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TRIBUNA LIBRE
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La noticia del año

Messi es una celebridad. Solo el anuncio de que quería abandonar el Barcelona corrió un poco a la pandemia de las primeras planas

Varios viandantes toman fotografías de una obra del artista TVBoy que representa a Messi, el 29 de agosto en Barcelona.
Varios viandantes toman fotografías de una obra del artista TVBoy que representa a Messi, el 29 de agosto en Barcelona.XAVI TORRENT (GETTY IMAGES)

El terror nunca produce tedio. Lo sabía Hitchcock, un cineasta refinado que supo fascinar a los públicos más amplios y diversos. También, siglo y medio antes, lo supo Poe. En cambio, el miedo y el aburrimiento son parientes muy cercanos. Ambos se aliaron en estos meses de encierro. Todos los días, en todos los medios y todas las plataformas, lo mismo, con leves variantes: algún médico héroe, alguna maestra que se compromete con sus alumnos. Historias que emocionan pero, al repetirse, dan la impresión de que ya se han leído la semana anterior. No es casual que, en inglés, a las noticias se las llame news. Y tampoco es casual que el folletín inventara argumentos que, en cada entrega, suspendieran a los lectores al borde de lo desconocido. Con esos trucos nació el primer gran público de masas, seguramente más fiel que el de las series de televisión, que no inspiran sino una lealtad de corto plazo.

Durante los primeros meses de la pandemia, aburrimiento y miedo al contagio estuvieron unidos. Seguimos curvas de crecimiento y penetración del virus, mapas de países donde se dan esas curvas, esperanzadores índices de disminución de los contagios o de supervivencia de los afectados. Miramos fotografías de médicos y paramédicos enfundados en túnicas blancas, que ofrecían un escenario de ciencia-ficción a nuestros miedos. Estuvimos subyugados, en el sentido más autoritario del término: la cerviz aplastada por el yugo de la pandemia.

Pero un día Messi hizo pública su decisión de abandonar el Barcelona. Considera que ha terminado su ciclo en el club al que llegó hace 20 años. Aunque los rumores fueran conocidos por la inmensa mayoría que sigue vida y milagros del jugador, la noticia recibió el tratamiento y la extensión de una primicia. Un gran diario argentino le destinó media tapa y 8 páginas, de las 51 que integraron su edición de la fecha en que se hizo pública la decisión del Héroe. Me pregunto qué noticia habría conseguido ese espacio y no alcanzo a decidirme. Quizás algo muy improbable: una guerra entre Argentina y Brasil, por ejemplo. O una invasión de extraterrestres.

¿Habría Borges obtenido sus ocho paginitas si le hubieran dado el Premio Nobel que le fue tan esquivo? Supongo que las habría obtenido en un suplemento literario, pero ocho páginas en el cuerpo del diario son una cantidad a la que Borges no hubiera accedido. Y seguramente lo habría aliviado, porque, nacido el 24 de agosto de 1899, Borges no se había entrenado para la desmesura biográfica, pese a que, en sus ficciones, fuera capaz de imaginar otras desmesuras. Era un escritor a la antigua, aunque su ironía siempre impidió que pareciera viejo. Hoy, de estar vivo, seguramente habría preguntado con una expresión ingenua y traviesa al mismo tiempo: ¿quién es Messi?, sin temer que esa pregunta lo colocara dentro de una élite aristocratizante que, por otra parte, ya no existe porque los aristócratas son futboleros devotos y gritan en los estadios con el vigor de cualquier mortal del bajo clero.

O sea que, en efecto, todos sabemos que Messi se ha ido del Barcelona y le damos a la noticia la trascendencia histórica que merece. Ha cortado la secuencia de la pandemia. Ocupa en los diarios argentinos mucho más espacio que en los españoles. Habría que sacar alguna conclusión de ello. Excepto nuestras crisis, cuando estallan; excepto los golpes militares, en las décadas que ritmaron la política, hoy, por suerte, ninguna otra noticia pone a la Argentina de ese modo descomunal y generoso en los diarios. Por supuesto, el primer motivo es Messi. El segundo es que tanto España como Argentina son naciones futboleras. Si esos dos motivos no vinieran juntos, Messi tendría algunas columnas y algunas imágenes menos en la prensa.

No estoy diciendo, por favor, créanme, no estoy siquiera sugiriendo que Messi no merezca la atención que despierta su salida del Barcelona. No estoy hablando de su calidad (y aquí agréguense los adjetivos en modo superlativo que parezcan adecuados) ni de su productividad económica allí donde pise el césped. Señalo simplemente que en la tabla con que hoy se organizan los héroes y las celebridades según los valores que posean, Messi tiene todos los atributos necesarios, porque sus virtudes se dan en el fútbol, no en el box, los toros o la literatura. Messi es hoy, como lo fueron The Beatles en los años sesenta, excelente y famosísimo. Sin rivales, porque, hasta ahora, ser rival de Messi implica instalarse en ese lugar subordinado de quien compite con alguien que no compite.

Es una celebridad como las del cine de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta. Es Humphrey Bogart. Es Marilyn Monroe. Que no se queje Borges desde el cielo de los poetas, porque sus relatos son intransitables para las mayorías. Cuando fue verdaderamente conocido más allá de los libros, lo hicieron famoso sus pases cortos y precisos: esas respuestas en los medios, infinitamente citables, como serán infinitamente reproducibles los pases y los goles de Messi.

Solo esta noticia corrió un poco a la pandemia de las primeras planas. ¿Qué mejor prueba?

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