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PURO TEATRO

La gran década de Myriam de Maeztu

La actual jefa de sala del Teatro Español de Madrid fue miembro de tres compañías señeras de los setenta: TEI, Tábano y Els Joglars

Marcos Ordóñez
Myriam de Maeztu, en los setenta, en su época con el grupo Tábano.
Myriam de Maeztu, en los setenta, en su época con el grupo Tábano.LUIS MENDO

Myriam de Maeztu es una de las mejores jefas de sala de nuestro teatro, en el Español de Madrid. Y además, hablar con ella es una crónica viviente y vivísima de la escena de los 70-80. “Me tocó crecer en una década bastante prodigiosa —me cuenta, apasionada y torrencial— con tres grupos tan irrepetibles como el TEI, Tábano y Joglars. Yo soy de Madrid. Tenía 18 años y quería ser actriz y periodista. Una cosa llevó a la otra, porque entré en la Escuela de Periodismo de la Iglesia, que tenía mucha fama. Estaba al lado del Colegio Mayor San Juan Evangelista, que era un vivero de gente de teatro y de música. Un día vi en el Colegio un cartel que pedía una actriz. Me presenté y me cogieron. Era El juego de los insectos, que dirigía Alonso de Santos. Entre los actores estaba El Brujo, que ya era buenísimo. Esto lo vió José Carlos Plaza, le gustó mucho y me ofreció entrar en el TEI. Y entré. Yo ya había sido espectadora de su teatrito en Magallanes, donde un actor me dejó deslumbradísima: Antonio Llopis, en Historia del zoo, de Albee. Y había una actriz excepcional: Trinidad Rugero. Era como un violín, con una delicadeza mágica. La descubrí en Proceso por la sombra de un burro, que luego hice de gira por España con Miguel Ángel Egea. Coincidimos en La sesión, de Pablo Población, un psicodrama bastante intenso, donde realmente comencé en el grupo. Lo hicimos en media España y en el festival Cero de Teatro Independiente de San Sebastián. Esto debió de ser en 1970".

Es impensable recordar el TEI sin detenerse en Layton, Plaza y Llopis. "Inteligencia es la palabra que definía a los tres —continúa Maeztu—. Yo tenía tantas ganas de dar clases con Layton que me matriculé en sus cursos en la Escuela de Cine, y tuve suerte porque, aunque parezca increíble, solo eramos cinco chicas, y tres de ellas no venían. Era extraordinario trabajar con él porque era discípulo de Sanford Meisner, un hijo heterodoxo del Método, y la base de su trabajo actoral suponía un proceso de investigación sobre uno mismo. Un juego muy serio, muy delicado, que a veces podía, por su profundidad, rozar lo peligroso. Aprendí mucho con Layton. En sus clases era muy preciso, pese a padecer una sordera que fue en aumento. Antonio Llopis era magnético, fenomenal. Había mucha sensibilidad en el TEI y en el teatro joven de entonces. Sensibilidad emocional en carne viva. Y sin filtros, a corazón abierto. Aquello que decía Machado: que en el mundo están las voces y los ecos, y hay que saber distinguirlos. En la gente de aquel teatro había muchas voces. Por eso a mí me emociona haber estado en tres: solo me faltó Goliardos para ligar los cuatro ases. Pero tenía tantas ganas de aprender que cuando Margallo me propuso entrar en Tábano no lo pensé dos veces. Alguien me dijo que aquello no era para mí, y lo primero que hice fue la juerga de Castañuela 70, pero la prohibieron. En Tábano, las chicas eran Petra Martínez, Alicia Sánchez, Gloria Muñoz y servidora. Entre los chicos estaban Santiago Ramos, Gerardo Vera, Fermín Cabal… Cuando prohibieron Castañuela, la juntamos con Retablillo de Don Cristobal e hicimos una gira para la emigración que fue un exitazo: hasta a América fuimos. Y a la vuelta, Amor de don Perlimplín, y un gran texto que habían hecho Savary y el Grand Magic Circus: Los últimos días de Robinson Crusoe o veinte años de aventuras y de amor. Éramos de 15 a 20, con músicos y todo. Giras agotadoras pero apasionantes, en las que hacíamos de todo. Teníamos veinte años y nos pasábamos la vida enamorándonos y desenamorándonos, en contra de la posesión y muertos de celos.

Y de Tábano a Joglars… y La torna. "Ferran Rañé me dijo que buscaban a una chica. Tres días de pruebas ¡en riguroso catalán! Me eligieron. Y eso fue clave en mi vida. Para mí, Barcelona era la modernidad, pero resultó que Joglars vivían en el quinto pino. Se trabajaba mucho: nueve días de ensayos en el campo y cinco en Barcelona. Y televisión. Y Laetius, que no nos convenció. Y La torna, que surgió a partir del sumario de Heinz Chez. Nos procesaron. Unos salieron por pies, otros fueron a la Modelo, y yo estuve en la Trinidad, y de vuelta a Madrid, a Yeserías. Nuestro rey emérito nos indultó cosa de un año y medio después. Luego pasé a El Gayo Vallecano para hacer Madame de Sade, y doblajes, películas, algunos montajes… Hasta que en el año 2000 me dijeron que en el Español buscaban un jefe de sala, y acababa de llegar Mario Gas, recién nombrado, y me dijo “Vente, y empiezas el próximo martes”. Y fui, y así empezó otra época con gente distinta y estupenda que te contaré otro día".

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