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El Baskonia tropieza contra sí mismo

El conjunto de Ivanovic se despide de la 'final four' tras caer fulminado ante el Maccabi

Tal y como había dicho Ivanovic, no había "tiempo para llorar, solo "para luchar". El Caja Laboral tenía como primer objetivo olvidar el partido del martes y partir de cero. Lo logró solo a medias. En la primera parte del encuentro los vitorianos fueron un ejemplo de sangre fría y madurez al desplegar una estrategia ofensiva que mareó al Maccabi y llegó a inocularle el virus de la inseguridad. Tanto fue así, que el Caja Laboral logró irse al descanso por delante en el marcador y en el ánimo, pero después reeditó el último encuentro ante el equipo de David Blatt. En el tercer cuarto perdió pie, intensidad y referencias. Así, las desventajas alcanzaron los 17 puntos, después llegaron a los 26. Sin apenas banquillo para poder rotar en condiciones, los vitorianos no consiguieron frenar a Pargo ni a Pnini. La final four ya no era una opción. No habrá quinto partido.

Maccabi, 99; Caja Laboral, 77

Maccabi: Pargo (26), Pnini (22), Eidson (7), Eliyahu (12), Schortsanitis (5) —cinco inicial—, Hendrix (8), Blu (17), Macvan (2), Burnstein, Sharp.

Caja Laboral: Huertas (12), Oleson (13), San Emeterio (8), Teletovic (17), Batista (9) —cinco inicial—, Logan (5), Barac (10), Ribas (3).

Árbitros: Christodoulou (GRE), Cerebuch (ITA), Boltauzer (SLO). Sin eliminados.

11.500 espectadores en el Nokia Arena de Tel Aviv.

Una vez superados unos dudosos minutos iniciales desde el punto de vista defensivo, el Caja Laboral desequilibró al Maccabi con seguridad, madurez y decisión. Primero supo plantar cara a, Pargo últimamente en estado de gracia perpetuo, con ataques bien pensados y después tomó la iniciativa y aprovechó cada rebote y cada balón perdido.

Cuando pargo acumulaba ya 12 puntos, recién empezado el segundo cuarto, Teletovic y Logan encadenaron triples sucesivos que dejaron a los vitorianos seis puntos por delante en el marcador. Oleson fue un sólido apoyo en momentos de flaqueza. Blu se unió a la tendencia israelí a encestar todo lo que tiraban y entonces el Caja Laboral cometio un error que le impidió ganar una mayor ventaja cuando pudo hacerlo. Los de Ivanovic dejaron solo a Pnini y pasó lo único que podía pasar: los triples se acumularon en la cuenta del Maccabi y engrosaron sus posibilidades. Pese a ello, el Caja Laboral se fue al descanso con la moral alta y con la sensación de que la opción de ganar casi se podía palpar. Estaba ahí. Teletovic volvió a regalar triples y dosis de ánimo de valor mayúsculo.

La sensible baja de Doron Perkins, que en anterior encuentro sufrió una rotura de los ligamentos en su rodilla derecha, apenas se dejó notar. Ahí estaban Tel Burstein y Guy Pnini para compensar su ausenciad e la mejor manera posible.

Sin embargo, los fantasmas regresaron en el tercer cuarto, como en el partido del pasado martes. El momento crítico para el Caja Laboral en los tres duelos anteriores volvía a aparecer como una pesadilla que se repite una noche tras otra. Los vitorianos volvieron a cometer, con precisión milimétrica, los mismos fallos del pasado para tropezar contra sí mismo una vez más. El equipo de Ivanovic acusó una gran falta de intensidad defensiva y chocó de nuevo contra una creciente inoperancia ofensiva. El estrechamiento del camino hacia la final four se vislumbraba con nitidez. La vía estaba cortada al paso.

La fiesta en el Nokia Arena en el último cuarto era imparable. El Caja Laboral se caía otra vez de la final, como ya les ocurriera hace un año ante el CSKA de Moscú. La concentración se había evaporado, la estrategia también. Solo cabía otro resultado contundente en contra. La confianza de los israelíes ya no conocía límites. Orgullosos ante su público, los jugadores del Maccabi saborearon el triunfo en jugadas alargadas, casi de exhibición. Exhaustos, los vitorianos se abandonaron a la evidente superioridad de los de Blatt. Ahora el Maccabi deberá medirse en Barcelona al ganador del próximo partido entre el Real Madrid y el Valencia.

David Logan juega un balón ante Richard Hendrix.
David Logan juega un balón ante Richard Hendrix.AP

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