Sarah Polley, única cineasta nominada a mejor película en los Oscar: “La Academia ha ignorado el gran año de las directoras negras”
La canadiense opta a dos estatuillas por ‘Ellas hablan’, una fábula sobre la opresión patriarcal y el poder de la imaginación femenina
El anuncio de su doble nominación al Oscar pilló a Sarah Polley (Toronto, 44 años) allí donde está prohibido armar jaleo. “Me enteré en la sala de espera justo antes de entrar en la consulta de mi médico. Fue bastante raro. Supongo que salí de casa sin expectativa de que esto pasara”, explica en conversación telemática, relajada y acomodada sobre el elegante cabecero de su cama en un hotel en Los Ángeles. Ese será su hogar improvisado durante las dos próximas semanas, hasta que pase la ceremonia en la que descubrirá si Ellas hablan, la tercera película que ha dirigido y que ha coescrito adaptando la novela de la también canadiense Miriam Toews, se hace con el Oscar a mejor guion adaptado o a mejor película. Es la única cineasta frente a los nueve directores que la acompañan en la máxima categoría de esta edición.
Protagonizada por Frances McDormand, Claire Foy, Rooney Mara y Jessie Buckley, Ellas hablan está inspirada en la historia real de las agresiones en la comunidad menonita boliviana de Manitoba. Un tribunal declaró culpables en 2011 a nueve hombres de violar a decenas de ancianas, mujeres y niñas de su grupo mientras dormían sedadas con un potente anestésico para animales. Como en la novela de Toews, la película imagina el plan de respuesta de las mujeres de esa comunidad arcaica y agrícola para cuando sus violadores (primos, tíos y maridos) regresen de declarar y sean puestos en prisión provisional.
Paradójicamente, la única cineasta en el olimpo de los Oscar este 2023 llega con una película que es un diálogo socrático entre mujeres en rebelión contra ese sistema hecho para que los hombres siempre ganen, acaparen el poder y nieguen su capacidad de agencia. Algo que a esta multifacética creadora (ha sido actriz, ensayista, productora, directora y guionista) nadie se atrevería a cuestionar. Su vida daría para biopic. Uno tremendamente político y plagado de giros de guion.
Hija del actor británico Michael Polley y de la actriz y directora de casting Diane Polley, la creadora entró a la industria a los cuatro años como actriz para la factoría Disney. A los ocho, temió por su vida y se quedó traumatiza tras el caótico rodaje de Las aventuras del Barón Munchausen bajo las órdenes de Terry Gilliam. A los 12, entró en la lista negra de Disney, con la que seguía trabajando hasta ese momento, por lucir una camiseta pacifista (y negarse a quitársela) en una entrega de premios durante la Guerra del Golfo. Activa en manifestaciones políticas desde los 14 años, trabajó para Atom Egoyan, Michael Winterbottom o Isabel Coixet, entre muchos otros. Saltó a la dirección en 2006 con Lejos de ella, una historia basada en un cuento de Alice Munro con Julie Christie como protagonista. Tras dirigir a Michelle Williams en Toma este vals (2011), se lanzaría al documental con Stories We Tell. En ese trabajo revelaba el hallazgo de su verdadero padre biológico, Harry Gulkin, un productor canadiense con el que su madre mantuvo una aventura.
Polley llevaba una década de parón creativo en el cine tras una contusión que sufrió en una piscina cerca de su casa en Toronto en otoño de 2015. Fue lo suficientemente grave como para tenerla postrada en su cama durante semanas y con secuelas cerebrales durante años. Parte de esa experiencia la narró en Run Towards the Danger, una colección de ensayos inspirada por la frase que le repetía el médico durante su recuperación: “No te acomodes en la zona segura, corre hacia el peligro”. Está más que lista para seguir haciéndolo.
“El otro día escuché a Emma Thompson contar cómo sus nominaciones al Oscar le agotaron y le pusieron enferma. Aunque entiendo totalmente lo que dice, y me avergüenza un poco decir esto, a mí me está pareciendo muy estimulante esta campaña de premios. Llevaba diez años sin rodar, en casa con tres niños, y me faltaban estas conversaciones tan interesantes gracias a esta película”, aclara, disculpándose por si lo que dice suena “poco cool” al inicio de la conversación.
Pregunta. Más que promocionar su película, desde Twitter ha denunciado que no se nominase a directoras como Alice Diop (Saint Omer), Gina Prince-Bythewood (La mujer rey) o Chinonye Chukwu (Till, el crimen que lo cambió todo).
