡Aquí el que manda soy yo! ¿Está claro?", parecía gritarle, tras las vacilaciones del orondo jugador.
Los trallazos de Messi y de Villa en la segunda parte dejaron en el aire el espíritu del 68. Con el transcurso del partido el acoso a la portería de Van der Saar se fue redoblando. La frecuencia de los tiros entre los tres palos se hizo insostenible para el Manchester, que recibió 12 remates y sólo pudo responder con uno, el que propició el gol de Rooney.
El futuro parecía superar al pasado. Pep se ponía por encima de Sir Alex, el hombre que en 1980 había dado la primera campanada de su carrera como entrenador haciendo campeón de Escocia al Aberdeen, que rompía así 14 años consecutivos de dominio del Celtic y el Rangers. El hombre que tres años después consiguió su primer trofeo europeo al derrotar al Real Madrid en la final de la Recopa.
El hombre que en noviembre de 1986 llegó al banquillo del United, con el que tardó siete años en ganar la Liga, pero este mismo año le ha convertido en el equipo inglés que más veces la ha ganado. El hombre que convirtió al United en una máquina de ganar tropezó ayer, otra vez, con un equipo que ama el fútbol. Que ama jugar a fútbol.
Sir Alex es ya historia. Ayer no igualó a Paisley. No logró encontrar la clave para parar "el carrusel" del Barça de Xavi, Iniesta y Messi. Acabó otra vez con la mirada perdida, como en Roma. Pero solo él sabe cuándo se retirará. No cumplió su sueño de ganar en Wembley, pero, con sus 69 años bien cumplidos, quizás anoche se impuso un reto distinto: superar algún día al belga Raymond Goethals, el hombre que ganó la Copa de Europa cuando tenía 71 años y 148 días.
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