El Valladolid, de mal en peor

El Valladolid no tiene remedio. Ni cuando se adelanta en el marcador ni cuando el rival no acierta a hacerle daño. El aire nuevo que Onésimo le ha dado no ha servido para nada. Sólo, para derretir un poco más a un grupo que lleva mucho tiempo en un estado permanente de extravío, con unos números espantosos y un futuro muy oscuro. El Mallorca lo tuvo fácil. Nunca cambió el ritmo, aunque tardó más de una hora en hacer efectiva la distancia entre los dos equipos y tuvo que esperar a la entrada de Julio Álvarez para hacerse con el partido.

Onésimo volvió a cambiar de plan, obligado por las lesiones, pero sobre todo con la ansiedad de ganar por bandera. Renunció al equilibrio a cambio de la imaginación de Medunjanin. Pero no le valió porque el Valladolid está demasiado quebrado para soportar la presión de un rival tan organizado, tan táctico, con un sentido colectivo tan grande, como el Mallorca.

La alegría, el cambio de paso, le duró al Valladolid apenas cinco minutos, el tiempo que Mari Suárez y Borja Valero tardaron en llenar de trampas escalonadas su zona. Medunjanin dimitió; Borja, el del Valladolid, no daba abasto; Bueno despareció; Manucho fue a lo de siempre, a correr de un lado a otro sin sentido. El Valladolid, una vez más, se desintegraba y el Mallorca, sin demasiado esfuerzo, pero con mucha intensidad, pasó a dominar el cuero, el ataque, las ocasiones, todo. Un gol anulado a Víctor y un disparo de Aduriz contra el cuerpo de Villar marcaron la victoria a los puntos del Mallorca al llegar al descanso.

El Valladolid se encomendó a Diego Costa en la segunda parte y al equilibrio que, en teoría, debía darle Carlos Lázaro, pero el gol de Bueno llegó en el único error de Aouate. Y en ésas apareció Rubén para rematar, solo, un saque de esquina.

El Valladolid se rompió definitivamente y Manzano metió oxígeno en su delantera con Julio Álvarez, que en una galopada facilona enterró cualquier aspiración del Valladolid.

Remontada del Mallorca