Tanto intelecto como goles
El delantero Suizo, Nkufo, que siempre encuentra un hueco para el ajedrez y la filosofía, explotó como goleador a una edad bien tardía
Blaise Nkufo, nacido en Kinshasha, criado en los Alpes e idolatrado en Holanda. El veterano ariete suizo es, junto con el capitán Alexander Frei, la principal baza ofensiva de la selección helvética cara al partido contra Honduras. Una victoria por dos goles de diferencia les clasificaría para los octavos de final. A sus 35 años, no ha parado de viajar de un lado para otro y, a pesar de haber debutado con la selección en 2000, nunca había disputado una gran competición internacional. Hasta Sudáfrica, claro.
Muchos lo definen como un rara avis del fútbol. Es una persona culta a la que le gusta leer y hablar de filosofía y entre sus pasatiempos preferidos está jugar al ajedrez. No está casado con una top model, sino con una cirujana y su padre le obligó a priorizar los estudios antes que su carrera de futbolista, que empezó en 1993. A los siete años, su familia huyó de Zaire (hoy República Democrática del Congo) tras la llegada al poder del dictador Mobutu. Se asentaron en Suiza, donde su padre le cambio el primer nombre, de Isetsima a Blaise. En el país alpino obtuvo el graduado de bachiller superior y a los 20 años consiguió la nacionalización. Sus 17 años de profesional se pueden dividir en dos etapas, antes y después de su llegada al Twente holandés en 2003.
Sus primeros diez años se los pasó dando tumbos por distintos equipos y Ligas sin triunfar en ninguno. Jugó en un año en Qatar, estuvo en seis equipos suizos, algunos importantes como el Grasshopper o el Lausanne. Ante los pocos éxitos cosechados en su país de adopción, según él debido a "la falta de confianza en sus posibilidades", se fue al Mainz de la Segunda División alemana, en 2001. Una buena temporada en la que su equipo casi asciende, le valió a Nkufo (metió 20 goles) su pasaporte para la Bundesliga, en las filas del Hannover, donde de nuevo volvieron las decepciones; no marcó en ninguno de los nueve partidos que jugó.
Nkufo tenía todas las papeletas de convertirse en un jugador del que nadie se acordara. Tenía 28 años y estaba apartado de la selección por un enfrentamiento en 2002 con el seleccionador Kobi Kuhn, al que acusó de racista. Pero no se rindió, dio un paso atrás para después dar tres hacia delante, al fichar por el Twente. El equipo holandés estaba en crisis, tanto económicamente (el año anterior se había declarado en bancarrota) como deportivamente, siempre a mitad de la tabla. Pero en la Eredivise consiguió triunfar. En siete años se convirtió, a base de goles (con 114 es el máximo goleador de la historia del club), en el capitán del equipo y un ídolo para la afición.
En 2008, Kobi Kuhn -"No volverá a jugar en la selección mientras yo siga al cargo", llegó a decir- le volvió a convocar para la Eurocopa de Austria y Suiza. Pero una lesión de última hora le impidió participar en su primera competición internacional. Ottmar Hitzfeld no solo le ha seguido llamando, sino que se ha convertido en una pieza clave de su equipo. En la fase de clasificación para Sudáfrica ha sido el jugador que más minutos ha jugado y ha metido cinco goles. En mayo fichó por el Seattle Sounders de la Mayor League Soccer estadounidense. Este Mundial puede ser su canto del cisne con el combinado nacional, pero su segunda juventud le ha asegurado un hueco en la memoria colectiva de los aficionados suizos.
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