Botín exagerado del Barcelona
El equipo de Rexach venció con muy poco fútbol en El Madrigal a un Villarreal que mereció más
Un Barcelona que actuó ayer de frontón logró un botín exagerado en El Madrigal. Exagerado por su escaso fútbol y su apuesta conservadora, limitada a sacar el máximo partido de una de sus dos llegadas en todo el encuentro, la del gol de Kluivert, que remató casi sin ángulo en un tanto parecido al que marcó en Riazor. Cierto que el conjunto azulgrana jugó toda la segunda parte con un hombre menos por la expulsión de Xavi, pero, au así, se espera mucho más de esta clase de equipos.
O debería esperarse. En todo caso, Carles Rexach se toma una semana de respiro mientras el Villarreal volverá a intentar fichar a un goleador tras el frustrado intento de contratar al alemán Bobic.
Por lo visto ayer, le resulta indispensable. El cuadro de Víctor Muñoz añoró más que nunca al lesionado Palermo o a alguien de sus características. El Villarreal se pasó centrando toda la tarde al área azulgrana desde los dos extremos, pero nadie, absolutamente nadie, acudió a finalizar. También es verdad que el Barça cerró muy bien el centro de su defensa, donde Christanval y De Boer sacaron balones a destajo, pero, claro, de haber habido un rematador cualificado...
En un Barça sin extremos y vecino de la vulgaridad, sólo Xavi tomó, con su batuta magistral, el corazón del campo. Desde allí envió el pase a la espalda de la defensa que permitió a Kluivert redimirse de su mal juego. El delantero holandés alimentó su leyenda, la que dice que marca lo que parece difícil y falla lo más fácil. Ayer no lo tenía sencillo: tras el error en el despeje de López Vallejo, se quedó muy esquinado a la izquierda de la portería, sin apenas ángulo, pero golpeó con precisión con la zurda.
Su gol, lejos de tranquilizar el sistema nervioso azulgrana, lo aceleró. De modo que el más flemático de sus futbolistas, Xavi, perdió los papeles y en cinco minutos se cargó con dos tarjetas amarillas. La segunda, al filo del descanso, tras protestar reiteradamente al árbitro. No fue ésta la única muestra de la ansiedad barcelonista, pues hubo algunas broncas anteriores que la delataban: la de Cocu a De Boer o la de Kluivert a Gabri, por poner dos ejemplos.
Para tapar a Arruabarrena, se supone, Rexach dispuso un centro del campo escorado a la derecha, con dos interiores diestros, Rochemback y Gabri, y ningún volante zurdo, por mucho que Cocu se dejara ver por aquella zona. Pero Gabri, aunque se abriera al extremo, no supo romper por la derecha mientras que Rochemback resultó una calamidad. Sólo Coco, por la izquierda, superó a Galván, llegó hasta la línea de fondo y sirvió un par de centros.
Tras la expulsión de Xavi y con toda la segunda parte por delante, Rochemback se marchó hacia el centro, donde se le vieron todavía más sus carencias técnicas. A continuación, Charly reforzó el centro del campo con la entrada de Gerard por Saviola, que pasó inadvertido. El Villarreal se abalanzó sobre un Barça cada vez más encerrado en su caparazón, a expensas de que Overmars aprovechara algún contragolpe. Es decir, con Overmars de palomero. Claro que Rexach no contaba con el talento defensivo de Quique Álvarez, que ganó la partida al holandés por anticipación y carácter. No se puede decir lo mismo del otro central local, Unai, muy por debajo del pasado curso.
Al son que marcaba la clase de Jorge López, centrocampista de una elegancia sublime, el conjunto de Víctor Muñoz tuvo paciencia y elaboración, pero le faltó claridad y pegada. Lo intentó todo el técnico aragonés con el recambio de los dos interiores, pero nada. Horizontalidad y dominio estéril. Sin chispa. Así hasta que Víctor, el pequeño Víctor, se sacó de la chistera un zambombazo que repelió el larguero y convenció a su equipo de la posibilidad de la remontada. El asedio fue cada vez más intenso y el capitán, Cocu, asumió su jerarquía para completar el cierre de filas azulgrana. Dio órdenes a destajo el holandés, que acabó actuando más de tercer central que de mediocentro.
Rexach dio entrada a un nuevo defensa, Sergi, lo que fue saludado por El Madrigal al grito de ¡barraquero, barraquero!, término con el que se designa en tierras castellonenses al técnico conservador. El Villarreal, sin embargo, chocó una y cien veces contra el frontón azulgrana. No hubo manera. Ni siquiera cuando Muñoz, desesperado, envió al central Unai como delantero centro, al estilo de su ex compañero en el Barça y ayer rival en el banquillo Talín Alexanco. En el vestuario del Villarreal un cartel debería haber anunciado ayer la urgente necesidad: 'Se busca rematador'.
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