Respuesta. Este ha sido un gran año, muy potente para las mujeres cineastas y, específicamente, para las mujeres cineastas negras. Esperaba que la Academia reconociese ese trabajo y no lo ignorase, pero todos sabemos que estas cosas no siempre siguen la lógica que deberían. Esas películas son fantásticas, estoy convencida de que tendrán una vida muy larga y serán recordadas más allá de no haber sido nominadas.
P. En Ellas hablan recupera una frase clave de la novela original: “Esto es una reacción de la ficción como un acto de imaginación femenina”. La grabación, en cierta manera, lo fue. ¿Es cierto que redujo la jornada de rodaje para adaptarse a la conciliación familiar?
R. Sí, aunque a la gente le asustan mucho los cambios, especialmente si quieres hacer algo que no se ha hecho antes. Incluso a mí, que venía de ser una cineasta muy controladora y obsesiva. Esta película ha sido muy distinta, con un proceso colectivo en el que, sin importar el género ni el puesto, desde el guion al rodaje y a la edición, aportamos y cambiamos cosas sobre la marcha con mucha colaboración.
P. Tengo entendido que Frances McDormand, que también produce la película, le advirtió en los primeros correos que intercambiaron que esta también era una película de mujeres haciendo cine de forma distinta.
R. Sí, ayudó mucho tenerla junto a Dede Gardner como productoras porque están dispuestas a romper las reglas y a reinventar la rueda. No tienen miedo al cambio o hacer algo nuevo y por eso creo que tienen tanto éxito. Tenerlas de nuestra parte fue genial, pero eso no quita el miedo que dan los cambios. La verdad es que me inspiró cuando trabajé como actriz en España y comprobé que ahí tenéis horas de trabajo civilizadas en los rodajes.
P. ¿Fue cuando rodó con Isabel Coixet?
R. Sí, en La vida secreta de las palabras. Acabábamos casi a la mitad del día, mientras que aquí lo habitual es estar 17 o 18 horas seguidas rodando. En América del Norte tenemos la costumbre de preguntarnos todo el rato “¿Has dormido bien?” porque la mayoría de la gente, por trabajar hasta tarde (incluso cuando llega a casa), no lo hace. En ese rodaje yo lo preguntaba a todos cada mañana y recuerdo que, al final, me dijeron extrañados: “¿Por qué siempre preguntas eso? ¡Eres muy rara!”.
P. ¿Se siente cómoda con que se haya etiquetado a Ellas hablan como una película del MeToo?
R. No creo que sea sobre el MeToo. Es una fábula atemporal que se podría haber contado hace 40 años o en el futuro. Cuando leí la novela era el apogeo del movimiento, pero sentí que ese texto hacía mucho más rica y elaborada a esa conversación. Más que identificar los daños, retrocede con vista de pájaro para afrontar las preguntas complicadas, mirar hacia adelante y preguntarnos lo que queremos construir, no solo lo que queremos destruir.
P. Aquí, de hecho, se indaga en el perdón, la validez del pacifismo y se hace hincapié en que no todos los hombres son agresores.
R. Es curioso porque aunque estoy en Twitter, parece que no presté la suficiente atención como para saber que ahí dentro el “Not All Men” era un lema muy politizado contra el Me Too. No era mi intención decirlo con esa connotación, pero por supuesto creo que no todos los hombres son así. La gran idea errónea sobre el feminismo es pensar que es antimasculino. No lo es. La desigualdad no beneficia a nadie. Se trata solo de justicia e igualdad.
P. En su ensayo Las mujeres que permanecieron en silencio escribió sobre por qué no se unió a las cuatro mujeres que denunciaron por agresiones sexuales, tres años antes del MeToo, al famoso locutor de radio Jian Gomeshi, pese haber vivido una experiencia traumática con él. ¿Rompió ese silencio movida por la novela en la que se basa esta película?
R. Planeé escribir ese ensayo durante muchos, muchos años. Fue un proceso creativo entre la película y el ensayo.
P. ¿Le removió mucho rodar esta película o pudo separar su experiencia personal de la obra?
R. He pensado en muchas experiencias que he tenido como mujer al abordar la película. Obviamente, todo está ahí, y es parte de lo que pienso sobre estas cosas, pero lamentablemente, como tantas otras mujeres, he tenido esas experiencias que son relevantes en esta película.
P. ¿Qué le diría a los que creen que Ellas hablan va sobre mujeres?
R. Pues que esto va sobre todos nosotros. Estamos viviendo una gran reacción al feminismo y al MeToo. Esa misoginia es realmente escandalosa, muy pública, con muchos seguidores entre los hombres jóvenes. Pienso mucho en cómo crecerán mis hijos frente a este mundo. Hemos progresado mucho como mujeres, pero esta reacción es real y francamente aterradora. No podemos bajar la guardia o disculparnos por haber progresado.
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