Nadal es puro granito
El tenista mallorquín doblega a Lleyton Hewitt en dieciseisavos (6-1, 6-3 y 6-1) y avanza cada vez con más firmeza
Rafael Nadal ya se parece a Rafael Nadal. Lo ha podido comprobar Lleyton Hewitt en un partido intenso, jugado con agresividad y valentía por el australiano, siempre un segundo tarde, un centímetro lejos, o a un paso de menos para lograr su objetivo. A 'Rusty' no le pesan los años sino la vida, toda una carrera haciendo de cada encuentro una cuestión de honor, descontando a cada bola las fuerzas de hoy y también las futuras. Hoy el australiano es un tenista orgulloso, capaz de recuperar un break de desventaja ante el número uno del mundo en la segunda manga, pero sin armas, velocidad ni potencia para discutir realmente el partido (6-1, 6-3 y 6-1).
Nadal, además, va dando signos de que su juego avanza en la dirección correcta. Su derecha vuelve a hacer daño. Corre su pelota sobre el polvo de ladrillo. Y, de nuevo, sus piernas son un seguro, antes que para correr, para atacar la pelota en el momento y el lugar justos. Hewitt planteó un partido agresivo. Jugando de atrás adelante, limpió las esquinas de la pista y quiso saber de qué material está hecho el número uno. Para su desgracia, el partido confirmó lo que ya se había visto: Nadal es puro granito.
Al español le espera ahora como rival en octavos de final el vencedor del Robin Soderling-David Ferrer. Es un partido peliagudo. El sueco tiene cuentas pendientes con Nadal desde que perdió con éste un partido interminable, extendido durante varios días, allá en Wimbledon 2007. Ferrer, por su parte, tendría la oportunidad de 'vengarse' del hombre que por dos veces destruyó sus sueños. Siempre quiso el alicantino coronarse en el torneo Godó, el trofeo que ambicionaba de niño. Por dos veces, la última esta misma campaña, Nadal se cruzó victorioso en su camino durante el partido decisivo.
"O paran, o les echo"
Es casi noche cerrada y Victoria Azarenka, la número nueve del mundo, está contra las cuerdas. El público de la pista uno grita, chilla y hace la ola. Carla Suárez manda. Su juego enreda a Azarenka con una sutileza envolvente y magnética. Revés a revés, la española se lleva la primera manga y logra adelantarse con un break en la segunda. Azarenka grita. Azarenka chilla. Azarenka se encara con el público, pide silencio, y tienen que intervenir los agentes de seguridad para que aquello no acabe siendo un circo. Es curioso. La discusión implica a una familia bielorrusa sentada en el palco de jugadores. Más que probablemente, invitados de la tenista. Gritan, chillan y protestan mientras agitan su bandera. "Vicky!", animan, peleados con otro espectador bielorruso entre abucheos y silbidos, hasta que pone orden un empleado del torneo: "O paran, o les echo", les dice.
En medio de la trifulca, Suárez también grita. El partido está en el fango. Ya no se juega, se pelea. Azarenka ha recuperado el break de desventaja. Cae la noche, y la española sigue sudando sobre la arena. Levanta dos bolas de set en contra al resto. Grita de nuevo Carla. Pierde su servicio, y con él se va la segunda manga. No hay más. La luz lo impide. Este sábado se reanuda el partido con 7-5 y 5-7.
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