Ane Gabarain, actriz: “Me aterraba bañarme desnuda en el río a mis 60 años”

La intérprete vasca disfruta de un punto cumbre en su carrera después de ganar el Goya por ‘20.000 especies de abejas’ y hacer de Poncia en ‘La casa de Bernarda Alba’

La actriz Ane Gabarain posa con su premio Goya en el Teatro María Guerrero (Madrid), el pasado 17 de febrero.Andrea Comas

Terminó la función de La casa de Bernarda Alba, en el teatro María Guerrero de Madrid, y salió pitando hacia Valladolid. Allí le esperaba nada menos que el premio Goya a la mejor actriz de reparto por su personaje en 20.000 especies de abejas, la película de Estibaliz Urresola que saca a la luz de manera brillante y estremecedora el mundo que rodea al colectivo transexual. ...

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Terminó la función de La casa de Bernarda Alba, en el teatro María Guerrero de Madrid, y salió pitando hacia Valladolid. Allí le esperaba nada menos que el premio Goya a la mejor actriz de reparto por su personaje en 20.000 especies de abejas, la película de Estibaliz Urresola que saca a la luz de manera brillante y estremecedora el mundo que rodea al colectivo transexual. Ane Gabarain, actriz donostiarra de 60 años, que participó en la serie Patria y por la que estuvo nominada en 2021 a mejor intérprete femenina en los Emmy Internacionales, está ahora metida en la piel de Poncia, la sirvienta de Bernarda Alba, en la obra de Lorca que dirige Alfredo Sanzol. “Es un texto que me acompaña desde hace 40 años”, dice la actriz.

Pregunta. ¿Qué supone un primer Goya a los 60 años?

Respuesta. Es un subidón, un chute para alguien que lleva 40 años currando, durante los que pasas momentos bonitos, pero también chungos. Soy una actriz de base, de pico y pala, de currar cada día, de inventarme el trabajo si no lo hay. He pasado un año muy complicado, en el que he tenido disgustos profesionales.

P. ¿Por?

R. Hay que asumir que este oficio es así. Un día tienes curro, luego desapareces, pasas meses sin que te llamen y luego coinciden muchas cosas. Pero este año me han pasado cosas que, con mi edad, a punto de cumplir 61 años, me ha costado un poco remontar. No quiero entrar en detalles. Y, de pronto, llega el Goya y te inyecta ilusión y te reconcilia con la vocación. Me ha ayudado mucho a remontar los malos momentos.

P. Se ha definido como una actriz de pico y pala. ¿En qué sentido?

R. Hace 40 años me metí en la Escuela Oficial de Teatro que creó ese mismo año el Gobierno vasco, en pleno posfranquismo. Estaba todo por hacer, en plena efervescencia, la televisión, la profesionalización del teatro, la cultura. Yo era muy joven y tenía muchas ganas de hacer cosas. Entré en sintonía con gente como yo, fanáticos del teatro independiente, del trabajo en equipo. Era una época en la que el oficio, la formación y la vocación no tenían nada que ver con lo que se puede vivir ahora. Siempre he concebido el oficio como algo colectivo y con mucho esfuerzo detrás. Yo soy muy curranta, lo he sido siempre.

P. En su discurso de la gala de los Goya habló de la visibilidad de las actrices maduras y su mayor participación. ¿Estamos ante un cambio?

R. No lo tengo muy claro. Es verdad que las mujeres hemos avanzado, pero también hay que tener en cuenta que hay más producciones, series y proyectos y eso provoca un mayor número de personajes. Para mí fue llamativo que las cinco actrices nominadas a reparto las cinco fuéramos mujeres maduras. Me pareció muy bonito. Me sentí muy orgullosa.

P. ¿Cuándo y por qué decidió dejarse las canas?

R. Tengo canas desde los 30 años y siempre me había teñido, pero a raíz de la película 20.000 especies de abejas, me decoloraron el pelo porque Estibaliz [la directora] quería una mujer natural. Ahora me encuentro muy bien y, además, me echan muchos piropos por mis canas.

P. Su personaje en 20.000 especies de abejas es un alma libre. ¿Qué miedos afrontaba?

R. Hubo dos cosas concretas que me aterraban. La primera, todo el manejo de las abejas reales que yo tenía que manipular. Lo hice con ayuda de un apiterapeuta y un apicultor que me enseñaron el manejo con pinzas y con los que practiqué muchísimo. La segunda cosa fue lo de bañarme en pelotas en un río. Yo, con 60 años y todo colgando, y metiéndome en un río helado. Puf. Me echaba mucho para atrás, pero Estibaliz me convenció y ahora he de reconocer que el tratamiento de la secuencia es de una gran elegancia. Lo que tiene este oficio es que te ayuda a superar retos.

P. ¿Qué aprendizaje ha sacado del colectivo transexual?

R. Gracias a esta película mis ojos se han abierto a una realidad para mí algo alejada. He conocido a personas trans, sus familias, entornos, amigos, y tengo que admitir la valentía y las dificultades por las que tienen que pasar. Es tan importante que se reconozcan y se reafirmen en su identidad.

