Casillas salva el honor
Las intervenciones del portero en los mejores momentos del Barcelona evitan el atropello del Real Madrid
No estaba el entrenador, pero estaban los jugadores, cuyo protagonismo tantas veces se vio postergado a lo largo de la temporada. Al frente de todos se situó Casillas. El capitán fue el primer futbolista en salir al Camp Nou, bajo un intenso aguacero, para calentarse bajo la vigilancia del preparador de porteros, Silvino Louro. El entrenador, José Mourinho, sancionado por la UEFA, permaneció en el hotel de la concentración, a 500 metros del Camp Nou. Por lo tanto, el peso del liderazgo, la toma de decisiones, recayó más que nunca sobre los más veteranos de la plantilla. Casillas ejerció este papel. Pero, más importante, cuando pisó la hierba empapada de la cancha lo hizo con esa convicción que le caracteriza en las noches grandes. En los momentos de presión insoportable, el hombre sale a jugar con un halo de placidez. Una serenidad mágica. Unos reflejos eléctricos.
En los primeros 45 minutos, el balance de tiros a puerta fue de 4-0 a favor del Barcelona. Si el marcador no se movió no fue por una disposición táctica especial, dirigida desde el banquillo. Fue porque Casillas metió cuatro manos que desconcertaron al Camp Nou y frustraron a los rematadores del Barça, sobre todo a Messi. Primero apareció a la salida de un córner, colocándose en el medio y blocando un cabezazo a Busquets, que no pudo ajustar el remate. La segunda fue un tiro de Messi, un golpe de zurda a colocar, que iba a la escuadra que tenía a su derecha. Casillas hizo la palomita y la bajó con suavidad. El tercer intento fue obra de Messi, que dejó solo a Villa para que entrara por la izquierda y rematara al segundo palo. Casillas se estiró, esta vez a su izquierda, para despejar el remate del asturiano.
La dificultad de sus intervenciones iba en aumento. La cuarta vez que tuvo que hacerlo fue la más exigida: Messi, hiperactivo, robó un balón en la frontal del área, se fue hacia el medio y, sin poder usar la zurda, soltó el derechazo. Fue un misil a la izquierda del portero, que debió impulsarse con toda la potencia de su tren inferior para interceptar la pelota. Así se frenó el aluvión del Barça en la segunda mitad de la primera parte. Si el Madrid se fue a los vestuarios con la esperanza de recuperar el hilo de la final de Wembley fue, en gran medida, gracias a su arquero. Sus compañeros le ayudaron con un despliegue de generosidad y carácter que alertó a la hinchada local. Con la excepción de Kaká, que se quedó sin energía a los 15 minutos, los demás demostraron su categoría para afrontar el desafío más complicado.
La presencia de Kaká en el equipo titular sorprendió a muchos, incluyendo a los integrantes de la expedición del Madrid. En los planes iniciales de Mourinho, la formación titular sobre la base de un 4-3-3 incluyó un centro del campo formado por Lass, Xabi y Di María, con una línea de tres atacantes en la que figuraban Özil y Cristiano en las bandas. Según fuentes de la concentración, Mourinho cambió de idea tras mantener una reunión con el presidente, Florentino Pérez. En los últimos días, el entrenador había insistido en que lo esencial era mantener la portería a cero. A pesar de la necesidad de meter goles, prevalecieron los mensajes de prudencia. El plan inicial se alteró en las últimas horas. La aparición de Kaká fue el resultado más llamativo porque, según los empleados del club, el brasileño daba muestras de fatiga. Özil se había entrenado mucho mejor en la última semana. Sin embargo, jugó Kaká. Lo hizo como enganche, replegándose cuando manejaba el Barça y desmarcándose por el frente de ataque cuando la conducían sus compañeros. Sus movimientos siempre fueron prolongados y a máxima intensidad. Al segundo desmarque se quedó esperando la pelota sin resultado. Había corrido más de 50 metros. Mientras el Barça volvía a elaborar, él se detuvo, se dobló sobre sí mismo, y se subió las medias con gesto lento. Así aprovechó para recuperar el aliento. A la tercera subida de medias, Kaká había dado la última gota de su esfuerzo. Cuando fue sustituido por Özil en la segunda parte, quedó patente que el brasileño no estaba para jugar el tiempo que lo hizo.
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