¿Está demasiado centralizado el arte español?
La idea extendida de que todo pasa en Madrid cobra fuerza durante Arco, a lo que se suma la apertura en cadena de nuevas galerías y la concentración de artistas, comisarios y coleccionistas en la capital. ¿Es un tópico sin fundamento o una realidad contrastada? Cuatro figuras del sector abren el debate
Ese supuesto tópico que subraya el excesivo centralismo del arte español cobra fuerza durante la celebración de Arco, sumada a la reciente llegada de galerías de varias ciudades españolas a la capital. A los nuevos espacios de NoguerasBlanchard, Moisés Pérez de Albéniz y Alegría acaban de sumarse Juan Silió, desde Santander; Mira Bernabeu, tras cerrar EspaiVisor en Valencia, y Aural, que llega desde Alicante. También algunas internacionales: The Ryder, procedente de Londres, o Carlier Gebauer y Kow, que vienen de Berlín. Madrid crece en número de instituciones y el coleccionismo aplaude la idea, especialmente el latinoamericano, mientras que artistas y comisarios también se mudan a Madrid buscando más visibilidad. Ahora bien, ¿qué alcance tiene ese movimiento de la periferia hacia el centro? Cuatro personalidades debaten sobre la cuestión: Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía; Rosa Ferré, directora de Matadero; la galerista Belén Valbuena, al frente de la galería MaisterraValbuena, y el artista Mateo Maté.
Mateo Maté. Hablar de centralismo suena a que hay alguien dirigiendo el cotarro, como en política, y eso no existe. Es algo negativo que está sucediendo en todo el país, si lo miramos de manera holística. España se vacía y se viene a Madrid no solo en el campo del arte, sino en muchos otros sectores. Es síntoma de un problema básico: la falta de una política cultural que haya establecido un nexo entre todos esos lugares que, particularmente, no quiero llamar periferia.
Manuel Borja-Villel. Es un síntoma no solo en España, sino en muchos otros países. Si en Madrid hay centralismo, lo de Londres es un agujero negro. Una concentración que no solo es geográfica, sino de riqueza y del famoso 1%, y también de galerías, donde cada vez hay un monopolio más grande, entre seis o siete que empiezan a tenerlo absolutamente todo. Este problema global en España se da con otras características, donde separaría el mercado de las prácticas artísticas. Cuando lo que predomina es el mercado, lo normal es que las galerías vengan a Madrid, una ciudad muy viva, segura y bien comunicada, y donde se concentran los coleccionistas. Eso favorece ciertos proyectos y no otros, que no es que se censuren, sino que simplemente mueren. Como bien dices, Mateo, no hay una mano negra porque creo que ni siquiera hay una mano. Ese “nadie” es un sistema antiecológico, antidemocrático, antieducativo, antiesfera pública… Ya que vivimos en un Estado global, tal vez Madrid no es tan central. Ya que es imposible que España compita con otros países, desde un punto de vista del beneficio y de mercado, igual sería interesante que se presentasen alternativas, otro modelo donde se pensase en la España vacía, en la bicapitalidad con Barcelona… Hay que expandir la cuestión para buscar opciones distintas.
Belén Valbuena. Para las galerías, si pensamos en la cantidad de espacios que abren aquí, Madrid es el centro. Además, están las instituciones, donde se hacen más exposiciones, y los coleccionistas. Los que no viven aquí vienen a menudo. Aunque, por otro lado, Madrid también es periferia. Cualquier galería trabaja tanto con coleccionistas e instituciones madrileñas como de otras ciudades españolas e internacionales. Todas las galerías pasamos mucho tiempo trabajando como si no estuviésemos en ese centro, aunque estemos en Madrid. Luego está la situación con las ferias: Madrid, obviamente, no es el centro en un contexto internacional. Pero ese no estar en el centro puede tener cosas positivas. Hay muchas ramificaciones en esa idea de centralismo que a priori es absoluto, pero a su vez muy relativo.
