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FÚTBOL | COPA DE LA UEFA

El Barça se va de Europa con impotencia

El equipo azulgrana careció de respuestas ofensivas al gol del Liverpool propiciado por un absurdo penalti de Kluivert

El Liverpool juega más o menos como la selección francesa: date por perdido si te marca un gol y puede que tengas opciones si la metes tu primero. Al equipo inglés le bastó ayer un penalti regalado por el Barcelona para regresar a una final continental que no atrapaba desde Heysel.

El Barcelona, mientras, va de vuelta desde hace un tiempo. Hoy es un equipo sin identidad, improvisado, de fútbol famélico, víctima de sus propias limitaciones. La derrota de Liverpool avala la renovación pendiente, aunque anunciada desde que Guardiola dijo que se iba. Fecundo por naturaleza, el Barça se quedó esteril ante el Liverpool en dos partidos. Mala señal. El duelo se disputó siempre, tanto en el Camp Nou como en Anfield, donde quiso el equipo inglés, y la defensa le ganó al ataque, en una eliminatoria de poco fútbol y menos ocasiones.

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Espantado quizá por la trascendencia de un choque sin retorno, el Barcelona se tapó con toda su ropa de abrigo, improvisando una alineación más atlética que de costumbre, más contundente que nunca y también más resignada al curso de los acontecimientos que en cualquier otro partido. Había que parapetarse para no ceder ante el despliegue físico del Liverpool, que dio un paso al frente respecto al Camp Nou con un futbolista especialmente versátil como Smicer, que se dejó caer con gusto entre las líneas defensivas azulgrana.

Más que ordenado tácticamente y posicionalmente fuerte, el Barça jugó acurrucado. El equipo extrañó la alineación, y en especial la entrada de Petit, que se perdió nada más salir al campo, sin saber a qué atenerse, y acusó también la falta de aire por las bandas, porque Overmars no alcanzaba el banderín del córner izquierdo y Luis Enrique cerraba más como falso lateral derecho que abría como extremo derecho. Vigorosos y centrados, los azulgrana aguantaron la tensión del partido, presidido siempre por el ruido que provocaba el Liverpool, hasta que se condenaron en una jugada de estrategia.

El equipo de Houllier provocó un accidente de tráfico en cada córner. Nadie era capaz de aventurar el saldo de la jugada. Pese a ir cediendo terreno con el paso del encuentro, aunque no acertaba en el último pase, el Liverpool siempre hizo creer que podía marcar en cualquier arrebato, y fue justamente en un acto instintivo de Kluivert a la salida de un saque de esquina cuando el Barcelona cedió. El penalti reflejó el desequilibrio emocional del equipo, capaz de defenderse a bloque en suelo inglés durante media parte para acabar siendo víctima de una tontería de su delantero centro antes de atrapar el descanso: Kluivert saltó a por una pelota aérea y mientras caía extendió el brazo.

Penó el Barcelona por la desconfianza en sus propios argumentos fubolísticos y le dio la razón al Liverpool en todo cuanto estaba haciendo en el campo, de manera que el segundo acto de la contienda invitaba a los azulgrana a cambiar los hábitos y, especialmente, a encontrar otra salida que darle la pelota a Rivaldo. No es fácil remontarle un gol al Liverpool, que en Anfield sólo ha sido batido en la UEFA por el Roma. Para el Barcelona, además, el partido quedaba parado como el del Camp Nou: debía ir a por el Liverpool olvidándose de que en el estadio fue incapaz de remata a portería. , sobre todo porque difícilmente los laterales ingleses se dejan encarar en el uno contra uno sin la ayuda de los medios y porque cuesta mucho de romperle en jugadas de medio campo.

Desde la llegada de Houllier, el Liverpool ha perdido elaboración y ofensiva, pero ha ganado consistencia y competitividad. Para atacar le basta muchas veces con el cuello de Heskey y las piernas de Owen. Pese a la fatiga acumulada por tanto partido seguido, el Liverpool siempre fue un punto más rápido que el Barcelona, falto de dinámica de juego, de fútbol asociativo y combinativo, de velocidad y profundidad y sobrado de previsibilidad e individualismo. No le giró la cara al partido, pero estaba falto de fútbol.

Visto que el partido no se desatascaba para el Barcelona, Serra Ferrer tiró por el camino opuesto al que había marcado en el inicio: entró a la cancha un extremo (Simão) y retiró a un central (Reiziger) para que Luis Enrique pasara a jugar de lateral y Puyol de marcador derecho. Ni por esas le hacía el Barcelona cosquillas al Liverpool. Nuevo escenario: Dani a la palestra en lugar de Overmars para que Rivaldo juegue de extremo derecho y Simao al costado izquierdo. Tampoco fue el camino. Nadie movió a los ingleses porque el Barcelona siempre jugó con la pelota al pie. La impotencia azulgrana fue más estremecedora que el dolor por la derrota, prácticamente anunciada desde la grada de Anfield, que vuelve a lucir hermosa y festiva. Nace un nuevo Liverpool a costa de un veterano Barça.

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