El Madrid se hunde en la batalla
Osasuna, con diez desde el minuto 15, sacó de quicio al conjunto blanco, que tiene a la hinchada muy irritada
El Madrid regresó a sus peores hábitos frente a Osasuna, equipo rocoso, de personalidad, capaz de convertir en beneficiosa la situación más adversa posible. En un partido feo y muy desagradable, Roberto Carlos abrió las hostilidades con una violenta entrada a Valdo y una exagerada reacción a un codazo de Puñal. Ocurrió muy pronto y tuvo consecuencias. Valdo se retiró lesionado. Puñal salió expulsado. En ningún momento del encuentro pareció que Osasuna estuviera con un futbolista menos. Jugó con entereza y sacó de quicio al Madrid, que tiene a la hinchada en un estado de irritación. Los aficionados cargaron contra el equipo y especialmente contra algunos jugadores. Esta vez fue Baptista el objeto de las críticas. A López Caro, el nuevo entrenador, le indultaron en los cambios. Lleva dos partidos en el Madrid y se le permite cambiar a un delantero por un centrocampista, frente a un equipo con diez jugadores, con el encuentro empatado. Retiró a Robinho para que ingresara a Zidane. Dicen que dos decisiones de este pelo —una frente al Olímpico de Lyon y otra con el Getafe— fueron decisivas en la destitución de Luxemburgo. La hinchada se sintió más ofendida por el pésimo juego del Madrid, que estuvo al borde de la derrota tras el gol de Milosevic. Le salvó circunstancialmente Soldado, solución de emergencia en el desesperado trecho final del encuentro. Pero bien mirado el empate es una derrota en toda regla. La Liga se le escapa al Madrid. A la diferencia abismal de juego que sufre con el Barça, se añaden los puntos. Ya son ocho de distancia.
El duelo fue desagradable, muy feo, con un punto de emoción al final. El Madrid entró en crisis con el tanto de Milósevic y se obligó a una reacción de última hora. Detrás quedó un partido que Osasuna manejó desde el lado del oficio, cosa impensable hasta hace poco. Tradicionalmente el Madrid imponía su ley en este tipo de partidos, donde se encontraba con todas las condiciones favorables. Ya no. Ahora es un equipo con escasa personalidad y poco juego. Osasuna salvó las dificultades sin aparente esfuerzo. Fue sólido en el capítulo defensivo y se movió con soltura en el intempestivo ambiente que se generó tras la durísima entrada de Roberto Carlos a Valdo. No es la primera vez que Roberto Carlos se cobra un tobillo por una acción injustificable. Ahora que su importancia en el Madrid ha decrecido, le queda el aire demagógico y los trucos de jugador veterano. Convirtió un interesante duelo con el segundo clasificado de la Liga en una guerra. Sorprendentemente, el Madrid salió más perjudicado que Osasuna. La expulsión de Puñal no le produjo ningún efecto visible. Todo lo contrario. Reaccionó con vigor, mantuvo el orden y desafió al Madrid, que fracasó en todas las líneas. No existió la delantera, los centrocampistas no comprendieron nunca las necesidades del juego y la defensa fue derrotada por Milosevic, que hizo un partido extraordinario.
Milósevic, un jugador de 32 años que gasta sus últimos días en el fútbol, fue el único que mantuvo la serenidad en el Bernabéu. Nunca ha sido el más rápido de los delanteros, ni el cabeceador más poderoso, a pesar de su considerable estatura y de un corpachón que maneja con la habilidad de un bailarín. Pues bien, Milosevic cabeceó para marcar el tanto de Osasuna, premio razonable a su imponente partido. Apenas puede correr, pero Milosevic convirtió cada pelota en un tesoro para su equipo. La conservó con tanta facilidad que sólo podía verse el estupor de los defensas y centrocampistas del Madrid, incapaces de desactivar al delantero de Osasuna. Cada una de sus intervenciones fue un excepcional ejercicio de inteligencia. Permitía mantener la pelota a Osasuna y llevar el juego donde menos convenía al Madrid. Todo esto en medio del fragor, con patadas violentas, fricciones constantes y una ausencia casi absoluta de fútbol. Se suponía que eso le debía corresponder al Madrid: por local, por superioridad numérica, por la fama de sus jugadores, por el estado de necesidad del equipo. Nada. El Madrid desaprovechó las ventajas y funcionó con el fútbol que le caracteriza. Fue un equipo plano, desconcertado, sin versatilidad, paciente cuando no debía e impaciente cuando necesitaba algo de calma. Un desastre que no pasó desapercibido a su gente.
La hinchada reaccionó ofendida al juego del Madrid. Durante más de una hora apenas exigió una intervención a Ricardo. Con orden, vigor y Milosevic, a Osasuna le sobró para manejar el duelo. Y siempre con algún apunte de peligro. El Madrid estaba al borde del error en sus acciones defensivas, especialmente Pavón, que comenzó a equivocarse reiteradamente. El ataque no existió. Ronaldo no apareció, Baptista confirmó que sólo puede evitar su vulgaridad con goles y Robinho regresó a sus dudas. Eso frente a un rival recio, sin fisuras, sin ninguna intención de acomplejarse. Fue a la guerra y no perdió. Sólo cedió a última hora, cuando la fatiga y el estirón del Madrid le obligó a achicar demasiada agua. Eso y Zidane, que fue para su equipo lo que Milosevic para Osasuna. Dos jugadores veteranos, probablemente en declive, pero jugadores al fin. Los dos únicos que interpretaron el partido desde el fútbol. Lo otro fue una guerra. Bien mirado, la perdió el Madrid.
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