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ARTE

El ‘techno’ se baila en el museo

La estrecha relación entre arte y música electrónica abre un campo infinito de gestos y escuchas que han llegado al museo para quedarse

'Phase Shifting Index' (2020), de Jeremy Shaw, en las salas del Centro Pompidou de París.
'Phase Shifting Index' (2020), de Jeremy Shaw, en las salas del Centro Pompidou de París.TIMO OHLER

La humanidad ha empleado siempre rituales para recobrar el equilibrio ante las perturbaciones provocadas por el desorden del mundo. De hecho, la catástrofe o la enfermedad se encuentran en el germen de ese tipo de medicina mágica del mismo modo que los excesos colectivos están en la base de cualquier acto de evasión. Cuando bailamos nos exorcizamos. Después de todo, la fiesta no deja de ser una operación cósmica: la experiencia del caos para provocar algo así como un renacimiento de la vida.

En esa suerte de liberación, el tech­no deviene hoy un estado mental: una comunión entre los ritmos regulares de nuestro cuerpo (corazón, respiración, parpadeo) y una melodía enérgica que se adueña del cuerpo para llevarlo a otro nivel. La puerta de entrada a un vasto espacio de historias, imágenes y emociones que figuran en el límite de las palabras y que cada vez transitan más artistas. Jeremy Shaw (Vancouver, 1977) lo hace desde el Centro Pompidou de París con Phase Shifting Index, una instalación sonora inmersiva donde varios grupos de personas que no paran de moverse en un espacio en el que rituales, sistemas de creencias e historias dispares cohabitan en un limbo interpretativo. Shaw habla de la universalidad del deseo y de la necesidad de bailar, de la pérdida de control y de los estados alterados, y cómo éstos llevan al público a otro cambio de fase: la incomunicabilidad que encierra toda experiencia subjetiva. No está lejos otra instalación sonora, Party/After-Party, que el DJ y mítico productor de tech­no Carl Craig ha llevado al espacio del Dia Beacon, una hora al norte de Nueva York. La música retumba bajo haces de luz que devuelven a esta antigua fábrica de envases de 1929 a la experimentación radical que tuvo la cultura de la electrónica en este tipo de espacios industriales.

Del techno sabemos que nació a mediados de los ochenta en los suburbios de Detroit, el centro de la producción de coches de todo Estados Unidos, aunque su patria espiritual siempre ha sido Berlín: en ningún otro lugar del planeta se ha asimilado con tanta intensidad este sonido futurista y maquinal como parte del tejido urbano y popular. El legado que deja hoy es casi un milagro cultural. Apareció en un momento histórico de fuerte inestabilidad económica, de saturación de información y control social. No es casualidad que el reclamo surja justo ahora, en un presente estresante, opulento, saturado e incluso temeroso de avanzar, y que alterna el optimismo de las ganas de cambio con el pesimismo lógico derivado de una realidad que ofrece pocos motivos para soñar algo mejor.

Los alemanes Kraftwerk, a los que el Design Museum de Londres rinde homenaje a sus 50 años en activo con Electronic: From Kraftwerk to The Chemical Brothers, fueron los primeros en entrar a un museo y revolucionarlo todo. Fue en 2012 con Retrospective 1 2 3 4 5 6 7 8 en el ­MoMA PS1 y su paso por la Sala de las Turbinas de la Tate Modern. A partir de ahí, la cosa se disparó: Dinos Chapman pinchaba su Lufbobles en el Sónar, mientras Mark Leckey lanzaba su Hecker Leckey Sound Voice Chimera y Wolfgang Tillmans provocaba largas colas frente al Berghain de Berlín para pinchar su Device Control. El mundo editorial acompañó ese apogeo, desde el relato oral del Berlín tras la caída del muro que recoge Der Klang der Familie (Alpha Decay, 2015) al clubbing madrileño recogido en EBM Madrid Obsession (2017), la biblia llamada Loops I + Loops II (Reservoir Books, 2018) a los más recientes, Techno Rebels (Alpha Decay) y The Haçienda: cómo no dirigir un club (Contra Ediciones), ambos editados en 2019, año en que la Bienal de Venecia lanzó Electro, el primer programa enfocado a la música electrónica, del dance de los setenta al techno futurista de nuevo milenio.

Lo que ocurrió en la oscuridad de los Giardini no estaba lejos de lo que plantea Èpica, de Aimar Pérez Galí, que se ha estrenado dos veces (Sónar y Festival Salmón), ambas en el Mercat de les Flors, y que ahora vive en formato vinilo. Una pieza donde los bailarines entregaban su energía en una sesión de techno épico, que ofrecía una reflexión crítica feminista y poscolonial, dando voz a aquellas luchas que no operan dentro del canon heteronormativo actual.

Por ahí va la danza del futuro. Bailar para agitar conciencias. Elements of Vogue (CA2M, 2018 – MUAC, 2019) ya alzó el voguing como una forma de baile urbano y queer, cuyas raíces se hunden en la historia de la comunidad LGTB afroamericana. Un rugido underground reivindicado hoy como activismo, igual que el twerking como movimiento feminista. Bajo ese paraguas encontramos You Got To Get In To Get Out. El continuo sonoro que nunca se acaba, el proyecto sobre el techno que tiene entre manos La Casa Encendida, seguramente la revisión desde el arte más completa hasta la fecha. Al frente están Sonia Fernández Pan y Carolina Jiménez, y una investigación de largo recorrido que parte del techno para llegar a otros lugares llenos de escucha y gestos que sirven a estas comisarias para abrir un campo poroso lleno de lecturas feministas, activistas y políticas. Un proyecto que arranca este mes de junio con el primero de los podcasts de un programa de más de un año de sesiones de música desde la web de La Casa Encendida, que expande la exposición como tal, que llegará en otoño de 2021. Una muestra de arte y muy experiencial que tendrá su contrapunto teórico e histórico del techno en una publicación que pugna por una cultura de baile como activismo más allá de la noche.

Party/After-Party. Carl Craig. Dia Beacon. Nueva York. Hasta verano de 2021.

Phase Shifting Index. Jeremy Shaw. Centro Pompidou. París. Hasta el 27 de julio.

You Got To Get In To Get Out. El continuo sonido que nunca se acaba. La Casa Encendida. Madrid. De junio de 2020 a enero de 2022.

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