Río combina pasión y economía
Lula señala que la candidatura es de "toda América Latina".
Pasión y números. Vídeos vertiginosos de las simulaciones de las sedes y Copacabana. La décima economía del mundo y la samba. Las esperanzas de 190 millones de brasileños y la menor tasa de paro de la historia del país. La potente presentación de Río de Janeiro ha combinado el sueño del anciano Joao Havelange, presidente de la FIFA, de celebrar su centenario cuando su país organice los Juegos del 2016, con asombrosos datos económicos. La contundencia ardiente de su presidente, Lula da Silva, "es la oportunidad de abrir las puertas de la gran fiesta de la humanidad a un continente", ha dicho, "el momento de encender un pebetero en tierras tropicales" y el abordaje franco del espinoso asunto de la seguridad.
Allí fueron todos: desde el presidente del Banco Central de Brasil, Enrique Mireilles, hasta la capitana de policía Priscila, encargada de personificar un programa de seguridad basada en la inclusión y que compromete tres millones y medio de dólares para "entregar los juegos más seguros", en palabras del gobernador, Sergio Cabral. Estaba Pelé, el hombre que hacía maravillas con una pelota de trapo, y estaba Barbara Leoncio, la niña que corría descalza y aventajaba a todos los chavales.
Brasil ha apelado a su derecho a cambiar la historia para 400 millones de suramericanos, ha apelado a su economía en crecimiento, al poder del deporte como infalible catalizador, al legado tangible que cambiará la metrópoli y a la herencia intangible de los Juegos para la autoestima de un pueblo. "Río está listo, yo les aseguro que los Juegos serán inolvidables, pletóricos de pasión, energía y la creatividad del pueblo brasileño", concluyó Lula, que había entrado brazo en alto. Que se despidió entre flashes, saludando, como Obama, a los miembros del COI a base de apretones.
La candidatura parecía sentirse ganadora después de la letárgica presentación de Tokio. El vídeo final simulaba la llegada de los atletas a la ciudad, grupos de jóvenes con diferentes colores y vestimentas desfilando por las calles, asistiendo a improvisados conciertos callejeros, abrazándose en la "ciudad más feliz del mundo", como la definía el alcalde y proclamando en todos los idiomas "la pasión nos une", hasta dibujar cinco aros olímpicos, cómo no, en Copacabana.
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