Rosa Ferré. Parte de esa idea generalizada de que todo pasa en Madrid tiene que ver con una cierta excitación ciudadana en la que estamos todos diciendo que es el momento de Madrid, lo que impulsa que pasen cosas. Funciona como cuando los noucentistes catalanes se dieron cuenta de que era fundamental proyectar una imagen de ciudad, de cultura, y luego hicieron que pasase. En Barcelona hay mucha presión ahora, mucha discusión basada en comparativas con otras ciudades y modelos. Y esta idea de centralismo en Madrid también tiene que ver con lo que pasa o no pasa en Barcelona…
Manuel Borja-Villel. La presión está en todos los sitios…
Rosa Ferré. Entremos en situación: es un momento de desconcierto, políticamente complicado y con una especie de mitología nacional en torno a Madrid en cuanto a que todo pasa por aquí: la gente viene, las galerías abren nuevos espacios… Yo me pregunto: si eres una galería de fuera y te mudas a Madrid, ¿vas a poder hacer negocio? Según con quien hables te dicen que no, que aquí hay mucha competencia y no hay una burguesía industrial que compre al nivel de otros países. Luego está Arco, que tanto ha contribuido a la idea de ebullición. Y es verdad que Madrid es un punto de enlace con Latinoamérica y tanto quienes vienen de allí como la Europa cara nos ven como un lugar barato para almacenar colecciones. Además, somos festivos y simpáticos, y estamos proyectando que suceden muchas cosas en Madrid, aunque me cuesta saber si tiene base real, ya que no se crean nuevas estructuras ni proyectos duraderos. El problema de comparar todo con Madrid es que las periferias tienen que replicar lo peor de la institucionalidad madrileña y acaban convertidas en una miniversión de esos lenguajes o ideas. Igual es el momento de cambiar radicalmente de discurso y defender la organicidad del modelo territorial…
Manuel Borja-Villel. También hay una especie de religión sobre el management, sobre la gestión, las estadísticas y los gráficos que está desfasada. Sabemos por varios estudios que es falso. Se aprovechan las crisis para desmantelar el tejido laboral, pero también el cultural. Trabajamos con falta de autonomía y con un peso de lo burocrático que te hace sentir que caminas siempre por una línea roja. Hay un problema de financiación, pero hay algo todavía más grave: un problema de gobernanza. No todas las instituciones tienen que ser iguales y no todas tienen que estar en el mismo lugar. Los medios de comunicación no siempre ayudan. Seguramente el Museo Reina Sofía sea el centro de arte contemporáneo que más transferencias públicas reciba, pero a veces se presenta como si fuese un problema de mala gestión cuando, más allá de que todos busquemos recursos y tengamos que garantizar la sostenibilidad de las instituciones, es normal que una institución pública reciba fondos del Estado y que estos sean acordes a su escala y misión. O cuando se habla de visitantes y decimos que más de la mitad son gratuitos. Parece que sea un crimen, y nos olvidamos de que un museo es un servicio. Llega un momento en que nosotros mismos nos imbuimos con el lenguaje. Estamos inmersos en una guerra cultural. Steve Bannon y la alt-right lo han entendido perfectamente.
Mateo Maté. Yo siempre pienso en el arte, la institución y el mercado como la teoría de conjuntos: los tres se rozan, pero solo una serie de nombres está en el centro. Abramos la caja de los falsos mitos y los tópicos. El mercado del arte y Madrid, por ejemplo… Muchas galerías se instalan en la capital, pero ¿saben lo que les espera? Podríamos hablar de coleccionismo y sobre qué ha pasado para que los coleccionistas hayan dejado de lado el arte español, pero no solo aquí, también en el extranjero. Hay que terminar con esas frases que nos persiguen desde hace 20 años, que sigo escuchando a diario, como que “no hay artistas españoles interesantes” y que “no es un buen momento del arte español”. Siento que el arte contemporáneo español está muy lejos de la sociedad española. Tal vez estaba más cerca en la Transición…
Manuel Borja-Villel. Creo que no hay un único coleccionismo, sino muchos. En general, más allá de figuras ejemplares y muy queridas como Helga de Alvear y otros, se podría decir que una parte del coleccionismo español de los años ochenta y noventa tuvo quizás un carácter en exceso social. Se trataba de colecciones clónicas, con los mismos nombres, todos ellos hombres. Cuando llegó la crisis, cayeron y desaparecieron, ya que era otra burbuja. Mi impresión es que ahora hay un coleccionismo extranjero, especialmente iberoamericano, que está descubriendo (o redescubriendo) nuestra historia moderna y el arte contemporáneo de nuestro país y un perfil de coleccionista como el que representan Vicente y Javier Quilis, de Inelcom, que hace 20 años era impensable.
