Fin de fiesta
El Betis, eliminado tras no pasar del empate ante un Liverpool muy farragoso
Incapaz de probar a Reina en toda la noche, el Betis, sin delanteros que le socorrieran, se despidió de su primera aventura en la Liga de Campeones. Lo hizo en Anfield, templo del vigente campeón de Europa, que hizo las cuentas debidas con el sudor que le caracteriza y que le ha encumbrado de nuevo. Frente al fútbol directo y físico del Liverpool, el Betis no expuso nada, salvo resistencia defensiva. Sin Oliveira, Dani y Edu, el equipo verdiblanco se sintió desnudo en ataque, completamente a la intemperie. Contuvo al Liverpool hasta el final, pero se quedó a un gol de mantenerse en el torneo. Atascado en la Liga y con el hospital repleto, al Betis le toca ahora centrarse en asuntos domésticos, lo que no es poco. Para el Liverpool, el sueño europeo continúa. Es un equipo farragoso, pero cualquiera le resta opciones: al fin y al cabo, el equipo de Benítez destila tan malas sensaciones como en su glorioso último tránsito por esta competición. La pócima mágica es más o menos la misma, con una variante llamada Crouch.
Los campeones de Europa suelen marcar tendencias. Por ahora este Liverpool no lo ha hecho. Y será difícil, por no decir imposible, que lo haga. De momento, no parece que haya muchos equipos dispuestos a jugar con un pívot. Benítez, sí. El chico se llama Crouch, está forrado de huesos, tiene piernas de alambre y se peina en los dos metros. A Benítez le seduce tanto que le ha convertido en el cordón umbilical de todo el Liverpool. No es Maradona, pero el campeón de Europa se ha puesto a su servicio. El asunto es sencillo: la pelota llega a Reina, el portero, que tiene entre ceja y ceja a Crouch, al que le busca el flequillo con un zapatazo más o menos preciso. El pívot brinca, normalmente cabecea, y al rebote acuden cuatro o cinco compañeros anclados en su perímetro. Entonces es la pelota la que brinca, tal que en un paisaje lunar. Por lo general, no ocurre nada Da lo mismo, vuelta a empezar. Crouch aún no ha metido un gol con el Liverpool, pero animadores no le faltan: The Sun ofrece una caja de champán —barato, por supuesto— al portero incapaz de evitar el primer gol del delantero más alto de la Premier, del planeta, quizá. Doblas estuvo a punto de llenar su bodega, porque tanto insistió el Liverpool en el método Crouch, que éste fue el único que dejó huella en las áreas. Suyo fue el primer remate del partido —con el pie, por cierto— y suyos los dos siguientes —de cabeza, faltaría más—. Casi todo el repertorio ofensivo fue un solo de Crouch.
Al margen de la sinfonía del larguirucho delantero, el encuentro fue un enredo permanente. Minado el campo por el Liverpool, un equipo que desdeña elaborar el juego, que supedita su destino a la musculatura de su plantilla, el Betis nunca le cogió el hilo al partido. Con Xabi Alonso en la grada, el conjunto inglés resulta aún más siderúrgico de lo habitual. Obligado a disputar un asalto tras otro para ganar la pelota, el Betis salió siempre mal parado. Frente a culturistas como Hamann y Sissoko, Rivera no pudo remar. A su lado, Assunçao, dimitido desde el inicio. Y, por delante, Arzu, fuera de sitio por las bajas de los tres únicos delanteros verdiblancos. Así, al Betis de nada le servía el balón, o lo perdía al primer choque o se encontraba sin nadie al que echar el lazo en ataque. Fernando, un futbolista listo para el gol cuando irrumpe desde la segunda línea, se vio obligado a hacer de Crouch. Una quimera. Jamás pudo descolgar la pelota con Hyypia o Carragher a su espalda. También estuvo Joaquín, que se alineó pero no jugó.
Sin más argumentos, el Betis se limitó a estirar el cuello ante Crouch y a cruzar los dedos a la espera de una jugada aislada: una falta de Assunçao, un cabezazo de Juanito Hasta que Serra Ferrer se hartó del medio centro brasileño y le despidió del partido mediado el segundo tiempo. Poco antes, Benítez había dado vuelo a su mejor goleador del curso, Cissè. Por supuesto, el sustituido no fue Crouch, sino Morientes, al que su compañero de ataque le había dejado caer en el segundo tiempo dos cabezazos que el español a punto de convertir en gol.
En el equipo sevillano nadie se acercó al gol, un gol imprescindible para seguir en la Liga de Campeones. Con su ataque roto, el Betis no encontró respuesta alguna. Ni siquiera se sintió capaz de tocar la corneta con lo que tenía, al menos en los últimos instantes del choque. Un tramo final que también tuvo angustiado al Liverpool, un equipo que mide cada paso, muy calculador, sabedor de que un tanto bético le hubiera obligado a jugarse el futuro en la última jornada. Ni más ni menos que en Stamford Bridge, ante el Chelsea. El punto de ayer le deja clasificado. Y al Chelsea, también. Para el Betis, fin de fiesta.
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