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LECTURA

Por qué quedan libres los policías asesinos

El escritor afroamericano Ishmael Reed sostiene en este artículo que la sociedad estadounidense avala la brutalidad de las fuerzas del orden contra las minorías

Barrera policial en las protestas en Nueva York contra el asesinato de George Floyd.
Barrera policial en las protestas en Nueva York contra el asesinato de George Floyd.FRANK FRANKLIN II (AP)

La reacción al asesinato de George Floyd a manos de Derek Chauvin, un policía de Mineápolis, sigue un patrón histórico.

El departamento de policía de la ciudad mintió sobre las circunstancias que desembocaron en el asesinato. Se puso en tela de juicio el carácter de la víctima. La familia de Floyd contrató a un patólogo privado, el prestigioso Michael Baden, para que hiciera la autopsia porque, en otros casos, los forenses oficiales han mentido para proteger a la policía. Primero, dijeron que estaba mal del corazón y eso lo había matado. Luego dijeron que estaba drogado y, por último, dijeron que tenía el coronavirus. El lunes 1 de junio se dieron a conocer las conclusiones de dicha autopsia, que demostraban que George Floyd murió por asfixia causada por los cuatro agentes. El doctor Baden, a diferencia del forense oficial, dictaminó que George Floyd había muerto asesinado y que sus arterias estaban perfectamente. Además, el 1 de junio también se informó de que, en ocasiones anteriores, la policía de Mineápolis ha utilizado esa presión en el cuello de forma desmesurada contra personas negras. Minnesota fue un bastión del Ku Klux Klan en los años veinte del siglo pasado.

El fiscal del Estado, por su parte, declaró que el asesino no había cometido ningún crimen sin ni siquiera haber examinado las pruebas. Como suele ocurrir cuando un policía asesina a un civil, el sindicato de policía apoyó al asesino. En Estados Unidos, los sindicatos de policía tienen muchas veces más poder que los dirigentes civiles de las ciudades, y a veces incluso los amenazan. Cuando David Dinkins, un hombre negro, era alcalde de Nueva York, la policía organizó una revuelta contra él.

Se ha pedido al FBI que asuma la investigación del asesinato de ­Floyd, como si eso pudiera garantizarle a su familia un resultado justo. Pero el Departamento de Justicia, en la actualidad, está encabezado por el fiscal general (ministro de Justicia) William Barr, que recientemente dijo que las comunidades que no respetan a la policía no deberían recibir ninguna protección. Cuando los abogados de su propio departamento pidieron que se acusara a Daniel Pantaleo, el policía que asesinó a Eric Garner —que también murió estrangulado—, de violación de los derechos humanos, Barr dictó una contraorden. Cuando el presidente Trump llegó al poder, su primer fiscal general, Jeff Beauregard Sessions, revocó todas las reformas policiales instauradas por el presidente Obama. P. G. T. Beauregard es el nombre de un famoso general ­confederado.

El 30 de mayo, cuando Barr hizo por fin una declaración sobre el crimen, responsabilizó de los actos violentos a extremistas de izquierdas, haciendo caso omiso del hecho de que las autoridades de Minnesota habían dicho que grupos de nacionalistas blancos, a los que el presidente Trump considera “buena gente”, habían contribuido a los disturbios. Entre el 20% de grupos violentos que llegaron a la ciudad procedentes de otros sitios estaba un grupo blanco llamado los Boogaloo Boys, cuyo objetivo es fomentar una segunda guerra civil en Estados Unidos. Otro grupo de extrema derecha también presente fue el de los aceleracionistas: “El perfil demográfico de ese grupo destructivo, formado sobre todo por jóvenes blancos, coincide más con el movimiento de los aceleracionistas que con el de Black Lives Matter. Los aceleracionistas, si no conocen el término, son un subgrupo extremista del nacionalismo blanco cuyo propósito es crear caos y destrucción”. Ninguno de estos grupos ha sido designado como organización terrorista.

El presidente Trump, que ha aprobado la brutalidad policial, dio a entender que quizá se dispararía contra los manifestantes, una sugerencia sobre la que más tarde dijo que no iba en serio o que se había malinterpretado. Presumió de que, si los Estados no eran capaces de cortar la violencia, enviaría al Ejército. Los expertos aseguran que semejante medida sería anticonstitucional. El lunes 1 de junio, el presidente ordenó que arrojaran gases irritantes contra unos manifestantes pacíficos para poder montar un número propagandístico. Atravesó la calle para posar delante de una iglesia sosteniendo una Biblia. Fue idea de su hija Ivanka, que, en comparación, hace que Maria Antonieta parezca una pobretona. Llevaba la Biblia en un bolso MaxMara que cuesta 1.540 dólares.

La mayoría nacionalista blanca que domina el Tribunal Supremo, igual que el fiscal general, ha otorgado inmunidad a los policías que matan negros. La reacción de los medios también es previsible. Siempre explican estos asesinatos como obra de “unas cuantas manzanas podridas” dentro de las fuerzas del orden, una idea refutada por un estudio de The Plain View Project que ha examinado las intervenciones de miles de agentes de policía en las redes sociales. La investigación descubrió que los comentarios representaban “una conducta inquietante en una base de datos repleta de imágenes y memes racistas y, en algunos casos, largos y corrosivos intercambios de opiniones entre múltiples agentes”. También salieron a la luz intervenciones muy preo­cupantes de diversos miembros de la policía de San Francisco: “… los mensajes en los que un trío de agentes del Departamento de Policía de San Francisco llamaba a las minorías ‘bárbaros’, ‘cucarachas’ y otros insultos deberían ser motivo para revisar ampliamente investigaciones criminales pasadas en busca de posibles prejuicios raciales, según el defensor público de la ciudad”.

