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Pilas Gilberto Silva

El centrocampista brasileño, incombustible a sus 33 años, es titular indiscutible en Brasil pese a jugar en la Liga griega

Tiene 33 años y milita en el Panathinaikos griego. Pocas credenciales, a primera vista, para disputar un Mundial con Brasil. Gilberto Silva (Lagoa da Prata; 1976), sin embargo, es un fijo en la selección de Dunga, siendo el eje del centro del campo de una de las canarinhas más sólidas que se recuerdan. Para él, que de pequeño tuvo que dejar temporalmente el fútbol para sacar adelante a su familia trabajando como carpintero y como empleado en una tienda de dulces, estos pequeños milagros son casi normales. Hoy se bate (16.00 horas) con Holanda por un puesto en la semifinal. Y Gilberto, acostumbrado a luchar por todo en su vida, correrá de nuevo como nadie -en los dos primeros partidos de Sudáfrica recorrió poco más de 11 kilómetros, más que ningún otro de su equipo- y tratará de romper el juego interior rival para luego iniciar el ataque brasileño.

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Gilberto ha sido criticado recientemente en su país por algunos medios y aficionados, que consideran que sus mejores años ya pasaron. Él defiende que no es vejez, sino experiencia, la que otorga ser el único superviviente, junto al central Lucio, del equipo que se alzó con el Mundial de Corea y Japón 2002. Silva comenzó su carrera como profesional en 1997, en el América Mineiro, siempre como eje de la zaga. Pero en 2001, en su segundo año en el Atlético Mineiro, Carlos Alberto Parreira le adelantó al medio centro, donde despuntó y se ganó la llamada de la selección. A la cita asiática llegó como suplente, pero la lesión de Emerson le abrió las puertas de la titularidad. Completó todos los minutos del torneo, consagrándose como uno de los mejores jugadores del mundo en su puesto. Tras el Mundial, fichó por el Arsenal inglés. Allí formó parte, junto a Henry, Bergkamp y Pires, del mítico equipo conocido como Los invencibles, que en la temporada 2003-04 logró alzarse con la Premier sin perder ningún partido, algo que no se veía en Inglaterra desde hacía más de un siglo, cuando el Preston North End -ahora juega en la Championship-lo logró en 1889, ganándose el mismo apodo.

Al inicio de la siguiente temporada, Gilberto comenzó a sufrir fuertes dolores de espalda. Lo que en un principio parecían unas simples molestias, acabaron amenazando la continuidad de su carrera. Los médicos le obligaron a llevar una protección en la espalda durante tres meses y se pasó siete sin poder jugar. Pero Gilberto Silva, que tras la jubilación de su padre se vio obligado, con 15 años, a ser el que llevara dinero a su hogar, no estaba dispuesto a rendirse. Así que volvió a jugar y recuperó la titularidad en el ya abandonado Highbury. Sus buenas actuaciones en la Liga de Campeones, en la que llegó hasta la final (2006) que perdió 2-1 contra el Barcelona, le valieron el reconocimiento público. Renovó hasta 2009, año en que cumpliría los 32, y recibió la vicecapitanía del equipo en 2006. Un año más tarde la emergencia del joven Flamini trastocaría sus planes. Alternó el puesto en el once con el joven francés y a final de la temporada fichó por el Panathinaikos.

Seguidor declarado de "¿Quién se ha llevado mi queso?", un libro de autoayuda para aceptar los cambios en la vida, Gilberto ha encontrado en Grecia un nuevo desafío personal, en vez de un lugar de retiro deportivo. El Mundial de Sudáfrica y la confianza que Dunga ha depositado en él pueden ser el último gran queso que Gilberto Silva persiga en su carrera.

Gilberto Silva (a la izquierda) y Felipe Melo, fijos en el centro del campo brasileño en Sudáfrica.
Gilberto Silva (a la izquierda) y Felipe Melo, fijos en el centro del campo brasileño en Sudáfrica.Getty Images

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