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El canon personal de Caballero Bonald

‘Examen de ingenios’ y ‘Oficio de lector’ son vasos comunicantes, personajes y libros circulan juntos de la mano de un retratista (y autorretratista) formidable

Juan Cruz
 El escritor José Manuel Caballero Bonald, en su casa de Madrid, en 2015.
El escritor José Manuel Caballero Bonald, en su casa de Madrid, en 2015. ALEJANDRO RUESGA

Dice José Manuel Caballero Bonald al principio de Oficio de lector (Seix Barral, 2013) que, a lo largo del tiempo, el gusto sucesivo arrincona lecturas que fueron preferidas, mientras que “libros que no merecieron ningún aprecio” terminan “redescubriéndose con alguna delectación. Tampoco es improbable”, continúa el maestro de Jerez, “que la natural movilidad de los hábitos selectivos de lectura motive que el canon personal de escritores verdaderamente duraderos acabe reducido a media docena de clásicos”.

Después de ese libro Caballero Bonald publicó Examen de ingenios (2017) en la misma editorial. Este constituía una exhaustiva revisita suya a literatos o personajes de la vida cultural de las diversas generaciones del siglo XX, a los que frecuentó personalmente y leyó o trató de manera minuciosa. La combinación de ambos libros, uno de crítica (o como se le quiera llamar, pues él no se arroga “la ardua incumbencia del crítico”) y otro de retratos, conforma el perfil de una manera de ser, que es también una manera de leer, propia del autor de Ágata ojo de gato.

Lo que en estos libros sobresale de Caballero Bonald, uno de los más generosos literatos de la historia española del siglo XX, capaz de ayudar a todos los que han venido a su puerta, es la independencia radical de criterio, una forma insobornable de poner toda lectura al servicio soberano de su gusto y de no pedir jamás perdón por ello.

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Uno y otro libro son un abundante, y movible, canon personal, que él desmenuza en Examen de ingenios para poner las cosas, y la historia, en su justo punto. Ya no son libros individuales, obras que son circunstancia en la trayectoria de los escritores, azar, por otra parte, del gusto del lector. Son exámenes de ingenios, de los que unos salen con heridas leves, otros quedan heridos gravemente y, finalmente, unos pocos salen confortados por la mirada del exigente maestro.

La exigencia del maestro jerezano está descrita en su consideración del más grande de cualquier canon. Miguel de Cervantes y sus atributos literarios le sirven para deslizar su modo de leer, su paradigma del gusto. La poesía, lo que de poesía hay en la escritura, le parece a Caballero Bonald la música insustituible de la literatura. Y Cervantes la tiene, en el Quijote y donde quiera que se le busque. Dice Caballero que “Cervantes es un gran poeta en prosa”, y que en función de ello su obra mayor merece ser considerada también, en partes significativas, el trabajo de un poeta.

Examen de ingenios y Oficio de lector son vasos comunicantes, personajes y libros circulan juntos de la mano de un retratista (y autorretratista) formidable, que en los casos de sus contemporáneos (Aldecoa, Blas de Otero, José Hierro, Carlos Barral…, casi toda la nómina del siglo pasado) no son sólo tratados por sus virtudes literarias sino por sus prendas humanas, algunas de las cuales parecen verdaderamente andrajos. Como ya está felizmente casado (con Pepa Ramis, y desde varios siglos, como diría él), ni en aquel ni este libro se casa con nadie. Por eso, cuando salió Examen de ingenio, sobre todo, la cueva de egos en que se refugia la literatura española, o de cualquier sitio, se regocijó, se asombró o se sintió herida porque algunos de los popes saltaron del pedestal donde habían sido ensalzados (o arrinconados) por la pereza.

Volver a esos libros, un canon tan especial, tan exigente, tan divertido, además, garantiza el final de una época de legañas que de manera tan adusta y convencional ha convertido la literatura española en un mundo de buenos y malos que no eran tan buenos ni tan malos. Estaban, acaso, mal leídos o mal retratados, y Caballero Bonald vino a decir de cada uno de ellos, desde Azorín y Baroja a Juan Gelman y a Francisco Umbral, entre casi cuatrocientos, lo que había de grandioso, arenoso o deleznable en sus respectivas catedrales.

Examen de ingenios

Estos son algunos de los personajes, escritores o no, retratados por Caballero Bonald en Examen de ingenios.

Francisco Ayala

Jorge Luis Borges

Álvaro Cunqueiro

Rafael Alberti

La Niña de los Peines

Octavio Paz

Camilo José Cela

José Lezama Lima

Ángel González

Juan Marsé

Guillermo Cabrera Infante

Emilio Lledó

Rosa Chacel

Mario Vargas Llosa

Pepa Flores

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