La actriz Ane Gabarain en una imagen de 'Patria'.HBO

P. Su carrera empezó a despegar en televisión, con las primeras series exitosas como Bi eta Bat, en ETB. ¿Cómo recuerda esos años?

R. Yo tendría 27 años y recuerdo el bombazo que supuso Bi eta Bat, en la que trabajaba con Elena Irureta y José Ramón Soroiz. Le tengo un especial cariño porque ahí empezó a despegar mi carrera más mediática. No hicimos más que 26 capítulos de media hora, pero fue una cosa muy novedosa y tremendamente cuidada. Para un capítulo de media hora, igual nos tirábamos cinco días de rodaje. ¿Dónde ha quedado eso? Estamos a años luz. Ahora media hora de una sitcom se hace en un pispás.

P. ¿Qué supuso su participación en Patria para su carrera?

R. Ha sido muy importante. No solo como actriz, también por participar en un relato sobre lo que se vivió en el País Vasco. No éramos conscientes de la expectación y el éxito que iba a tener. Me llevó incluso a estar nominada a mejor actriz en los Emmy Internacional. Y como ciudadana vasca, fue una catarsis personal. El hecho de hacer Patria y analizar el relato, los personajes, fue un revulsivo. Te preguntas cómo hemos podido vivir tantos años así. Es una serie que debería visionarse en institutos y colegios para que la vean las nuevas generaciones.

P. Está de nuevo sobre un escenario con La casa de Bernarda Alba. ¿Qué encuentra en el teatro?

R. No quiero parecer pretenciosa, pero he pagado un precio alto para participar en la obra. Cuando Alfredo Sanzol me ofreció la Poncia aparqué otros trabajos que tenía, porque para mí esta obra es sublime. Este texto de Lorca me acompaña desde hace 40 años. Hay escenas enteras de la obra que me sé de memoria desde hace 40 años. No me podía resistir.

P. ¿Qué es lo que más le atrae del teatro?

R. El teatro te curte mucho. He hecho mucho teatro por oficio y necesidad. Con esto quiero decir que no siempre se disfruta haciendo teatro. Yo he sufrido mucho. Es como todo, depende de lo que estés haciendo, cómo lo estás haciendo, con quién lo estás haciendo y en qué condiciones. Se puede sufrir y gozar mucho haciendo teatro, se puede sufrir y gozar mucho haciendo cine o televisión. He aprendido con este oficio a no menospreciar ni sublimar nada.

P. ¿Qué nos dice hoy Lorca con esta obra?

R. Lorca nos habla de la tiranía del patriarcado, el deseo, el amor, las clases sociales. Sus mensajes están muy vivos. Uno de nuestros deseos con esta obra es el de enganchar con el espectador y, sobre todo, con el espectador joven para que pueda empatizar con estos personajes, con sus deseos, sus anhelos, sus conflictos, que no lo vea como algo viejuno y alejado.

La actriz Ane Gabarain en el teatro María Guerrero de Madrid.Andrea Comas

P. ¿Qué destaca de Poncia?

R. Es una mujer básica por fuera y muy compleja por dentro. Una mujer maravillosamente contradictoria con un enorme instinto de supervivencia. Poncia, una paria de origen muy humilde, hija de prostituta, que lleva más de 30 años al servicio de Bernarda, encarna a la perfección lo que es la lucha de clases. Es una mujer maltratada y despreciada por Bernarda, pero, a su vez, ella luego maltrata y desprecia a las criadas que están por debajo suyo y a las mendigas.

P. ¿Tuvo miedo al enfrentarse a este personaje tan representado a lo largo de los años?

R. Sí, pero tienes que saber desprenderte de esa carga. Hemos hecho nuestra casa de Bernarda Alba.

P. Parece que ha abandonado algo la comedia.

R. No, eso nunca. Como actriz y como persona necesito el humor. Si un actor o una actriz no hacen comedia no son completos. Hay actores o actrices muy solemnes a los que no les voy a subir la nota hasta que no les vea haciendo el mamarracho. La comedia está menospreciada y es un género tremendamente difícil. Es más fácil hacer un buen drama que una buena comedia.

P. ¿Le ha resultado fácil cotizar en el mundo de la interpretación?

R. Es un oficio con una actividad muy irregular y discontinua, y ello crea una ansiedad horrible. Cuando llevas seis meses sin trabajar, se empieza a tambalear todo. Con los años me relajo algo, pero me preocupa no cotizar. En teatro es más difícil que en el cine porque se cotiza más bajo. Tenemos una actividad muy irregular y discontinua.

P. ¿Se siente bien pagada a los 60 años?

R. Siento que podía estar mejor pagada, pero no me quejo.

P. ¿Qué reflexión le sugieren los casos de acoso laboral o sexual en el mundo de la cultura?

R. Me parecen tremendos. Hay que seguir peleando, alzando la voz, compartiendo, luchando y denunciando.

P. ¿Hay miedo a denunciar?

R. Afortunadamente se está perdiendo algo, pero todavía existe miedo.

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