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Crónica:FÚTBOL | Cuarta jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Buena victoria, pésima imagen

El Madrid se clasifica para los octavos de final con una victoria desacreditada por el mal juego

El Madrid se trabajó su clasificación para los octavos de final, objetivo que alcanzó con cierta soltura en el primer tiempo y con un espantoso juego en el segundo. Frente al Rosenborg actuó con el perfil que estrenó en Riazor y que exhibió penosamente en Sevilla. Lo mejoró en la primera parte gracias a tres futbolistas antagónicos, fieles como nunca a sus respectivos papeles: Sergio Ramos, que sigue estableciéndose como un pilar; Casillas, que hizo siete paradas de mérito; y Guti, que ganó el partido donde hay que ganarlo, en los últimos metros.

El Madrid no padeció en Noruega los agobios que le hizo pasar el Rosenborg en algunas fases del encuentro del Bernabéu. El equipo no se dejó intimidar más de cinco minutos. Skjelbred y Braaten son los jugadores más desequilibrantes del Rosenborg y ambos comenzaron el partido alborotándole los costados a Roberto Carlos y Salgado. Casillas vio pasar un par de pelotas silbando sobre el larguero. Pero el empuje no le duró mucho al Rosenborg. El Madrid salió de la cueva con más oficio que juego. Cortó los ataques de su rival con la autoridad de Woodgate en el juego aéreo y con el coraje de Sergio Ramos, asombrosamente cómodo en tareas de barrendero. Del resto se ocuparon los tres delanteros, responsables ayer de sostener el andamiaje.

Luxemburgo puede felicitarse por una cosa: el equipo ha salido con buenos resultados a pesar de ofrecer síntomas de aturdimientos. Lo ha hecho después de la derrota de Riazor, cuando desde el propio club se agitó un debate que lo desautorizaba ante sus jugadores. Un debate que sometió a juicio sumario el carácter y el compromiso de los futbolistas, en la mira del irritado Alfredo Di Stéfano, el único dirigente que habló públicamente tras la derrota. No era fácil hacerse escuchar en esas condiciones pero al técnico brasileño le va el estrépito. Huele pólvora y es feliz. En la crisis articula mejor sus mensajes. Ante las dudas, el grueso de la plantilla le ha seguido. La victoria en Sevilla ante el Betis, el sábado pasado, entrará en los anales como uno de los partidos más vulgares del campeonato. Pero al Madrid le sirvió de mucho.

Lo cierto es que después de una semana turbulenta el espíritu del vestuario se ha reforzado y no sólo por obra del entrenador. A la cabeza de este movimiento regenerador se encuentra Guti, hombre paradójico donde los haya. Llamado por Luxemburgo a vivir una estación en la intrascendencia, Guti ha torcido su suerte. Lo volvió a probar ayer en el estadio de Lerkendal, donde sirvió al Madrid de punto de apoyo y creación. Dos acciones suyas hicieron posibles la victoria.

La victoria ante el Betis también sirvió para que Sergio Ramos se acomodara en el centro del campo y en el equipo. Si la crisis ha reforzado a Luxemburgo, al central lo ha convertido en un pilar. El chico responde al arquetipo del competidor. Necesita la fricción, el desafío. En A Coruña demostró resistencia a la derrota. En Sevilla se acomodó en el medio campo. Ayer, sin Pablo García, ejerció mejor su tarea. No tiene desplazamiento de balón pero sabe defender su territorio, tiene robo de balón, intimida y juega sin rifar. Sólo se ocupó de con Raúl y Guti cada vez que pudo.

De Guti partió el pase del partido. El pase que resolvió el duelo y, probablemente, la clasificación. Mediada la primera parte, el media punta recibió una pelota en el círculo central, se giró y vio una sombra que se desmarcaba a su izquierda. Suficiente. Con un golpe seco, envió la pelota a ras de hierba, tensa y fuerte, sobre la raya de la frontal del área de Johnsen. Por ahí pasó Robinho como un tiro, feliz de que alguien le diera ocasión de exhibir su genio. Cruzó el balón, lo tocó el portero y Dorsin lo dejó en su portería.

Guti cerró el partido unos minutos más tarde, remachando una jugada que inició Beckham. El gol obró como una dormidera para el Madrid, que se fue al descanso sospechando que al Rosenborg no le quedaba pegada. Y era cierto, pero todo el segundo tiempo fue un monumento a la dejadez y a la falta de gusto por los detalles. Colaboró Luxemburgo, que terminó por confeccionar un centro del campo con Mejía, Sergio Ramos y Raúl Bravo. Para un club como el Madrid, algunas cosas son sagradas. Está obligado por la historia a ejercer un papel que ayer no cumplió en Noruega. El equipo que terminó el encuentro era una ensalada de defensas. No hubo un detalle, un remate, un pase. Nada. Ni tan siquiera se defendió bien. Se clasificó, hizo su trabajo, pero dejó por el camino algo que se puede denominar como prestigio.

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