La segunda muerte de Vicente Aleixandre, la segunda ruina de Velintonia
Treintaiséis años después de que se vaciase la casa del último poeta español ganador del Nobel de Literatura, las disputas entre herederos y la desidia y diferencias entre Administraciones propician que salga a subasta el cenáculo de varias generaciones de escritores, de Lorca a los Novísimos
“La vida es un dolor”. Es la frase que pronunció el escritor Vicente Aleixandre cuando ingresó muy grave por una hemorragia intestinal en una clínica de Madrid situada a unos metros de su casa. El último poeta español distinguido con el Premio Nobel de Literatura, en 1977, también un reconocimiento a la...
“La vida es un dolor”. Es la frase que pronunció el escritor Vicente Aleixandre cuando ingresó muy grave por una hemorragia intestinal en una clínica de Madrid situada a unos metros de su casa. El último poeta español distinguido con el Premio Nobel de Literatura, en 1977, también un reconocimiento a la generación del 27, falleció pocos días después, el 13 de diciembre de 1984, a los 86 años. Era el final para el eterno convaleciente con mala salud de hierro desde que una enfermedad de juventud le hizo perder un riñón. Su inseparable hermana, Conchita, le sobrevivió dos años y cuando ella falleció, los papeles de Aleixandre, que estaban en el sótano de la vivienda, y su biblioteca pasaron a su amigo y exégeta el poeta Carlos Bousoño, aunque no se había especificado en documento alguno. Los objetos se repartieron entre los herederos y como ninguno de los dos hermanos había tenido hijos, la casa se cerró.
Han pasado casi cuatro décadas y el hogar del escritor de La destrucción o el amor —obra por la que ganó el Nacional de Literatura en 1933— sale en los próximos días a subasta pública por 4.561.750 euros (el precio que tenía en anuncios de inmobiliarias), en una puja a la que no se presenta ninguna Administración. El 60% del inmueble es propiedad de Amaya Aleixandre, sobrina segunda del poeta. “Son los otros dueños los que se han empeñado en esto. Las Administraciones llevan mucho tiempo diciendo que están interesadas en la compra, pero no han contactado con nosotros”, contesta por WhatsApp. Esos “otros dueños” son cuatro, cada uno tiene el 10%, son nietos de una prima del poeta y solicitaron a la justicia hace meses la extinción del condominio, por la que puede subastarse un bien indivisible si no hay acuerdo entre los propietarios.
¿Cómo ha llegado a esto el lugar por el que pasaron, tertuliaron y se divirtieron los poetas del 27? Donde Lorca tocaba el piano y leyó por primera vez los versos que su amigo bautizó como Sonetos del amor oscuro y el borrador de Poeta en Nueva York. Allí escribió Aleixandre casi toda su obra, como en él era habitual, a mano y por la noche, recostado en la cama; en ese chalet de color crema y ladrillo rojo de dos alturas con tres plantas. Unos 750 metros cuadrados, incluido el jardín.
Esa vivienda sufrió una primera ruina, cuando la tuvo que abandonar la familia Aleixandre en la Guerra Civil porque estaba en la línea del frente. Casi al final del conflicto “acudieron Vicente y Miguel Hernández, que era para él como un hermano, para recoger enseres”, dice el presidente de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre (AAVA), Alejandro Sanz, quien ya denunció en 1995 junto al escritor José Luis Cano, a raíz de un incendio en el jardín, en el que se había instalado un mendigo, el lamentable estado del inmueble. Aleixandre contó en entrevistas que cuando fue con Miguel Hernández, la casa tenía las huellas de los obuses. Sin embargo, lo peor sucedió cuando quiso ver su biblioteca. Alguien se había dedicado a arrancarles las hojas a casi todos los libros.
Con el franquismo comenzó el exilio interior de quien había simpatizado con la República. Elegido miembro de la Real Academia Española en 1949, continuó como anfitrión de nuevos poetas, como los mencionados Bousoño y Cano, además de la generación del 50 y, más adelante, los Novísimos.
El 6 de octubre de 1977, la casa se llenó de visitas. Fue el día en que la Academia sueca le reconoció con el Nobel “por su renovadora obra poética que, enraizada en la tradición poética española y en las corrientes modernas estéticas, esclarece la condición humana en el universo y en la sociedad actual”. Aleixandre no acudió a recogerlo, el 10 de diciembre, por su delicada salud. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Madrid acordó dar su nombre a la calle en que vivía, un acto en el que tampoco estuvo, esta vez porque le parecía una fanfarria exagerada. Se limitó a saludar desde la ventana. Hasta entonces, esa tranquila calle se llamaba Wellingtonia, que él rebautizó en sus cartas y con los amigos como Velintonia, palabra así escrita que incorporó el propio Aleixandre al diccionario de la RAE como “especie de secuoya”.
Velintonia ofrece un estado lastimoso, rodeada de hierbajos, suciedad, desperfectos y un interior casi cochambroso… Si alguien se interesa en comprarla, tendrá que tener en cuenta que el inmueble es Bien de Interés Patrimonial (BIP), protección aprobada por la Comunidad de Madrid el 1 de junio de este año tras petición de un informe del Ministerio de Cultura. Es una salvaguarda menor a la que quería la AAVA, la de Bien de Interés Cultural (BIC), máxima protección según la ley regional de Patrimonio de 2013 y con la que no se puede mover un grano de arena sin permiso administrativo. Es una figura para lugares “vinculados al pasado que tengan una especial relevancia histórica”, dice el texto. “En cambio, como BIP hay posibilidad de que puedan sufrir cambios irreversibles algunas estancias”, señala Sanz. Esta otra protección es para lugares “que posean especial significación histórica o artística”, pero sin “valor excepcional”.
