Sebastian Vettel lanza el primer aviso para 2010
El piloto alemán logra la última victoria de la temporada favorecido por un error mecánico de Hamilton.- Button se corona y Alonso vuelve a fracasar
Cae el sol en Abu Dabi y con él un año más de fórmula uno. 2009 ya es historia. Momentos antes, Lewis Hamilton y Sebastian Vettel, los dos únicos que hubieran preferido que el campeonato se alargara un par de grandes premios, se baten rueda a rueda por el honor en un duelo propio de mitad de temporada que será más breve de lo previsible. El penúltimo duelo, también sin final dulce. No habrá tracas finales. Decidido ya el campeón, la rabia de ambos era palpable. La del ganador, Vettel, por el recuerdo de su fiasco en Monza (Italia), la cita que dilapidó casi totalmente su candidatura al título; la del otro, Hamilton, por haberse recuperado cuando apenas quedaban opciones para revalidar su cetro y verse forzado a concluir la carrera de forma prematura por un problema en los frenos traseros de su McLaren. Última victoria abrumadora para Vettel, un piloto que disfruta como un debutante, pero trabaja como un campeón. Su mira ya está puesta en el Mundial 2010.
Se fue Hamilton y se acabó la carrera. La avería dejó en bandeja el primer puesto y la victoria al teutón tras una salida brillante del inglés. El poco espectáculo que se esperaba de una carrera insulsa quedó sepultado de un plumazo. Pudo perder Vettel su liderato, no obstante, por el error anecdótico de Jaume Alguersuari en la vuelta 21. Tocado su Toro Rosso en la caja de cambios, el piloto catalán se dirigió al box para poner fin a un prometedor pero desazonado debut en la F-1, pero el pasillo de mecánicos que se encontró en el pit-lane no le esperaba a él, sino a Vettel, de Red Bull, que venía detrás para realizar su primera parada. La similitud de colores entre los dos equipos desconcertó a Alguersuari, que se detuvo en el lugar incorrecto y se vio obligado a volver a pista ante la sorpresa de los mecánicos de su rival, que hacían aspavientos para que dejara libre el hueco de Vettel. Alguersuari no pudo ni completar esa vuelta. Su coche se quedaba en la cuneta.
Lo de Alonso ya no sorprende tampoco. Renault tiene el rumbo tan perdido que el bicampeón español sólo pudo rebasar en pista a su compañero Romain Grosjean y al novato Kobayashi justo antes de entrar a reponer carburante. A Vitantonio Liuzzi (Force India), su lacra desde que se inició la carrera, lo hizo desde los garajes, después de vaciar el depósito de combustible para arañar alguna décima. Era el último repostaje del asturiano en Renault. El decimocuarto puesto, el mismo que el cosechado en Gran Bretaña, y el peor de su etapa como corredor de la firma francesa, fue todo lo que dio de sí un R29 para el desguace.
Ningún piloto se atrevió a despertar la carrera, al menos hasta el final. Lo intentó a falta de 12 vueltas en una pelea cuerpo a cuerpo con Buemi que perdió el polaco. La mente, la vista y las fuerzas se reservan para 2010, y el glamour de la bahía árabe de Yas Marina se diluyó en vueltas sin más alicientes que el túnel en la parte final del pit-lane. El punto ciego del circuito auguraba errores, pero apenas importaba soltar de más el acelerador. La carrera sólo cobró cierto sentido para Mark Webber. Su distancia con Vettel se alargaba hasta los 16 segundos, y vio el primer podio tan imposible que se despistó. No debió de mirar su retrovisor, porque a falta de siete vueltas se le complicaron las cosas. Los casi 12 segundos que le separaban de Jenson Button se redujeron a unas décimas, y el británico, con todo el trabajo hecho, no se lo pensó. No tenía nada que perder. ¿Por qué no arriesgar? Su papel en el Mundial estaba cumplido; en la carrera también, tras adelantar a su compañero Rubens Barrichello y asegurarse el podio.
Así, sin desdibujar la sonrisa que le caracteriza desde hace semanas, Button enseñó sus cartas y su morro al oceánico en la primera demostración de piloto campeón. Webber picó, se pasó de frenada, descargó adrenalina y aguantó hasta el límite, rodando en paralelo con el Brawn de Button, en una exhibición de fortaleza y temple. El premio, acompañar a Vettel en el cajón.
Bajo los focos artificiales y la arquitectura morada un circuito rodeado de yates de lujo, Sebastian Vettel gritó, hizo trompos y celebró con los brazos en alto algo que, más que una victoria, es un aviso a navegantes. No se conformará con ser el eterno subcampeón. Vettel tiene hambre, y no respetará ni la edad ni las jerarquías. Se verá junto a todo el resto en febrero, cuando arranque una pretemporada llena de cambios. Nuevos equipos, un solo repostaje, la ausencia de KERS, esperanzas renovadas y neumáticos más estrechos que exigirán, aún más si cabe, más destreza a los pilotos y más magia a los ingenieros. El Mundial pone su broche, pero la fórmula uno no se detiene. Todavía queda una guerra, la de los presupuestos. La primera gran batalla de Todt contra un presidente de la FOTA al que ya conoce de sobra: Luca di Montezemolo, el dueño de la nueva casa de Fernando Alonso, vestido ya de rojo Ferrari.
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