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Crónica:FÚTBOL | Cuarta jornada de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un punto de alivio

El empate ante el Dinamo permite respirar al Madrid, que sigue viviendo en el alambre

Empeñado en jugar a la ruleta contra todo tipo de adversario, el Madrid se vio enredado en un partido dislocado de principio a fin. Estuvo al borde del destierro europeo, se recuperó antes del descanso y luego se vio tan cerca de la derrota como de la victoria. Así es este Madrid, capaz de hacer la goma después de controlar de inicio el juego y luego inmolarse delante de Casillas. Su falta de engrase le obliga a hacer el péndulo más de la cuenta y el equipo se aferra a su pegada en la misma medida que consiente más de una tunda del rival. De Kiev salió entero, con un resultado que no le complica demasiado su viaje en esta Champions, pero desde lo futbolístico la ecuación de este Madrid, con ese pelotón ofensivo al que se aferra en estos tiempos García Remón, no resulta convincente.

El Dinamo, menos zalamero que en su visita a Chamartín, le concedió el balón sin rubor alguno y siempre mantuvo al menos a cinco jugadores por detrás de la pelota. Dejó que el equipo español se desabrochara —lo que no es difícil en estos tiempos— y le retó al contragolpe, escarmentado quizá por su inútil asalto ofensivo del Bernabéu. Con el Dinamo abrigado, el conjunto de García Remón mantuvo el control de la pelota sin grandes apuros. De rondo en rondo en las zonas templadas del campo, tan lejos de Shovkovski como de Casillas, se sintió cómodo con la partitura. Tuerto por la baja forma de Roberto Carlos —al que sus penurias físicas le obligan a jugar con grilletes—, el Madrid sólo tenía recorrido por el costado derecho, donde Figo y Salgado percutieron con más decisión que acierto. Así, más asimétrico que nunca por las rebajas de Roberto Carlos y por la ausencia de un zurdo con genes de centrocampista, el equipo termina cegado, empecinado en tejer por el embudo central.

Visto el paisaje que le ofrecía el Madrid, el babélico equipo ucranio —con titulares de ocho nacionalidades diferentes— sacó petróleo de su primera estirada: un disparo de Yussuf que rebotó en Pavón y superó a Casillas. Un gol afortunado, sí, pero que evidenció uno de los socavones del equipo. Yussuf y Rincón —el más lúcido del Dinamo— maniobraron a su antojo en el balcón del área, sin un contrario que les esposara. Guti tiene actitud y aptitud, pero le falta un socio. Zidane no deja de ser un medio centro postizo, un remiendo más estético que efectivo. El segundo gol local fue otra muestra. Verpakovskis cerró de forma magnífica una vertiginosa carrera en diagonal desde la izquierda, una maniobra precedida por un clarividente toque de Rincón, otra vez a sus anchas por el campo.

Los dos azotes dejaron tieso al Madrid, que pese a tanto gobierno de la pelota se había distinguido por ser un equipo de plastilina en las dos áreas, sobre todo en la propia. Invisible Owen y atascado Ronaldo —ambos sometidos a marcajes individuales—, Figo y Raúl intentaron meter una nueva velocidad al juego, poner algo de picante frente al meta ucranio. Alrededor de Guti, el Madrid cercó el rancho del Dinamo, que se frotaba los ojos desde la cueva a la espera de otro acelerón a la contra. A punto estuvo de cerrar definitivamente el marcador tras una arrancada poderosa de Gavrancic, el líbero del equipo. Casillas evitó el gol y la jugada tuvo un efecto decisivo en el discurso del partido. Gavrancic acabó herido su asalto y tuvo que dejar por unos minutos el campo. Al volver, sin tiempo para llegar a su posición en la trinchera, se topó con el gol de Raúl tras un estupendo pase de Figo justo al espacio que Gavrancic había dejado libre.

El tanto del capitán permitió al Madrid coger de nuevo el hilo al encuentro. Del k.o. definitivo a un peldaño del empate. El acierto de Raúl descosió por unos momentos al Dinamo. Sus centrales perdieron atención y del desajuste se aprovechó Ronaldo, que cazó un magnífico pase de Zidane mientras los defensas locales tiraban de mala manera el fuera de juego. El felino movimiento de Ronaldo derivó en el penalti de El Kaddouri ejecutado con acierto por Figo. En poco más de cinco minutos el Madrid se sintió aliviado por dos acciones punzantes que le rescataron al filo del descanso. Una remontada que le acerca un poco más al segundo tránsito de la Liga de Campeones, pero que no maquilla del todo el futuro de un equipo empecinado en vivir en el alambre, con un sistema funambulista tan exigente para futbolistas con las piernas pesadas por tantos años de batallas, para futbolistas poco dados al tajo y cuyas brillantes carreras están cerca del punto final. De momento, el equipo resiste, pero las exigencias —sobre todo las físicas— se multiplicarán a mediados de curso. Hasta entonces el Madrid está obligado a mantener el pulso a mil por hora

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