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FÚTBOL | Copa de la UEFA

El Alavés remata a lo grande

El equipo de Mané impresiona con su nueva goleada al Kaiserslautern

El equipo de Mané inició la competición a modo de novato y la termina como un grupo sin apenas temblores, sólido hasta en los campos más atronadores. El Alavés ha crecido geométricamente en sólo ocho meses. Es el sueño hecho realidad de un club pequeño y un conjunto con los pies en el suelo.

El Kaiserslautern conoce lo que eso supone, pero esta vez no le ha tocado rememorar viejas hazañas germanas. Tenía por delante demasiada tarea y un rival muy poco generoso. Necesitaba una noche llena de conjuros y de elementos favorables para aspirar a la remontada. Durante el primer cuarto de hora los tuvo consigo. Se unieron todas las circunstancias dañinas posibles para el Alavés y el cuadro español cayó en un puro terror, en el miedo escénico, en el descontrol. En fin, los peores augurios. Seguramente todo partió de una diferente manera de enfocar el partido. El Kaiserslautern sabía que cualquier posibilidad de soñar pasaba por un comienzo arrollador. Al Alavés no le importaba tanto el inicio como mantener un ritmo constante. El resultado fue una escabechina.

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El equipo alemán, aupado por un graderío digno de una semifinal de la Copa de la UEFA, arrinconó a los alavesistas, temerosos y con el vértigo del resultado previo, el 5-1 de Mendizorroza. Ese estado anímico derivó en su colocación desastrosa sobre el césped. Empezó con la defensa tan numerosa como retrasada. Ése fue el gran pecado del Alavés en los primeros minutos. Con una línea tan agazapada, no tenía confianza, entregó un hueco gigante a los creadores rivales, Djorkaeff y Ratinho; naufragó por la banda izquierda -Astudillo y, sobre todo, Ibon Begoña- y sólo podía correr tras el balón.

Tanto desastre tuvo un castigo madrugador. Los alemanes no tardaron en anotarse el primer gol. El Alavés no se descompuso. Tuvo una única mejoría, pero resultó básica para su supervivencia. Sus cinco defensas dieron diez pasos adelante y con ése sólo detalle el Alavés construyó su primera ocasión: un extraordinario gol que mostró la clase de Geli y la capacidad de salto de Iván Alonso. Un tanto que valió por varios. Porque obligaba al Kaiserslautern a marcar un mínimo de cinco, porque dio otro aspecto al encuentro y porque el Alavés vio desde entonces que le bastaba tomarse la noche con serenidad y orden para poner en dudas a su rival.

Más que provocarle dudas a Andreas Brehme, el gol invitó al entrenador alemán a mover ficha prematuramente. Sólo había transcurrido media hora y el Kaiserslautern avivó la primera hoguera de sus naves. Dejó sólo dos defensas natos en el campo y se arriesgó con su mejor y único reactivo posible: el portugués Domínguez. Una decisión loable pero inútil. El Alavés, para entonces, ya había encontrado su sitio en el terreno.

El Kaiserslautern no volvió a encontrar el enloquecido ritmo de la salida. Todo entró en un terreno más sosegado. El rugido del Fritz Walter se quedó reducido a un leve susurro. El Alavés tomó la iniciativa por completo y esperó acontecimientos desde el círculo central. Ahí se cocinó la jugada de la puntilla. Una recuperación de la pelota, una buena combinación que descolocó a la defensa roja y un final perfecto entre dos jugadores suplentes. Magno metió un pase adelantado a Vucko, que, en su línea de rentabilidad máxima, marcó sólo siete minutos después de sustituir a Iván Alonso. La final ya no se le escapaba al Alavés.

Por delante tenía media hora para disfrutar del escenario, del buen perder de los seguidores del Kaiserslautern, y para acostumbrar a su oído a la pronunciación alemana. En menos de un mes visitará Dortmund en la final. Incluso le quedó tiempo para homenajear a sus suplentes. En los dos últimos goles participaron Azkoitia y Gañán, dos vizcaínos que resumen los orígenes humildes del Alavés. Porque, pese a todos los últimos acontecimientos, los alavesistas saben lo que ha sido y lo que son.

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