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La épica abraza al Athletic

Bajo la tormenta, los de Caparrós rescatan un punto ante el Getafe en un choque impetuoso

En un pulso bravo y dinámico en el que los dos equipos lucharon con denuedo frente al rival y los elementos, el Athletic rescató un punto en el tiempo de descuento abrazándose a la fortuna y al eterno recurso del balón parado. La suerte fue, de nuevo, escurridiza con el Getafe, que volvió a dejarse el premio de los tres puntos en el camino y, como condena, parece destinado a quedarse en tierra de nadie en lo que resta del campeonato.

El conjunto azulón afrontaba el choque a seis puntos de los puestos europeos y con siete de colchón sobre la zona de descenso ?cinco y ocho, respectivamente ahora?. Una insulsa equidistancia que habla de los méritos y las carencias de un equipo que, por momentos, ha convertido la ambición en dispersión. "No vivimos bien en la tranquilidad", apuntó Míchel en la previa buscando la reacción de sus jugadores, espoleándolos ante el peligro y avivando las aspiraciones aparcadas.

GETAFE 2 - ATHLETIC 2

Getafe: Codina; V. Sánchez, Cata, Marcano, M. Torres; Boateng; Pedro Rios (Sardinero, m. 80), Parejo (Casquero, m. 76), Manu; Albín (Borja, m. 82) y Arizmendi. No utilizados: Gonzalo; Pintos, Kas y Mosquera.

Athletic: Iraizoz; Iraola, SanJosé, Ekiza, Koikili; De Marcos (D. López, m. 61), Gurpegui (Orbaiz, m. 46), Javi Martínez, Muniain; Susaeta (Urko Vera, m. 61) y Llorente. No utilizados: Raúl Fernández; Amorebieta, Gabilondo y Díaz de Cerio.

Goles: 1-0. M. 58. Manu, en la boca de gol. 1-1. M. 69. Manu, en propia puerta. 2-1. M. 83. Manu, por la escuadra. 2-2. M. 92. Urko Vera, de cabeza tras un córner.

Árbitro: Ayaz Gámez. Amonestó a Casquero, Javi Martínez, Parejo, Cata y D. López.

Unos 9.000 espectadores en el Coliséum.

Hace 10 jornadas, el Getafe estaba un punto y dos puestos por encima del Athletic en la clasificación. Fue entonces cuando ambos conjuntos cruzaron sus caminos. Desde ese momento, los de Joaquín Caparrós encontraron la regularidad que añora el Getafe cimentándola en una idea tan abarcable como poco pretenciosa. Repitieron el plan en su visita al Coliséum: juego directo, brío, abnegación y Llorente.

En Getafe, donde no ha conseguido ganar nunca el conjunto vasco ?tres victorias y cuatro empates con el de anoche?, todas las flechas de la pizarra de Caparrós apuntaron al espigado delantero internacional. Sus compañeros le buscan por obligación, por convicción y por devoción. Por arriba y por abajo. Como hombre boya, para generar rechaces y segundas jugadas o para rematarlas de primeras. No tiene este Athletic mucho más argumentario, pero la enjundia y el fuste del punta dan vuelo y consistencia a la idea hasta convertirla en un hábito casi instintivo. Una forma de vida capaz de abrumar a cualquier rival.

Además, la meteorología planteó un escenario propicio, por familiar, para el Athletic. La lluvia y el viento propusieron un choque de camisetas ceñidas, botas pesadas y tapete escurridizo con más cabida para el trazo grueso que para la academia. Bajo la tormenta creció el voluntarismo y desapareció la precisión. El miedo llegaba a ambas áreas más por desatino ajeno que por mérito propio.

Creció la épica de forma proporcional a la tempestad. Repicaba el granizo. Susaeta tuvo un mano a mano ante Codina y Muniain le puso un caramelo a Llorente en la boca del gol, pero ambos remates pecaron de blandos.

Acto seguido llegó la réplica de los de Míchel, que destaparon un temperamento inusitado para mantener el pulso. Albín encontró la clase y el nervio que tenía aparcados. Se coló enérgico por la banda izquierda, como un relámpago, y sirvió un balón enjabonado que fue resbalando entre varias botas hasta que Manu lo remachó junto a la línea.

Con el gol en contra, el Athletic enfatizó su apuesta. La pelota comenzó a sobrevolar peligrosamente el área local. Las baterías antiaéreas del Getafe, lideradas por el Cata Díaz, no dieron abasto. Cada balón colgado era un elogio al desconcierto junto al marco de Codina. Y en la enésima intentona rojiblanca, en un baile caótico, Manu remató contra su portería una falta colgada por David López y firmó el empate batiendo a su compañero Codina.

Pero el capitán azulón decidió que el partido no merecía acabar con semejante borrón. Y, a seis minutos del final, sacó el compás para poner la pelota en la escuadra de Iraizoz con un zurdazo desde la frontal. El 2-1 parecía definitivo; un justo premio a la disposición, el empeño y la meritoria propuesta de los locales.

Pero la lluvia nunca abandona al Athletic. En el descuento, en un córner postrero, con Iraizoz subiendo al remate para coronar la épica y encumbrar la confusión, Urko Vera remató el último balón llovido desde el cielo para sellar la igualada.

JAVIER LIZÓN
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