Un Barça glorioso
La hinchada del Madrid reconoce la inmensa superioridad azulgrana, coronada con dos magníficos goles de Ronaldinho
Una noche para el recuerdo abrió heridas profundas en el Madrid y coronó al Barça en el Bernabéu, donde se asistió a un partido que recordó a otro inolvidable, aquel de Cruyff y el 0-5 que jamás se borrará de la memoria de los aficionados. El Barça desplegó todas las cualidades que le han convertido en el equipo más brillante del fútbol europeo. A la cabeza, Ronaldinho, autor de dos goles que terminaron con cualquier debate. La hinchada del Madrid lo reconoció con elegancia. Allí había un jugador excepcional y un equipo formidable. Del Madrid no quedó nada. Sólo desánimo y destrucción. La derrota sólo manifestó todos los síntomas que aquejan a un equipo que viene de numerosos fracasos y parece abocado a una crisis enorme.
El partido retrató la abismal diferencia actual entre los dos equipos. Uno responde a un plan. Está diseñado para jugar. Ficha para ajustarse a un modelo. El Barça no sólo es un equipo, es una idea de fútbol, una idea singular en estos tiempos, pero perfectamente conocida en un club que cambió radicalmente con Cruyff. Hay un hilo que conecta a aquel Barça con éste. Se observó con claridad en Chamartín. El Barça jugó con autoridad y clase. Y esta vez no le faltó el coraje que le faltó en otras ocasiones, cuando se presumía una superioridad que no terminaba de concretar. Enfrente tuvo a un equipo que no obedece a ningún plan. El Madrid es producto de una idea mercantil que ha destinado al fútbol a un papel secundario. Tiene estrellas, contrata jugadores, gasta enormes cantidades de dinero, pero es un equipo sin perfiles. Ni se sabe a qué juega, ni tiene posibilidades de jugar bien. Es un mosaico decepcionante, con una plantilla descompensada, con algunos jugadores en el crepúsculo de su carrera, todos ellos condenados a la titularidad por las peculiares prioridades del club. No faltaron Zidane, Beckham, Roberto Carlos y Ronaldo en el equipo que se enfrentó al Barça. Alguno venía de un largo periodo de inactividad —Ronaldo—, otros pasaron sus mejores días hace bastante tiempo —Zidane—, otro es el sello comercial del club —Beckham— y Roberto Carlos no tiene sustituto en la plantilla. Pero todos jugaron. A su alrededor, un equipo abnegado en el mejor de los casos, irrelevante en el plano futbolístico, inferior al Barça en todos los aspectos.
La hinchada asistió con amargura al desastre del Madrid y tuvo la grandeza de admitir la superioridad del Barça, encabezada por Ronaldinho, autor de dos goles impresionantes que le coronaron como el jugador del partido. Ronaldinho eligió el partido perfecto para proclamarse futbolista del año, balón de oro y todos los galardones que quiera. Es en noches como esta, donde los grandes futbolistas están obligados a manifestar sus poderes. Nadie en el Madrid pudo desafiar a Ronaldinho, Eto'o y Messi, la delantera que está destinada a protagonizar grandes días para el Barça y para la Liga española. Si el Madrid no reacciona con el proyecto futbolístico que ahora no tiene, el Barça tiene vía libre para hacer época. Es un equipo joven, brillante y bien construido. Con una particularidad, representa un ideal futbolístico tan poco corriente que se convertirá en un formidable reclamo comercial en todo el mundo. Todo lo que el Madrid pretende hacer con estrellas publicitarias, el Barça lo conseguirá por puro fútbol. Y con poco gasto.
No hubo discusión: el Barça se impuso en todos los órdenes. Acreditó su autoridad con goles, ocasiones y excelentes jugadas. Es posible que no sea un equipo impermeable. Concede oportunidades que son impensables en la Juve o en el Chelsea, pero su propuesta es magnífica. Juega al ataque y juega exquisitamente. Es la clase de equipo capaz de ganarse la admiración del Bernabéu. Pocas veces la hinchada madridista ha asumido con tanta resignación la grandeza del rival histórico de su equipo. Pero no hubo otro remedio. Cuando Ronaldinho protagonizó la maravillosa jugada del tercer gol, la gente se levantó, olvidó rencillas y ovacionó al jugador brasileño. Fue una ovación de reconocimiento a Ronaldinho y al equipo que había triunfado en el Bernabéu. Hay momentos donde el fútbol puede con todo. Ese fue uno.
Detrás de los tres goles del Barça hubo varios que no llegaron por la actuación de Casillas, el único jugador del Madrid que no pareció superado por el trago. Que eso ocurra ante su hinchada y en el partido más esperado de la temporada, es una pésima noticia para el Madrid. Derrotas de este calado tienen graves efectos sobre el club, sometido ahora mismo a un desánimo absoluto. Los aficionados salieron enfadados y aturdidos del encuentro, convencidos del difícil panorama que le espera al Madrid esta temporada y probablemente en el futuro como no cambie de política. En el otro lado, todo funcionó como la seda. No fue el típico partido que se sale de la realidad. Fue la consagración de la realidad. El Barça aplastó al Madrid con un juego que mezcló la serenidad, la precisión y la contudencia de sus delanteros. Todo con ingenio y clase. Fue una gran noche de Messi, que ganó con claridad su duelo con Roberto Carlos y salió vencedor en otro duelo virtual: el que mantiene con Robinho. Eto'o fue de nuevo el depredador implacable que destruye temporada tras temporada a la defensa del Madrid. Anotó el primer gol y en ningún momento se sintió cohibido por las censuras de los aficionados. Y finalmente Ronaldinho, autor de un partido grandioso, maradoniano por las cosas que hizo y por el efecto que dejó. Sus goles fueron dos obras de arte. Combinó la potencia, la velocidad, la astucia, la habilidad y la precisión. En Ronaldinho desembocó el magnífico partido del Barça, el mejor Barça que ha pasado por el Bernabéu desde la célebre noche de Cruyff y el 0-5.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.