Father John Misty y los tiempos grotescos
La crisis del coronavirus, más allá de ser un problema sanitario, ha sacado a relucir nuestro más aberrante perfil de sociedad de espectáculo
Quizá dentro de un tiempo, no de mucho, tengamos que poner banda sonora a esta época del coronavirus. Quizá no sea necesario tampoco recurrir a estos días de histeria occidental para ilustrar con algunas canciones qué tipo de sociedad representamos. A poco que se observa el día a día, se percibe que las averías de lo que somos vienen de lejos.
Hace tres años, Father John Misty publicó su disco Pure Comedy, un álbum con el que el compositor romántico dejaba su lado seductor para transformarse en un cirujano social, destripando muchos de los males que conviven en nuestra vida cotidiana como una metástasis que afecta a todo el organismo. En Pure Comedy, Joshua Tillman –su verdadero nombre- mostraba ya un mundo grotesco, en el que, según ya cantaba en los primeros versos de la primera canción que da título al álbum, la “comedia del hombre” comienza con “nuestros cerebros siendo demasiados grandes para ser sostenidos por las caderas de nuestras madres”. Como se veía en su portada, se trataba de un mundo lleno de monigotes a medio camino entre la caricatura sarcástica francesa del siglo XIX y el grabado de El sueño de la razón produce monstruos de Goya. Un lugar repleto de seres dispersos e histéricos que buscaban seguir haciendo sus vidas.
Dice el diccionario que grotesco tiene que ver con lo “ridículo y extravagante”. En Madrid, como en España, Europa y gran parte del mundo occidental, vivimos tiempos grotescos. La crisis del coronavirus, más allá de ser un problema sanitario que demuestra que no somos invulnerables, ha sacado a relucir nuestro más aberrante perfil de sociedad del espectáculo. Una sociedad ególatra que prima sus privilegios y se mueve por impulsos, enganchada además al drama o la tragicomedia, a cualquier cosa que nos haga olvidar la verdadera enfermedad de la que escribía Albert Camus en La peste cuando afirmaba: “La estupidez existe siempre”.
Como bien escribía David Trueba en este periódico, sucede que ahora el mundo es como si se hubiera volteado en una “tragedia revertida”. Se hubiese dado la vuelta sobre sí mismo hasta quedar visto al revés a como lo conocemos en nuestras vidas confortables, reflejando un mínimo destello de lo que es vivir en el Tercer Mundo y todos esos lugares remotos y abandonados a hambrunas, guerras y otras crisis humanitarias de envergadura. La desesperación, el miedo y la enfermedad protagonizan nuestras existencias hasta alterar nuestras rutinas y cambiar nuestra percepción de la realidad. Es irresponsable no acatar las prevenciones y medidas de las autoridades sanitarias, pero más irresponsable seguirá siendo funcionar como la sociedad maniática, egoísta y distraída que somos. Hoy es el coronavirus, ayer la gripe aviar o las vacas locas y mañana cualquier cosa que nos altere y escenifique nuestra facilidad para la paranoia. Para parecer que nada más que nosotros importa y arrasar con los rollos de papel higiénico y las latas de conserva en los supermercados.
Cantaba Father John Misty que nuestros cerebros son demasiado grandes en Pure Comedy. Al comenzar el disco, se escucha la sintonía de un programa de televisión que empieza. Los extraterrestres llegan a la Tierra y aterrizan en Occidente ante seres con cerebros insostenibles y deformados, habituados a ser una especie llena de supersticiones, intereses y ansiedades que ya no distingue la crueldad con la supervivencia. Su folk rock envuelve como en una alucinación. Occidente está dentro de esa pantalla loca en la que “todos los canales son la misma cosa”, como se dice en Total Entertainment Forever. Estamos dentro de esa pantalla que nadie quiere apagar, pero en la que nunca saldrán las tragedias de los otros. Y ahora más que nunca la pantalla está infectada de nosotros mismos.
Babelia
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