Sigue la pesadilla
El buen juego no le basta a España, que se complica la clasificación directa, para pasar del empate ante Serbia
Un error de Casillas devolvió a España al lugar que acostumbra: la decepción. No aprovechó el temprano gol de Raúl, no sacó ventaja de su superioridad en el primer tiempo y permitió la reacción de Serbia. España se complicó extraordinariamente su acceso directo al Mundial por su incapacidad frente al gol y las concesiones defensivas habituales. Es un equipo con demasiadas asignaturas pendientes, un equipo que no remonta y mantiene a su alrededor el desánimo que caracteriza a la selección desde hace demasiado tiempo.
Después de un trabajoso recorrido por la ronda de clasificación, España se enfrentó a Serbia con algunos interrogantes. El equipo había fracasado en la Eurocopa y regresaba a un partido crucial con los jugadores bajo sospecha. No ayudaba al optimismo la escasa producción de goles, defecto que resultó decisivo en el pésimo resultado del Manzanares. Acorraló a Serbia en la primera parte, marcó pronto y funcionó con una autoridad indiscutible.
Pero finalmente pagó su incapacidad para trasladar al marcador la superioridad que demostró la mayor parte del encuentro. Estuvo cerca del gol con frecuencia, sin éxito nuevamente. España está peleada con el gol y lo pagó frente a un rival que se achicó en el primer tiempo, que no hizo nada especial en el segundo y que aprovechó un grave error de Casillas. El portero intentó atrapar un centro por detrás del gigantesco Zigic. No lo consiguió y la pelota quedó libre para Stankovic, cuyo remate fue desviado por Kezman en medio de la confusion general. El tanto generó un efecto devastador. España, que había jugado bien en la primera parte, se derrumbó en el último trecho del encuentro, disputado entre nervios, imprecisiones y la evidencia del peligro serbio en los contragolpes. Uno de ellos estuvo a punto de tumbar a la selección, pero Kezman no llegó a empujar el balón en un pase mortal de Zigic.
Era una noche grande y todo estuvo a la altura del acontecimiento. Empujó la hinchada, que llenó el Manzanares. Se observaba el tenso entusiasmo de los grandes partidos. No era color y pandereta. Los aficionados sabían de la trascendencia del duelo y apretó con ganas. El equipo respondió en la primera parte. Se impuso desde la salida, con un fútbol intenso y rápido, con el necesario punto de vértigo. De nuevo estaban Alonso y Xavi en el eje del equipo, una combinación poco habitual en estos tiempos, donde los entrenadores prefieren al típico medio defensivo.
Sin embargo, estos dos creativos centrocampistas mezclan bien. Lo hicieron frente a Inglaterra en el mejor partido de la selección y repitieron ante Serbia. España, que necesita una posesión abundante de la pelota, no tuvo ningún problema en este capítulo. Alonso hizo de geómetra con pases a derecha e izquierda; Xavi jugó con la sutileza que le caracteriza entre las líneas defensivas de Serbia, tirando paredes, buscando rendijas, siempre con inteligencia. A través de ellos, España se aseguró un dominio escandaloso del juego: el primer tiempo sólo tuvo una dirección.
Al España le fallaron los extremos, problema capital en un equipo que depende sustancialmente de su contribución. Joaquín fue, en el mejor caso, el jugador intermitente de siempre. Sus grandes condiciones -velocidad, desborde por los dos lados, potencia en el remate- terminan desperdiciadas por su desinterés en manifestarlas. Tampoco Torres jugó con claridad. Parece agitado, sin la serenidad necesaria para sacar ventaja de su velocidad y potencia. No acaba de consolidarse en la selección, lo que debió resultarle especialmente doloroso en un partido donde se sentía especialmente exigido. Jugaba en el Manzanares, quizá sin sentirse demasiado titular, pero la lesión de Morientes le proporcionó la oportunidad de rehabilitarse. No lo consiguió. Torres, Joaquín y Vicente fueron sustituidos, terrible síntoma para la selección, que encontró a Raúl y Salgado como principales protagonistas del partido.
Raúl fue el jugador más importante de la selección, donde se siente capitán general. Marcó el tanto español en un cabezazo impecable, tras un astuto movimiento que recordó algo básico: Raúl es un jugador de área. Su despliegue suele llevarle a zonas donde su contribución puede resultar meritoria, pero Raúl pierde eficacia cuanto más se aleja del área. Marcó el gol, estrelló un remate en el palo en otra acción parecida a la del gol y siempre dio sensación de peligro. Era un jugador enchufado, aunque en estas cuestiones nadie superó a Salgado, cuya contagiosa energía produjo toda clase de problemas a la defensa serbia. Todo eso antes del tanto serbio, recibido como un mazazo por España, que se desfondó. El equipo terminó angustiado, con una fatiga abrumadora, otra vez de frente a la realidad de una generación que parece incapaz de acabar con el desánimo que genera España.
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