Historias del 7
Desde sus inicios como sustituto de Butragueño hasta la estampa en la espinillera, anécdotas del capitán del Real Madrid para ilustrar su marcha
Emilio Butragueño se encontraba en el vestuario de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid cuando alguien llamó su atención para que mirara por la ventana. "¿Ves ese chaval que está entrenándose con los juveniles, el que juega de 7?, pues ese te va a sentar un día en el banquillo". Solo pasaron un par de años para ver de titular en el primer equipo a Raúl González y sentado con los suplentes a Butragueño. Había debutado ante el Zaragoza, pero el recambio en la delantera madridista se produjo en un Real Madrid-Atlético de Madrid. Tenía entonces 17 años e iba a los entrenamientos todavía en metro. Han pasado 15 años y Raúl dice hoy adiós tras haber escrito muchas páginas de gloria madridista.
Recuerdo un día yendo en su coche por un paseo de La Castellana atascado, que la gente se bajaba de los automóviles para pedirle un autógrafo. Él todavía se sorprendía
Un aficionado le regaló una estampita de Santa Gema que siempre se ponía entre las espinilleras, convencido de que así sus posibilidades de marcar aumentaban
Raúl se marcha al fútbol alemán y a un equipo, el Schalke 04, que jugará la Liga de Campeones. No es la mejor oferta económica que ha recibido. Tenía alguna en EE UU de más dinero, pero prefiere quedarse en Europa ya que está convencido de que a sus casi 33 años -los cumple esta semana- todavía tiene mucho que ofrecer y quiere jugar en una Liga competitiva y no de espectáculo como ha hecho Beckham.
Y es que Raúl supo entrar con humildad en un vestuario plagado de estrellas, pero le está costando abandonarlo.
Las dos últimas temporadas en el Madrid han sido difíciles para él. Si a un jugador no le gusta estar en el banquillo, menos aún a Raúl. Tampoco es el mismo desde que salió de la selección. Y todo ello se debe a que Raúl vive por y para el fútbol. Ha disfrutado como nadie, pero también ha sufrido como el que más. Las críticas las ha llevado mal, muy mal. Tampoco ha sido diplomático en sus relaciones como capitán del equipo con los presidentes del Madrid. Para nadie son un secreto sus diferencias con Florentino Pérez, que aún así le acompaña hoy en el momento del adiós.
Pero Raúl si es algo es amigo de sus amigos. Siente devoción por Jorge Valdano, tanta que uno de sus cinco hijos lleva su nombre. Como en su día la sintió por Fermín, su primer agente que le jugó una mala pasada y le hizo perder mucho dinero. Tras ese engaño, cerró mucho su círculo, puso a nombre de su madre casi todas sus cosas y maduró como persona. Se hizo desconfiado y de ahí que muchos vieran en él un chaval complicado, retorcido.
Recuerdo un día yendo en su coche por un paseo de La Castellana atascado, que la gente se bajaba de sus automóviles para pedirle un autógrafo. Él todavía se sorprendía. Porque Raúl ha conservado siempre una buena dosis de chaval de barrio humilde. También recuerdo un viaje a Colonia, para jugar contra el Bayer Leverkusen, en el que nos presentó a un chica con la que estaba comenzando salir. Era Mamen, la que ahora es su esposa y madre de sus hijos. Con ella ha formado una familia numerosa como siempre quiso y con la que regresa ahora a Alemania. En esa época de viajes por Europa recuerdo, también, que un aficionado le regaló una estampita de Santa Gema que siempre se ponía entre las espinilleras, convencido de que así sus posibilidades de marcar aumentaban.
Es difícil imaginarse a Raúl fuera del Madrid, pero más lo va a ser verle apartado del fútbol activo cuando llegue el adiós definitivo. Y es que Raúl, que planificó siempre sus partidos hasta el milímetro, que sabía todo de sus rivales, que se ponía estampitas de santos en sus botas, lo que no ha previsto es una vida sin un balón en el pie.
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