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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

El toro de Madrid, ese misterio plagado de oscuridades

El proceso de compra y el trapío de las reses que se lidian en Las Ventas exigen un ejercicio de transparencia por parte de Plaza 1

El toro 'Jaleante', de El Vellosino, lidiado en tercer lugar el domingo 2 de julio, en Las Ventas.
El toro 'Jaleante', de El Vellosino, lidiado en tercer lugar el domingo 2 de julio, en Las Ventas.Plaza 1
Antonio Lorca

El toro de Madrid, su presencia, su estampa, su trapío, se ha erigido por méritos propios en un serio problema, envuelto en la secular ausencia de transparencia que caracteriza a la tauromaquia.

La realidad es tozuda y ha demostrado que la empresa de la plaza de Las Ventas, Plaza 1, dirigida por Rafael García Garrido y Simón Casas, tiene graves dificultades para encontrar toros que respondan a la exigencia de la que todos llaman la primera plaza del mundo.

Pero lo que no está nada claro es la razón del problema, por qué es tan difícil encontrar reses con el trapío apropiado.

Contaba García Garrido en este mismo blog que el culpable es la pandemia, y alguna razón tendrá, pero algo en el ambiente dice que no es toda la verdad.

La pasada Feria de San Isidro ha puesto de manifiesto que el toro de Madrid pertenece al pasado; se han lidiado corridas que en tiempos no muy lejanos ni siquiera se hubieran apartado en el campo para Madrid. Y pasaron sin apreturas el examen de los veterinarios y, cómo no, el del nuevo público mayoritario en la plaza.

La Feria de San Isidro puso de manifiesto que el toro de Madrid pertenece al pasado.

Y sigue argumentando el empresario que tal situación se ha producido -la del aprobado- porque la autoridad “no es ajena a este problema”.

El asunto no pinta bien. Da la impresión de que se está ocultando algo, de que existe una directriz por parte de alguien para cambiar uno de los modos y costumbres que caracterizan desde hace años a la plaza de Madrid, cual es la estampa del toro.

Lo sucedido el pasado domingo, por ejemplo, ofrece suficientes motivos para la reflexión, cuando no para la sospecha y la desconfianza. Se anunciaron dos hierros, Los Bayones y El Vellosino. Días después, la empresa comunica que los primeros no podrán ser embarcados por razones sanitarias y que se examinarán tres toros de Las Ramblas. Finalmente, ni unos ni otros, sino dos de Lagunajanda y uno de Martín Lorca, pero se devuelve a los corrales un toro titular de El Vellosino y es sustituido por otro de Las Ramblas. Y no acaba ahí la historia: el periodista taurino Luis Miguel Parrado decía en su cuenta de Twitter que cinco de los siete toros que saltaron al ruedo de Las Ventas habían sido sobreros, y uno de ellos en la plaza de Bayona el año pasado.

Para mayor inri, uno de los siete, el tercero, del hierro de El Vellosino, Jaleante de nombre, con 557 kilos de peso, tenía una cara de novillo que debió avergonzar a quien lo eligió, a quien lo compró y a quien lo aprobó.

Protestas de parte del público un día de toros en Las Ventas.
Protestas de parte del público un día de toros en Las Ventas.Samuel Sánchez

No puede ser… Mejor, no debe ser.

No puede resultar extraño, entonces, que se produzcan protestas aisladas (otro problema, que son aisladas) en la plaza que distorsionan la lidia, es verdad, y entorpecen la labor de los toreros. Así le ocurrió el domingo a Álvaro Lorenzo, al que le tocó en desgracia el tal Jaleante y su faena de muleta pasó desapercibida porque los escasos asistentes estaban más atentos a las justificadas quejas de unos pocos que a la disposición del torero.

¿No hay toros en el campo para Madrid? Es difícil aceptar una negativa por respuesta. Y no solo por el altísimo número de hierros registrados en las distintas asociaciones de ganaderías bravas de este país (350 en la Unión de Criadores y en torno a las 750 en las cuatro restantes), sino por el trapío que lucen algunas corridas en las llamadas ferias toristas y el de muchas reses que ganaderos de postín venden para los festejos populares porque las empresas taurinas los han borrado de sus agendas.

¿Es un problema de precio, tal vez? Responde negativamente el empresario García Garrido, e insiste que Madrid es la que mejor paga a los ganaderos.

Entonces, ¿qué sucede?

He aquí, una vez más, el quid de la cuestión: el silencio, la ausencia de transparencia, la callada por respuesta, el socorrido y viejo recurso de aguantar el chaparrón antes que dar explicaciones.

El baile de corrales del pasado domingo ofrece suficientes motivos para la reflexión, cuando no para la sospecha y la desconfianza.

Si no hay nada que ocultar, como argumenta una y otra vez el empresario venteño, por qué no sale al ruedo de los medios de comunicación y cuenta de verdad el curso de las gestiones que realiza la empresa para la elección y compra de los toros que se lidian; por qué no confiesa las exigencias de toreros, apoderados y casas influyentes a la hora de anunciarse con tal o cual ganadería, por qué unos hierros están supuestamente vetados y otros lidian y lidian hasta la extenuación.

El asunto merece, al menos, una explicación. Y algo más.

La explicación se cimenta en que Madrid es la referencia taurina por excelencia para el resto del mundo. Si en esta plaza se aprueban y lidian toros como Jaleante, qué no se lidiará en cualquier plaza de segunda y tercera categoría. Si Las Ventas baja el listón de la exigencia del trapío hasta niveles sonrojantes, el toro, como elemento fundamental de la tauromaquia, pierde protagonismo y prestigio, y sufre un injusto desdoro por la errónea gestión de quienes están llamados a respetar y promover su figura.

Y en ese compromiso están implicados todos los taurinos, con la empresa Plaza 1 a la cabeza.

Y algo más: el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid tendrá algo que decir o hacer. A fin de cuentas, los empresarios de Las Ventas no son más que los gestores temporales de un patrimonio cultural como es la plaza de Las Ventas, y el responsable primero de todo lo que en ella suceda es el Gobierno autonómico.

Y otro responsable subsidiario: los cinco equipos gubernativos ejercientes en Madrid con sus respectivos presidentes a la cabeza. ¿Han recibido alguna indicación para que sean más permisivos en los reconocimientos o se han puesto todos de acuerdo para acomodarse a las explicaciones/justificaciones que ofrece Plaza 1?

Sea como fuere, el toro de Madrid es un problema relevante, cuya solución (transparencia, transparencia, transparencia…) habría que acometer antes de que se instale de manera definitiva un sucedáneo y salga gravemente perjudicada (ya lo está) la tauromaquia.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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