El mundo de relieves y luces de Joanie Lemercier llega a la Fundación Telefónica
El pionero francés del ‘video mapping’ plantea una evolución de lo artificial a lo natural en su obra
Joanie Lemercier (Rennes, 38 años) es un pionero del video mapping, una técnica que consiste en jugar con las proyecciones, el uso de la luz y el espacio para crear ilusiones óptimas tridimensionales cuyas posibilidades, según el propio artista explica a EL PAÍS, son “infinitas”. La exposición Joanie Lemercier. Paisajes de luz, que estará en la Fundación Telefónica del 11 de febrero al 25 de julio, es la primera gran muestra dedicada al francés, que ha ganado notoriedad en circuitos experimentales y festivales como el Sónar de Barcelona. La exhibición muestra la evolución del realizador, de las frías retículas a colores, personas y lugares llenos de vida. “¿Por qué estoy creando experiencias hermosas en interiores con mucha tecnología cuando esa misma naturaleza está siendo destruida solo para tener electricidad?”, fue la pregunta que marcó un antes y después en su obra y vida.
La exhibición está conformada por siete instalaciones que recorren la carrera del artista. Juliette Bibasse, comisaria de la muestra, explica que la exhibición se divide en dos épocas y comienza con un periodo más literal, basándose en la premisa de “la luz como medio y el espacio como lienzo”. La primera pieza, Edges (Aristas) sirve como una especie de retrospectiva: el minimalismo y el uso de la luz y las líneas buscan recapturar sus principios profesionales. La comisaria cuenta que esta obra, junto a Desirable Futures (Futuros deseables), fueron desarrolladas el año pasado para una primera exposición que tuvo que ser aplazada. “Toda la exhibición hubiera sido diferente si no hubiésemos estado atrapados en nuestro estudio”, afirma Bibasse.
Montagne, cent quatorze mille polygones (Montaña, ciento catorce mil polígonos) es un espectacular valle nevado creado a partir de una retícula distorsionada por un algoritmo que, ayudado por efectos de luz y sonido, creando lo que la comisaria considera es “la obra más realista de Joanie hasta ahora”. “Si puedo ser franco sobre el arte digital, uno está muy definido por la herramienta”, cree Lemercier, quien no lo considera una limitación sino más bien un complemento sobre lo que se puede o no hacer. “Siempre que trabajes con un ordenador, programa o dispositivo, eso es lo que te termina guiando y dirige el trabajo”.
Montagne se complementa con Fuji y Eyjafjallajökull, en las que Lemercier desarrolló un mapeo inverso, donde la luz se proyecta sobre dibujos realizados con anterioridad para crear efectos visuales, en lugar de una retícula. El primero se inspira sobre un texto japonés, el más antiguo que se conserva en ese idioma, un cortador de bambú y una princesa procedente de la luna. El segundo se basa en la erupción de un volcán islandés en 2010, con el que el propio artista estuvo obsesionado debido a un vuelo trasatlántico repetidamente cancelado.
Paisajes artificiales, máquinas reales
Paysajes Possibles abre una etapa más figurativa en la obra del francés ya que fue la primera instalación en la que buscó que sus obras no fueran simplemente “archivos en un dispositivo electrónico”. Un trazador gráfico, o plotter, programado y modificado por Lemercier es la estrella de la instalación que va poco a poco recreando una serie de imágenes de montañas y océanos. “La máquina está haciendo la exposición. La llevamos, la ponemos en la mesa, le damos instrucciones y a medida que hablamos la máquina está creando los dibujos que se van a mostrar al público”, cuenta el artista y añade que espera que esto sirva para reflexionar sobre el papel de la tecnología en el día a día. La comisaria añade que lo curioso es que son las impresiones imperfectas las que suelen terminar gustando más.
El tema político se hace más evidente con The Hambach Forest and the Technological Sublime (El bosque de Hambach y lo Sublime Tecnológico), una especie de tríptico audiovisual que muestra la deforestación de uno de los bosques más antiguos de Europa, en Alemania, para crear la mina de carbón más grande del continente y el activismo para detenerlo. Lemercier confiesa que la experiencia cambió profundamente su filosofía de vida. “Lo primero que se ve es este bosque tan precioso, casi mágico. Es bastante inmersivo, pero cuando sales ves la parte de atrás. Te das cuenta de que esta sala es una construcción. Es todo una ilusión”.
Desirables Futures (Futuros deseados) sirve como una especie de epílogo para la exhibición. Se muestra su activismo con Extinction Rebellion y futuros experimentos con luz natural y en ambientes abiertos. Lemercier admite sentirse ambivalente ante su trabajo anterior y considera que “eso no era la naturaleza, era una representación de la naturaleza”.
Babelia
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