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Blogs / Cultura
La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro
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ROMPEDORAS

Rompedoras (III): Mavis Staples, la voz colosal de las esencias del sur norteamericano

Pionera del góspel y aclamada como una eminencia en la recta final de su carrera, la cantante forma parte de esta serie de verano que reivindica a grandes pioneras aún vivas de la música popular

Fernando Navarro

Muchos tuvieron que revisar las hemerotecas para saber quién era esa mujer con una voz tan colosal. La mayoría no sabía de dónde había salido ese nombre, otros pensaban que estaba muerta y muy pocos estaban al tanto de su actividad, aunque no hubiesen dado ni un dólar por que pudiese conservar tanta fuerza cuando en 2007 se destapó con We’ll Never Turn Back, un disco que aunaba los sonidos raíces del sur estadounidense con una determinación y criterio aplastantes. Mavis Staples había regresado con la solemnidad de los resucitados.

Ya se sabe, es la historia de redención que siempre vende. Además, detrás estaba un primer espada admirado por críticos-musicales-espabilados y melómanos de primera categoría como Ry Cooder, que años atrás había dado buena cuenta de su buen olfato al abanderar el desenterramiento mundial del son cubano de Buena Vista Social Club. Todo encajaba para la operación rescate. La prensa cayó rendida a los pies de Mavis Straples y fueron recurrentes los titulares relacionados con la resurrección, aunque ella no hubiese dejado de tocar y grabar durante años. Daba igual: Staples, la más joven de las hijas del legendario grupo de góspel The Staple Singers, había vuelto para quedarse.

We’ll Never Turn Back fue el primero de una serie de álbumes que hasta día de hoy han demostrado la gran versatilidad de una cantante de una voz esplendorosa. Y, sobre todo, fue el paso que permitió que a Mavis se la empezase a conocer por su trabajo y por su música en la manoseada industria musical del pop-rock. Hasta entonces, más allá de aquellos textos que la relacionaban con su familia musical -algo que era comprensible y que ella reivindicaba-, no resultaba difícil encontrar artículos que hablaban de Mavis como “la cantante de góspel de la que se enamoró Bob Dylan”, quien quiso casarse con ella.

Mavis Staples había sido una pionera. The Staple Singers fueron una piedra angular del góspel. Una banda familiar, formada por el patriarca Roebuck Pops Staples y sus tres hijas, que desde los cincuenta se convirtió en un referente del gran circuito del género en todo el país, pero que además supo acercarse al público universitario. Eso hizo que blancos listos e interesados en la música de raíz folk como Bob Dylan, Pete Seeger y demás avanzadillas llegasen a su música. Aquellos blanquitos aprendieron de la pasión del góspel para sus tonadas folkies.

Durante los días de esclavismo, la iglesia, más allá de creencias y supersticiones, fue un refugio para la comunidad negra, donde las canciones liberaban y apelaban al corazón. Ese espíritu de lugar inviolable frente a los desajustes seguía vigente en la segunda mitad del siglo XX en la Norteamérica segregacionista contra la que se rebelaron Rosa Parks, al no ceder su asiento, y el propio Luther King. The Staple Singers fueron un importante vehículo para canalizar el orgullo negro a través del góspel y la voz de Mavis, siempre intensa y bella, el mejor colofón para elevarlo por encima de los prejuicios.

Mavis Staples, primera por la derecha, con The Staples Singers.
Mavis Staples, primera por la derecha, con The Staples Singers.

Durante muchos años al patriarca de los Staples le ofrecieron mucho dinero para que Mavis volara sola, pero ella siempre quiso seguir con la familia. Una andadura que llegó hasta los años ochenta, aunque conviene señalar que la cantante probó en solitario en 1970 en el soul con el notable Only for the Lonely en Stax Records, en el cine con la banda sonora de A Piece of the Actione e incluso bajo el paraguas de Prince, haciendo sus pinitos en los ochenta en la música funk disco. Fueron siempre tentativas sin romper el cascarón familiar.

Cuando ya se encontraba entablada en un circuito tan cerrado como el del góspel, y haciendo homenajes a Mahalia Jackson, madrina del género, Mavis supo deshacerse de sus ataduras con la música eclesiástica. No es un logro fácil en una mujer que ya había dejado atrás sus años de juventud, y más cuando EE UU es un país que tiende a levantar muros altos ante estilos tan cerrados. La pequeña de los Staples se volvió a presentar al mundo con un aura de sabiduría envidiable. Primero fue su sociedad con Ry Cooder, pero después salieron otras sobresalientes alianzas en forma de disco con Jeff Tweedy de Wilco (You Are Not Alone) y M. Ward (Livin' on a High Note). En ellos atravesaba el góspel, el rhythm and blues, el soul y el folk como si su vozarrón de resonancias ancestrales documentase la existencia en unos pergaminos sagrados.

Ahora, a sus 81 años, es aclamada como eminencia recibiendo homenajes mientras sigue deleitando con discos. Es muy difícil dar tanto con tan poco. Sin piruetas estéticas ni pirotecnia engañosa, Mavis Staples ha concentrado las esencias de la música de raíces norteamericana con calidad y elegancia en la recta final de su carrera. Es la pureza de su música lo que conmueve, impulsada por la magnitud de una voz ardiente y pantanosa a la vez. Cuando se revuelve en sí misma, sumida en un éxtasis sonoro que nace del cruce de caminos del góspel y el R&B más genuinos, y gesticula sin parar con su poderosa garganta al mando, pasando del agudo al grave con pasmosa facilidad, pellizcando el alma con sus alaridos pletóricos, cuando sucede eso, simplemente, la vida durante ese instante se hace colosal.

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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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