La situación de Velintonia ha sido recurrente desde que fue vaciada. “El abandono amenaza la casa de Aleixandre”, “La maleza acecha la casa de Aleixandre”… son algunos titulares publicados hace años en EL PAÍS, o artículos de escritores, como el de Fernando Delgado en 1987. Él fue otro agraciado con la hospitalidad de Aleixandre, una experiencia que contó en 2017 en su libro Mirador de Velintonia (Fundación José Manuel Lara), un conjunto de recuerdos sobre conversaciones con el poeta y los personajes que lo visitaban. “Vicente fue generoso con todos, su casa era un encuentro con la literatura”, dice por teléfono. “Pero la casa hoy no tiene sentido, soy partidario de que se aniquile, se acabó, allá se las arreglen sus herederos”, y responsabiliza de la situación a “parte de la familia” y a la desidia de los políticos.
Las primeras negociaciones serias sobre Velintonia de las tres Administraciones implicadas (Ministerio de Cultura, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento) con los propietarios fueron en 2005, cuando siendo ministra Carmen Calvo se ofrecieron casi tres millones, según publicó este periódico, por debajo del entonces precio catastral, que rechazaron los propietarios.
Pasaron los años. La Comunidad pidió sucesivos informes, como el que enseña Sanz de 2008, en el que se recomienda que Velintonia sea declarada BIC. En 2019, José Carlos Mainer, catedrático emérito de Literatura de la Universidad de Zaragoza, redacta uno en el que desliza una frase que resume lo acaecido estas décadas: “Un pugilato de intereses familiares y de propósitos demasiado vagos por parte de las autoridades para proporcionar un uso cultural a la vivienda”.
Con la pandemia hay un parón hasta que en febrero de 2021, el ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, dio un golpe de efecto y visitó la casa, algo que no sucedía desde que Javier Solana lo había hecho al poco de llegar al Gobierno el PSOE en 1982. Rodríguez Uribes muestra su interés en que se la declare BIC. Sin embargo, la Comunidad no está de acuerdo, prefiere que sea BIP porque “dentro de la casa no hay nada de valor”, argumentan, lo que indigna a la AAVA: “La ley no dice nada de que tenga que haber algo en su interior para ser BIC”.
El 28 de julio de 2021, el nuevo ministro, Miquel Iceta, envía una carta a Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura de la Comunidad, en la que subraya la “situación de abandono” de la casa y exhorta a que se adoptasen “medidas urgentes”, pero protegiéndola como BIP. Cultura ha cambiado de criterio, opina ahora lo mismo que la Comunidad, que finalmente la protege con esa figura el 1 de junio de 2022.
El Ministerio ha proclamado también, como la AAVA, que el lugar debe convertirse en Casa de la Poesía, algo de lo que la Comunidad no quiere ni oír hablar: “Ya hay una”, señalan fuentes del Gobierno regional. Se refieren a la Fundación Centro de Poesía José Hierro, en Getafe, que no fue casa de ningún poeta. Sobre esta cuestión, Fernando Delgado apunta: “Velintonia está vacía, a qué museo va a ir ahí nadie a ver qué. La gente estará mejor en los libros de Vicente”.
Por si esto fuera poco, hay una cuestión guadianesca en Velintonia. El archivo, los papeles del poeta que junto a la biblioteca se fueron llevando Carlos Bousoño, fallecido en 2015, y su esposa, Ruth Crespo (Bousoño). La Comunidad inició en junio el procedimiento para que (esto sí) sea BIC. “Así no puede trocearse ni venderse fuera de España”, apuntan en la Comunidad, que negocia con Ruth Bousoño, con la que este periódico ha intentado ponerse en contacto sin éxito.
No es la primera vez que se negocia. En 2007, los Bousoño llegaron a un acuerdo por cinco millones con la Junta de Andalucía y la Diputación de Málaga, pero Amaya Aleixandre los demandó porque afirmaba que no tenía constancia de tal archivo. Cuando la justicia dio la razón a los Bousoño, dos años después, ya no se retomaron las negociaciones. La sentencia de un juzgado de Majadahonda (Madrid) justificó su fallo en la figura de la usucapión: habían transcurrido más de 20 años sin que nadie reclamase esos papeles, así que eran de quien los tenía.
Ese legado está compuesto por unos 6.400 documentos fechados entre 1920 y 1984. Hay, según el inventario de la Comunidad, manuscritos en verso y en prosa, correspondencia con la generación del 98 (Pío Baroja, Azorín...), la del 14 (Gregorio Marañón) y con la del 27 (Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados, Gerardo Diego, Jorge Guillén...). También con los Novísimos (Leopoldo María Panero, Félix de Azúa, Luis Antonio de Villena, Ana María Moix, Vicente Molina Foix...). Hay cartas de Camilo José Cela, Blas de Otero, Jaime Gil de Biedma, José Manuel Caballero Bonald, Pere Gimferrer, o Josefina Manresa, viuda de Miguel Hernández, y con hispanoamericanos, como el Nobel Octavio Paz.
En cuanto a su estado, los técnicos avisan: es bueno, pero se debe actuar porque hay documentos en contenedores de plástico inadecuados. El conjunto incluye objetos, como el frac que llevó Aleixandre cuando leyó su discurso de ingreso en la RAE o una máscara mortuoria del poeta.
Quizá se acaba el tiempo para Velintonia, su estado es como una segunda muerte para quien en ella vivió y concibió casi toda su obra. Desde la AAVA exhortan “a que nadie la compre en la subasta, para que no acabe en manos de un especulador”, o para que, como escribió Fernando Aramburu recientemente en EL PAÍS, no “acabe convertida en una tasca”.