La fiesta de los toros corre como pollo sin cabeza
La tauromaquia moderna está necesitada de un órgano nacional que la integre, regule su funcionamiento y vele por el futuro
No hay más que echarle un vistazo a los carteles de las principales ferias de este país para llegar al convencimiento, otra vez, de que es imprescindible la existencia de un organismo que regule, ordene, promueva y vele por el presente y el futuro de la tauromaquia.
Actualmente, la fiesta de los toros es un movimiento social, económico y cultural que funciona como pollo sin cabeza, carente de forma, estructura y sentido; es un complejo entramado de grandes, medianas y minúsculas empresas sin más normas propias que las que regulan la actividad emprendedora.
Los reglamentos taurinos normalizan el festejo, desde la actividad administrativa previa a la concesión de trofeos, pero no dicen nada sobre el diseño de los carteles o los mandamientos a seguir para que la fiesta continúe viva y palpitante en los próximos años.
Existe la Fundación Toro de Lidia (FTL), pero está dedicada a combatir los delitos de odio, denunciar la corriente animalista como destructora de la sociedad actual y a organizar la Copa Chenel y los Circuitos de Novilladas. La Fundación no ha querido ni quiere saber nada de los problemas internos de la fiesta, algunos más graves que el animalismo, no se ha preocupado de representar ni integrar a los aficionados y jamás se ha atrevido a denunciar algunas de las muchas tropelías protagonizadas por los actores taurinos.
La Fundación Toro de Lidia no ha querido ni quiere saber nada de los problemas internos de la fiesta; está mutilada desde su nacimiento
La Fundación es necesaria, pero no es la organización que exige la situación de la fiesta; si bien debe reconocérsele una labor de defensa frente a ataques externos y un extraordinario impulso a los novilleros y a los toreros modestos, está mutilada desde su nacimiento por su propios estatutos, de modo que no ha conseguido erigirse como entidad representativa de la tauromaquia.
Existe también la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (ANOET), que, según señala su página web, reúne al 90 por ciento de los empresarios de plazas de primera y segunda categoría, y más de 100 plazas de tercera.
¿Alguien sabe cuál es la labor de esta organización que preside Simón Casas en su calidad de empresario de Las Ventas? ¿Se le conoce alguna aportación más allá de unas pocas notas de prensa sobre el número de festejos celebrados la temporada pasada o la problemática sobre las cotizaciones de los profesionales?
Aunque no lo parezca, también existen la Unión de Toreros, la Unión Nacional de Picadores y Banderilleros Españoles y la Asociación Nacional de Mozos de Espadas. Las tres organizaciones se caracterizan por un sonoro silencio sobre cualquier asunto que afecte seriamente a la fiesta de los toros, y solo hacen oír su voz cuando se sienten afectadas en sus bolsillos.
Hasta cinco organizaciones de ganaderos de toros bravos existen en este país, cada cual con su propia autonomía, separadas entre sí, y ninguna de ellas, que se sepa, preocupada por la deprimente situación actual del toro, que es, sin duda, uno de los gravísimos problemas de la fiesta moderna.
En otras palabras, la mecánica interna de la fiesta de los toros es un campo sin vallar compuesto por reinos de taifas, grandes, pequeños y minúsculos, que funciona, mal que bien, al abrigo de sus particulares intereses y al margen, sin ninguna duda, del presente y el futuro del sector. Cada cual, -empresarios y ganaderos especialmente-, actúa según su criterio y, en todo caso, copian la estela que marca la plaza de toros de Madrid.
Así, si la plaza de Las Ventas, santo, seña y referencia de la tauromaquia en el mundo, actúa y decide con la mirada enclavada exclusivamente en la taquilla, qué no harán las demás.
¿Pero es pernicioso, acaso, perseguir el legítimo beneficio?
No, claro que no. Lo nocivo es buscar solo el beneficio; sobre todo, en las especiales circunstancias que atraviesa el sector, que goza de una aparente efervescencia que en modo alguno aventura un porvenir prometedor.
Si Madrid organiza una Feria de San Isidro cimentada en carteles de figuras, el resto de las empresas sigue la corriente, y si suspende la semana torista, ya pueden ir buscando otro oficio los ganaderos y toreros de ese segmento.
Se supone que la empresa de Madrid actúa de buena fe, pero también de acuerdo con el particular juicio que los empresarios García Garrido y Casas tienen sobre la fiesta; y por lo que se deriva de sus obras se puede afirmar que en su gestión prevalece un objetivo puramente mercantilista.
La fiesta es un campo sin vallar compuesto por reinos de taifas, grandes, pequeñas y minúsculas empresas que funcionan al abrigo de sus particulares intereses
Ellos pueden pensar que su misión es ganar dinero y no trabajar por la promoción de la fiesta de los toros; pero es la ausencia de un órgano nacional representativo y ejecutivo lo que permite errores de bulto de los que nadie se siente responsable. En el caso de Madrid, tampoco el Gobierno de la Comunidad, que se limita a cobrar el canon anual y aprobar sin discusión los carteles que confecciona la empresa.
La triste consecuencia de esta situación es que la fiesta se está quedando sin banquillo de toros y toreros; las ferias se confeccionan con una decena de ganaderías y matadoress conocidos por el gran público, pero hay una amplia nómina de buenos matadores y ganaderos con muy pocas fechas en sus agendas que merecerían un trato más justo para su bien y del propio espectáculo.
Ahí van unos cuantos nombres célebres olvidados por las ferias importantes: Fernando Adrián, el primero, dos salidas a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas este año y no está ni en la Feria de Otoño; Paco Ureña, David Galván, Ángel Téllez, Borja Jiménez, Fortes, Ángel Sánchez, Ángel Jiménez, Álvaro Alarcón, Francisco de Manuel, Adrián de Torres, Curro Díaz, Manuel Diosleguarde, Manuel Perera, Francisco José Espada, José Fernando Molina, Daniel Crespo…
Entre los toreros perjudicados por la desaparición de la semana torista isidril y su repercusión posterior están los siguientes: Manuel Escribano, Sergio Serrano, Fernando Robleño, Rafaelillo, Rubén Pinar, Octavio Chacón, Sánchez Vara, Damián Castaño, López Chaves, Gómez del Pilar…
Y resulta inaudito que a fecha de hoy no hayan pisado Las Ventas toreros como Juan Ortega, Manuel Escribano -uno de los triunfadores de la Feria de Abril-, Sergio Serrano, Rubén Pinar, Sánchez Vara, Rafaelillo, Antonio Ferrera, El Cid, Javier Cortés, Damián Castaño, Luis Gerpe, David Galván, Fortes, José Carlos Venegas, Diego Carretero, Ángel Sánchez, Joselito Adame o Ángel Jiménez.
Seguro que no están todos los que son, pero estos nombres evidencian la gravedad de un problema al que parece que nadie concede importancia. Y las circunstancias son las mismas para una nómina de interesantes hierros ganaderos toristas que se ven obligados a vender sus toros para los festejos populares.
Una federación nacional, o como quiera que se la pudiera llamar, trataría de poner orden en este desbarajuste organizativo que coloca en serio peligro el futuro del espectáculo tal y como hoy se debiera concebir.
Todos los actores taurinos -la FTL, ANOET, toreros y ganaderos- se quejan con razón de la inoperancia y los ataques del Gobierno central, y de las buenas palabras no siempre acompañadas de acciones de apoyo de las Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos, pero no dan un paso adelante para suplir su indolencia.
Nadie piensa en el futuro; ese es el verdadero problema.
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