El Tau cae con más dignidad que juego (82 - 74)
El equipo español realiza su peor partido y concede el título continental al Kinder Bolonia
Para colmo, los árbitros reclamaban su protagonismo en la final. Nada de pasar desapercibidos sino que convertían el viento en pesonal y el codazo en un arte. Había mucho de despropósito en el partido, demasiado tenso para ser bello, demasiado importante para ser feliz. Pero toda confusión arroja alguna evidencia.
Por ejemplo que Jaric dirigía con acierto a su equipo y que Bennet no. ¿Por qué? Porqué Jaric también defendía bien a Bennet. Dos ventajas en una sóla clave. O que Ginobili resultaba menos intensivo que otras veces, pero tan efectivo como siempre. O que Griffith era por fín L´Omone y empequeñecía, por primera vez a Alexander.
El segundo cuarto, sin embargo, arrojó otro tipo de dudas para el Tau. Cuando los árbitros, por un afán desmesurado de control, optan por apropiarse el protagonismo absoluto suele resultar un problema para el equipo visitante.
En plena pasarela arbitral, el equipo de Ivanovic se quedó sin dos aleros (Foirest y Stombergas) con cuatro personales. En una final de Europa nada es inocente y el Tau pagó un precio excesivo por su condición de foráneo en Italia. No fue decisivo, pero si inluyente.
Lo decisivo pasaba por el mal juego baskonista que anunciaba su muerte prematura en cada cuarto y resucitaba al final con una acción de gracia: un triple de Bennet, unos tiros libres, algún error del Kinder, y a vivir otra vez. Tanto fue así que el Tau llegó a aguantar el resultado, al término del primer tiempo sin tres titulares el quinteto inicial y un jovenzuelo (Vidal) botando el balón .
El tercer cuarto resultaba vital. Si el Tau llegaba vivo o como siempre resucitado, todo podía ocurrir en un final agonístico. Pero se rompió, en una reedición del tercer partido jugado en Vitoria. Dos lanzamientos de Oberto y Bennet no tocaron el aro y Rigaudeau respondió con un triple que puso la decena de puntos de ventaja en el marcador. Una montaña inescalable incluso para un equipo tan rocoso como el Tau, que comenzó a recuperar al Bennett más habitual y a divisar intermitentemente a Alexander. Al Kinder le bastaba con intercambiar errores con el Tau y el partido se empequeñeció hasta lo minúsculo, a veces hasta lo ridículo.
La finalísima tampoco trajo el partido esperado, -el de la igualdad, el de la disputa con parecidos argumentos-. En definitiva, el que buscaba el Tau para determinarlo con el hombre oportuno en el momento oportuno. Cundo encontró a Bennett quizá ya era demasiado tarde. El sueño europeo había terminado con la dignidad esperada, pero sin el juego acostumbrado. Al final ganó la mejor plantilla. A tantos partidos es lo más lógico, aunque no sea un axioma obligatorio.
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