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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Athletic agranda su crisis

El Sevilla aprovecha una primera mitad primorosa para vencer a un rival despistado

San Mamés era un aula de examen para dos equipos deprimidos. El Athletic, sometido a una presión psicológica y deportiva, ponía a prueba su capacidad para levantarse en los momentos complicados, su habilidad para imponer la impronta del club por encima de los condicionantes de su pobre juego. El Sevilla, en pleno Centenario, lleno de dinero, con un fútbol escueto y plano, necesitaba un golpe de efecto que le levantase el ánimo. San Mamés examinaba, pues, a dos malos alumnos que, obviamente, respondieron al examen con un fútbol frenético. Uno obsesivo, el del Athletic, atolondrado y previsible (balones a la derecha y centros a Llorente) y el otro, el del Sevilla, fiel reflejo del mejor manual del contragolpe. Algo así como el corazón contra la cabeza. Y triunfo la cabeza. En ello tuvo que ver un futbolista singular, Jesús Navas, que es la mezcla perfecta de habilidad, velocidad y voluntad para convertir a un chico menudo y flaquito en un portento futbolístico. Tarantino, otro chico que busca un sitio en la alineación rojiblanca, lamentó profundamente que le tocara en suerte un futbolista de esas características y acabó expulsado. El resto de sus compañeros también sufrieron. Adriano, otra bala, hizo lo propio por su costado y entre Saviola y Kanouté (arte y cemento) desmoronaron a los centrales rojiblancos que nunca encontraron la manera de pararles. El delantero francés falló lo inconcebible en un pase de Navas donde lo más extraño era echarlo fuera.

Entonces, el Athletic andaba como siempre, sin saber que hacer, repitiendo una y otra vez la misma jugada y exasperando a la grada que pronto empezó a silbar. El Athletic se resumía en los buenos intentos de Etxeberria y en las llegadas tardías de Llorente, amarrado con artimañas por Navarro y desesperado por sus fallos en la boca de gol. Dos tuvo a metro de gol y ambas se le escaparon.

No era día para los killers. Ni de Kanouté, ni de Llorente. Era el día de la segunda línea y el brasileño Alves aprovechó su primer disparo a botepronto para batir a Aranzubia con la inestimable colaboración de Saviola que visto el misil se agachó a tiempo: salvó la cara y fue gol. Doble premio para un Sevilla que apelaba a la inteligencia, amparado en el criterio de Maresca y en la velocidad de sus línea de tres.

El Athletic es una duda permanente. No acaba de encontrar su patrón de juego, ni los futbolistas su lugar, ni el colectivo sus sistema. Es un equipo que juega a impulsos de corazón. A eso se apelaba ayer, vista la movida semana que había descontrolado al club. En tales circunstancias el Athletic suele ofrecer su mejor cara, se decía en los entornos más optimistas de la entidad. Cuanta mayor presión, mejor juega el Athletic, se repitió hasta la saciedad, obviando asuntos deportivos, ajenos a la adrenalina o la testosterona.

El problema del equipo rojiblanco es que no encuentra ni patrón, ni lider que le soporte. En cierto modo, la segunda mitad reflejó una parte del espíritu rojiblanco. A falta de fútbol, decidió apelar a la heróica, como tantas veces, y no le fue mal. Al menos acogotó a un Sevilla que, tras el gol, decidió convertirse en un equipo menor, humilde, incrédulo de sus posibilidades.

El Sevilla se guareció en su área y decidió aguantar el temporal, olvidandose de lo que había sido su mejor arma, el contragolpe con el que podía haber sentenciado antes el partido. Fuera decisión de los jugadores o mandato del técnico, lo cierto es que Juande Ramos fue ratificando esa opinión en el carrusel de cambios que sólo buscaban reforzar las líneas defensivas.

Para colmo, al Athletic se le revolvió el árbitro. Pino Zamorano le perdonó la expulsión a David por una durísima entrada a Etxeberria (golpeó su pierna de apoyo) cuando tenía una tarjeta y luego mandó a la ducha a Tarantino por una entrada a Navas. Tan injusta fue la actitud arbitral, que entre ambas decisiones Juande Ramos retiró a David, a sabiendas de que era carne de cañón para la tarjeta roja. Sólo Pino Zamorano se quedó agusto con su injusta actitud. El Sevilla salió del hoyo gracias a una primera parte que puede marcar su destino. El Athletic sigue inmerso en las mismas dudas.

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