"Nunca me dejéis solo, por favor"
Fernando Alonso celebra en Oviedo junto a 20.000 seguidores su triunfo en el campeonato y el Premio Príncipe de Asturias
¿Que Asturias es verde? No, no. Asturias es azul, azul celeste. Azules son las ropas de la gente, azules los pelucones, los mantos y las camisas; azul es el rastro de la velocidad y azul la transgresión del tiempo y el espacio que pulveriza en los circuitos de todo el mundo el arrojo de Fernando Alonso. Azul era la marea ayer en Oviedo y azules las mantas de la calle; de azul se vistieron las gordas de Botero y las meninas de Manolo Valdés, recién colocadas en la calle de Uría, y azul era la esperanza de los abuelos y los padres, de los hijos y los nietos que vitorearon al campeón del mundo de fórmula 1 ayer en la plaza de la Escandalera y antes en el Auditorio Príncipe Felipe, donde el astro se reunió con más de 2.000 aficionados antes de saludar desde el balcón de Cajastur a los 20.000 admiradores —según la Policía Municipal— que fueron a recibirle como ese héroe magnífico, ese jinete de la alegría y el triunfo al que siguen por todo el mundo.
Desde la pantalla del televisor, Alonso, pese a la garra, a los cabreos, a la franqueza que reparte y que a veces le hacen arisco, parece un caballero andante tecnológico, casi virtual, con el casco embotado y escondido en esa máquina que pone a más de 300 kilómetros por hora y en la que, dice él, todo le parece negro. "Tengo la teoría de que, cuanto menos veas, más rápido vas", confesaba ayer, temerario, en el Auditorio arrebatado de Oviedo, junto a los paisanos enloquecidos, que le recibieron con los ojos bien abiertos como para consumar un milagro en el que el elegido, siempre distante, alejado y virtual en las pantallas y en los anuncios, acabaría convirtiéndose en un ser de carne y hueso.
Como tal se presentó en el escenario donde se le sigue cada domingo en una pantalla gigante, contestó a todas las preguntas que le hicieron y luego se aseguró desde el balcón de la plaza otro cheque en blanco de apoyo y entusiasmo mostrándose cercano y hasta frágil: "Nunca me dejéis solo, por favor", les decía a sus conciudadanos, antes de ponerse a cantar 'Asturias patria querida' y a prometerles más. "Voy a dejarme la vida en ello y a intentar repetir el triunfo el año que viene".
Dejó colgados la corbata y el traje que lució anteayer en la ceremonia de los Príncipe de Asturias, en la que admitió que había soltado alguna lágrima de emoción, y contó lo que le dijo don Felipe al entregarle el premio: "Aquí no te has pasado de frenada". Entonces aguantó como pudo el protocolo, pero ayer era día de vaqueros y zapatillas deportivas blancas para botar y disfrutar junto a los aficionados. Junto a ellos se sentó, se rió, se emocionó; demostró humildad, grandeza y chulería, tres atributos que quizá le sigan dando más campeonatos. Fue el protagonista absoluto de un espectáculo mediático en el que hubo preguntas cara a cara y canción de Melendi —el himno Magic Alonso, que todo cristo se sabía de memoria—, en el reencuentro del triunfador con las caras de su marea azul, esa ola de energía que le hace sentirse orgulloso de los suyos allá donde va. "En todo el mundo se os conoce con ese nombre. Aunque yo cambie de equipo, vosotros no cambiéis de color", les pidió.
Cuatro periodistas le acompañaban en el escenario del auditorio: J. J. Santos, de Antena 3; Julián Reyes, de TVE, Manu Carreño de la futura Cuatro, y Antonio Lobato, su médium en Tele 5, ovacionado todos los días en Oviedo por la calle por ser el que retransmite todas las carreras y al que Alonso, metido en harina, imitó: "Si esto es un sueño, que no me despierten", dijo el corredor con la entonación, "estilo Lobato", tal como el periodista relató el triunfo del deportista el día que consiguió el campeonato del mundo. Los periodistas no se quisieron entrometer demasiado, era el día de la gente, era la fecha en la que sus entusiastas podían tomar la palabra y preguntarle lo que quisieran, proponerle lo que les viniera en gana.
Y así fue. Todo espontáneo, todo limpio, todo natural y teñido de azul. Azules fueron las sonrisas y las lágrimas de los que se emocionaron, con su familia y sus amigos en primera fila y con Lobato pasando el micrófono por cada línea del patio de butacas del auditorio, iluminado de azul, vestido de azul, chorreando sangre y sudor azul. "Y a usted, ¿qué le da Alonso?". "Mucho trabajo y madrugar", respondía una señora que resultó ser su abuela y a la que Lobato preguntó sin darse cuenta hasta que Alonso le previno: "Es que estás preguntando a mi familia", le dijo.
Más misterios a resolver, descifrados con ritmo, velocidad y cambios de marcha continuos: ¿Tu ídolo? "Indurain", respondía el campeón. ¿El mejor piloto, aparte de ti?, le preguntaban: "Supongo que Michael Schummacher", concedía Alonso. ¿Se puede hacer amigos en el circuito?, le decían. "Sí, yo tengo amigos". ¿Te ha multado la Guardia Civil? "Nunca". ¿Y qué coche tienes? "Un Clio, un Megane y un Vel Satis", decía con sentido del marketing, para no arruinar a los modelos de Renault, su escudería. ¿Tienes novia? "Paso palabra". ¿Y ese gesto que haces con las manos? "Cuando era pequeño veía El chavo del ocho y se me quedó, ahora vale también para lanzarles mensajes a quienes tengan que decir algo".
Los perores momentos del año los vivió en Mónaco, cuando le fallaron los neumáticos. ¿Cambiaría de equipo? "Correría con cualquiera de las tres marcas que pueden ganar Campeonatos del Mundo", aseguró sin inmutarse. ¿Los pilotos están locos o tenéis mucho conocimiento? "Un poco locos sí estamos", dijo, manteniendo viva la leyenda.
Tiene sus manías y sus cálculos para la carrera. "Cuando llegamos a un hotel, como hay habitación para mis padres, mi manager y yo, siempre cojo la que mejor me sale en la suma de los números", asegura. También se despierta siempre a la misma hora, tiene cariño a las pistolas de agua ("con una gané por primera vez en Malaisia"), y prometió que va a escanciar siempre el champán en el podio al estilo asturiano, "eso que no sabe a champán, que sabe más a Seven Up", asegura.
Se comprometió así a marcar el estilo de una tierra que, según una aficionada, "no salía ni en los mapas del tiempo", pese a que no le van las fabes ni la sidrina, cosas que según algunos le alejan de sus paisanos y que él ayer negó: "Soy asturiano de los pies a la cabeza", aseguró provocando el delirio de los suyos y minutos antes de entonar "Asturias, patria queridaaaaa, Asturias de mis amoreeees".
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