Éxtasis y Forlán
El Atlético se clasifica para la Liga de Campeones y el uruguayo logra su gol número 32
El Atlético ha entrado como un cohete en la Liga de Campeones. Lo ha hecho a lo bestia, encadenando seis jornadas de gloria, las seis resueltas con victorias, derrumbando a sus más ilustres rivales. El Atlético se presenta en el escaparate europeo por segundo año consecutivo, algo inédito en su historia. La derrota de Santander (5-1) hace siete jornadas amenazó con destruir al equipo, que se levantó de sus cenizas empujado por Forlán, convertido en el mesías de este grupo. El ánimo del uruguayo resultó contagioso. Abel sacó del vestuario a algún que otro elemento dañino y el grupo fue engordando en autoestima y, aunque, sin exagerar, en fútbol. Puso la directa, encadenó victoria tras victoria y se encontró ayer, en su casa, al abrigo de su (ahora sí) entregada afición, con una oportunidad única: la de certificar su presencia entre los grandes de Europa, una quimera hace unas semanas. Certificada está. Y con nota .
Atlético 3 - Almería 0
Atlético de Madrid: Leo Franco; Heitinga, Pablo, Ujfalusi, Pernía; Assunçao, Raúl García, Maxi (min. 70, De las Cuevas), Sinama (min. 61, Luis García); Agüero y Forlán (min. 84, Camacho).
Almería: Diego Alves; Bruno, Acasiete, Pellerano, Mané; Iriney, Soriano (min. 55, ?lvarez), Crusat (min. 75, Ortiz), Juanma Ortíz (min. 58, Nieto); Piatti y Negredo.
Goles: 1-0, min. 19: Agüero. 2-0, min. 27: Raúl García. 3-0, min. 49: Diego Forlán.
Árbitro: Delgado Ferreiro. Amonestó con tarjeta amarilla a Assunçao (min. 35) y a Luis García (min. 69) por parte del Atlético de Madrid. Álvaro Negredo (min. 63) recibió tarjeta amarilla por parte del Almería.
Estadio: Vicente Calderón. 48.000 espectadores.
Tenía enfrente el Atlético a un Almería que no se jugaba nada, pero que jamás le perdió la cara al partido, para solaz de los más suspicaces. Pero el empeño de los de Hugo Sánchez resultó anecdótico. A los dos minutos Forlán cazó el balón en la izquierda y lo colocó de forma salvaje al borde del área chica, donde aparecieron botas de todos los colores que no llegaron a impactar con aquél. Era el primer aviso. Forlán estaba despierto.
Durante las últimas semanas los focos han iluminado en exclusiva al uruguayo, máximo culpable de que el Atlético haya firmado una racha maravillosa. Como la suya, logrando goles en las últimas ocho jornadas, 12 del total de 32 que le han dado el Pichichi, la Bota de Oro y cuanto trofeo premie al mejor goleador del planeta. Pero ayer su socio, el Kun Agüero, exigió su sitio bajo los focos. Tardaba el Atlético en dar con la tecla, ansioso como estaba por llegar cuanto antes al área rival, sin capacidad para la elaboración, cuando el balón le llegó al argentino, en la banda derecha, por donde progresó. Quiso centrar, pero su envío golpeó en Pellerano. El rebote volvió a sus pies y en ese momento el Kun imaginó una obra maestra. Y la ejecutó. Regateó con el pie derecho hacia fuera, no vio hueco; lo hizo con el izquierdo hacia dentro, y ante él seguía el defensa; repitió con el derecho, con un toque más largo y entonces vio el agujero: con su zurda, desde fuera del área, inventó un zapatazo que Alves vio cuando la grada ya tronaba.
El gol disparó las ganas del Atlético, donde Assunção dio inicio a su habitual maratón. Una falta ladeada permitió a Maxi ponerla en el área, donde en el palo más lejano apareció, imparable, Raúl García, que cabeceó a gol. Era el segundo, el que dinamitaba cualquier duda que pudiera entrarle a un equipo, el Atlético, sobrado de ellas.
Pero no ayer. Porque este Atlético es capaz de todo, incluso de esconder sus limitaciones. Suyo era el dominio, aunque tímido, y ahí andaba Forlán, como un depredador, esperando su momento. Lo intentó con una chilena que rebotó en la calva de un defensa y se fue fuera. El Almería amenazó tímidamente con una arrancada de Negredo, que fue a resbalarse justo cuando encaraba a Leo Franco. Y a la vuelta del descanso ocurrió lo inevitable. El balón le llegó a Forlán, escorado a la izquierda, una memez para él, que preparó su zurda, a casi 30 metros de la portería, una minucia para él, Y lanzó el pelotazo abajo, para que el césped lo escupiera y lo acelerara. Obediente, el balón salió lanzado y esquivó la estirada de Alves.
A partir de ahí, el partido se convirtió en un carrusel, con el balón de una a otra portería, con el público celebrando el éxito y, al grito de "¡u-ru-gua-yo!", empujando a Forlán para que aumentara aún más su suculento botín de goles. No lo consiguió, por mucho que cabeceara el balón para mandarlo un centímetro por encima del larguero. A cuatro minutos del final, Abel decidió sustituir a Forlán, que fue despedido por el público con la mayor ovación que ha gritado este estadio en mucho tiempo. Era el colofón a un triunfo que manda al Atlético a la Liga de Campeones con todo merecimiento, donde entra sin galones pero con la satisfacción del deber cumplido, algo inimaginable cuando las ilusiones de su afición estaban cerradas por derribo. Hoy no tienen límite, y la culpa la tiene el chico ese que lleva el 7, el uruguayo, el que se ha sacado de la manga 32 goles para mandar al paraíso a un equipo que malvivía en los bajos fondos. Forlán, se llama, el culpable de todo esto.
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