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Crónica:FÚTBOL | 18ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Canobbio salva al Celta

El uruguayo rompe con su gol a la Real Sociedad en un encuentro soporífero

La mala noticia es que Baiano ha perdido el gol; la buena, que Canobbio lo recupera poco a poco. Gracias al acierto del centrocampista uruguayo, el Celta puso fin a la racha de tres derrotas consecutivas sin marcar ningún gol en otra tarde de fútbol plomizo y gris.

Al inicio de la temporada, este tipo de partidos los mataba Baiano, que enchufaba todo lo que se le ponía por delante. Pero desde que sufrió su lesión, al delantero brasileño le falta la chispa que le permitía adelantarse a los centrales. Renqueante, saca por la línea de fondo lo que antes alojaba en la red, y el Celta lo paga, claro. Cuando le falta el fútbol, lo que viene ocurriendo con cierta asiduidad, sufre horrores para imponerse a su rival, aunque éste sea un equipo tan plano como la Real, Sociedad un espectro sin alma que paseó su decadencia por la pradera de Balaídos, que abandonó con un sólo disparo a la portería contraria.

Sólo han pasado tres años desde que la Real Sociedad perdió una Liga en Vigo, pero parece que hubiera transcurrido un siglo. De aquel equipo al que ayer correteó por Vigo media un abismo. La ausencia de Nihat lo convierte definitivamente en un grupo mediocre, incapaz de aprovechar las lagunas de un Celta que se pasó media tarde fuera del partido. Torpe en la construcción, blando en el centro del campo e inexistente en el ataque, fue el rival perfecto para un Celta que se derrumba por momentos, quizás influido por una sensación de superioridad sobre el rival fronteriza con la pereza.

Puede que Canobbio no luzca como la temporada pasada, pero su simple presencia garantiza dos o tres asistencias, unas cuantas paredes y algún que otro gol. Intermitente como todo su equipo, el uruguayo encontró a Baiano, que le devolvió el balón en el balcón del área. Recorte y gol con la diestra, la pierna mala, aunque no tanto como el amago de estirada de Riesgo, que no llegó al balón.

Había perdonado Baiano y seguiría haciéndolo el resto del partido, de modo que la responsabilidad era para los centrocampistas.

El tanto, dos o tres asociaciones y los minutos finales, los de Gustavo López fue todo lo que el Celta dio de sí en un partido insoportable. Especial mérito tuvo la aportación del argentino, cuya influencia sobre la grada crece al ritmo que se le niegan los minutos. Cuando ingresó en el campo, en Balaídos se jugaba algo muy distinto a un partido de fútbol. El balón volaba alocadamente de bota en bota sin el menor atisbo de hilo conductor. Salio Gustavo, lo bajó al piso y de sus zurda salió el habitual repertorio de quiebros y centros de alta precisión que le hace el preferido de los aficionados. Fue un pequeño agasajo final para quienes habían padecido tanto aburrimiento.

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