En Estados Unidos, la policía, que está infiltrada por nazis y miembros del KKK, está por encima de la ley, y por eso las fuerzas de mi ciudad pueden seguir desafiando los mandatos federales que tratan de reformarlas. Está claro que hay que expulsar a los nazis y a los simpatizantes del KKK presentes en todos los departamentos de policía del país.

Los medios de comunicación estadounidenses, por su parte, tienen un atraso de 50 años con respecto al sur en cuestión de diversidad, de modo que los que han seguido la historia de George Floyd desde el principio no tienen ni idea de cómo vive un hombre negro. A mí me tratan diferente por el color de mi piel todos los días. Incluso estuve sometido a vigilancia por la policía universitaria de la Universidad de California, que me paró en varias ocasiones a pesar de dar clase allí durante 35 años. Los pocos negros a los que el público blanco considera menos ofensivos —artistas, deportistas, intelectuales y teócratas— han intentado educar a los que James Baldwin denominaba “el coro de los inocentes” sobre los abusos que comete la policía con los negros. Lo que no mencionan esos acólitos de Baldwin es que, cuando él publicó su novela Dime cuánto hace que el tren se fue (1968), estaba ya harto de tratar de redimir a la gente y de los progresistas que le defendían. La gente a la que se ha invitado a comentar el asesinato de George Floyd consiste, en su mayoría, en hombres blancos y mujeres blancas y negras, además de algunas personas de otras razas, que no tienen ni la menor idea de lo que supone ser un hombre negro en Estados Unidos. Los medios consideran que son menos conflictivos que los hombres negros.

Los medios de comunicación, que han apoyado a los que protestan en Hong Kong, ha n condenado los disturbios provocados en Estados Unidos por el asesinato de George Floyd. Los motines no sirven de nada, solo para mejorar la popularidad del presidente. Los que cometen actos violentos durante las manifestaciones en mi ciudad, Oakland, en California, son jóvenes blancos procedentes de barrios residenciales. Cuando los medios informan sobre los disturbios destacan a los saqueadores negros, cuando muchos de ellos son blancos. Durante los desórdenes que siguieron a la absolución del policía que había dado una paliza a Rodney King, el alcalde de San Francisco, antiguo policía, reprendió a los manifestantes blancos por no mostrarse tan contenidos como los negros.

Como era de esperar, los medios, siguiendo las instrucciones de sus dueños multimillonarios, se han detenido en todas las heridas sufridas por la policía, pero casi no han hablado de los malos tratos infligidos por los agentes a los manifestantes en Nueva York, Atlanta y otras ciudades. Por desgracia, esa preocupación por el bienestar de la policía no ha sido recíproca. En Atlanta arrestaron a un periodista negro de CNN con su equipo. También se ha visto a un policía disparar balas de goma contra un equipo de televisión. Al fin y al cabo, Trump dice siempre a sus seguidores que los medios, y en especial CNN, son enemigos del pueblo.

Los medios tampoco dijeron nada sobre los más de 1.000 civiles asesinados el año pasado por la policía. Entre ellos había negros, hispanos e indios americanos, víctimas habituales de la brutalidad policial porque todavía se los castiga por haberse resistido a la invasión. Los medios han ignorado el increíble número de violaciones que sufren las mujeres indias por parte de hombres blancos.

El 31 de mayo, por fin, The New York Times publicó ejemplos de brutalidad policial que demostraban que la policía no era inocente y que estaba exhibiendo la agresividad contra la que se habían convocado las manifestaciones. “Varios vídeos muestran a agentes de policía en noches recientes utilizando porras, gas lacrimógeno, gas pimienta y balas de goma contra manifestantes, espectadores y periodistas, a menudo sin avisar o aparentemente sin provocación. Las imágenes, muy difundidas en Internet, ponen de relieve precisamente las quejas por el comportamiento policial que han suscitado protestas en un mínimo de 75 ciudades de todo Estados Unidos”.

El exvicepresidente Joe Biden se equivocó al decir que la mayoría de los estadounidenses condena las acciones de la policía. La policía tiene la sensación de que la mayoría de los estadounidenses blancos le ha autorizado a hacer lo que quiera contra las minorías. Y tiene razón. El objetivo de los hombres blancos armados, desde las colonias del siglo XVII hasta ahora, ha sido siempre proteger a “la familia blanca virtuosa”, en especial a las mujeres blancas, el grupo más seguro del país. Por eso Donald Trump obtuvo el 53% de los votos de las mujeres blancas. Entre las mujeres blancas con educación universitaria, Clinton le aventajó solo en un 7%. Las mujeres blancas escogieron la raza por encima del género. Trump consiguió su voto en cuanto dijo que a través de la frontera estaban entrando violadores mexicanos.

Por último, incluso aunque un jurado de Mineápolis condene a los cuatro policías que asesinaron a George Floyd, sus abogados siempre podrán apelar ante un jurado blanco y de clase media. En la experiencia de los negros, los jurados exclusivamente blancos equivalen a sabuesos y sogas.

Ishmael Reed es escritor, autor de Mumbo Jumbo y profesor distinguido del California College of the Arts. Traducción de Mª Luisa Rodríguez Tapia.

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