Belén Valbuena. Nuestra generación ha sufrido esa quemazón del coleccionista que en su momento compró caro y sin apenas información. Hoy ha cambiado su relación con las galerías. Nosotros abrimos hace más de 10 años tirando de centralismo y de tópico: en la calle del Doctor Fourquet, al lado del Reina Sofía y de la galería Helga de Alvear. Entonces estaba también Espacio Mínimo. Cinco años después se sumaron NoguerasBlanchard y García Galería. Nos sentamos y pensamos en hacerlo en equipo, y lo pensamos casi como una marca. A partir de ahí, en un año pasamos de ser 5 a ser 13. Y la cosa sigue en aumento. Ha ido muy bien en términos de visibilidad, pero ¿se tradujo en que solo por el hecho de estar en la calle del Doctor Fourquet se vende más? Claro que no. Tienes que hacer que el cliente venga a ti, singularizarte y trabajar de manera individual. A veces, estar con otros 15 juega a la contra…
Rosa Ferré. ¿Realmente se vende en Madrid?
Belén Valbuena. Si hay una ciudad en España donde se vende, esa es Madrid, por lo que es normal que las galerías quieran asomar la cabeza en Madrid. Las distintas aperturas de espacios, desde The Ryder hasta Carlier Gebauer o 1 Mira Madrid, desbancan otro falso mito: que no hay coleccionismo en España. Las galerías no abrirían en la capital si no viesen que hay un nicho de negocio. Algunas tienen espacios físicos y otras solo personal instalado en Madrid que hace los contactos con el coleccionismo de aquí. Lo que pasa es que el coleccionismo es limitado, discreto y no tan exuberante como en otros países. Pero es un coleccionismo serio, que no va al artista fácil. Hasta nosotros nos sorprendimos el día que hicimos números de las ventas. Siempre creíamos que vendíamos más fuera y vimos que no era cierto.
Rosa Ferré. Hay un fenómeno que no solo tiene que ver con el arte, sino más bien con el momento que vivimos, las fake news: no hace falta que las cosas sean verdad para que se cuenten. Las personas siguen los eventos en las redes y el acontecimiento artístico a veces es más importante que la propia obra. Lo veo constantemente en los medios. Hoy es más fácil que nunca cargarte la reputación de un profesional o de un colectivo sin que haya una realidad detrás. Dan por hecho que algo no funciona porque lo han oído por ahí o han visto una polémica en redes. Y retomo aquí esa idea que decías, Mateo, de síntoma de algo que va más allá de la cultura. Lo que nos queda es movernos en este entorno como hackers…
Mateo Maté. No esperemos una política cultural, no hay nadie ahí arriba. Somos los agentes, las distintas asociaciones, los que tenemos que pactar y cambiar esto. Cambiando de chip, siendo más optimistas y restableciendo los nexos…
Rosa Ferré. Y siendo prácticos… Hay que hacer mucha pedagogía. La legitimación por audiencia, por número de visitantes, es terrorífica. Todos los museos e instituciones no cuentan igual, pero esas cifras son las que manejan los políticos. Además, todas las instituciones siguen siendo muy jerárquicas porque lo impone la normativa que se aplica a la cultura. Y aunque se nos llena la boca de discursos progresistas, las escuelas y los museos en España en sus estructuras de trabajo respiran feudalismo… ¿Cómo sales de ahí con una legislación como la que tenemos?
Manuel Borja-Villel. Tenemos que cambiar nuestra forma de ver el mundo. Abro ese otro tópico que reza que para tener éxito hay que exponer en Madrid. Por la misma regla de tres, sería como decir que todo buen artista debe salir en Artforum, que al final es una revista bastante local. ¿Es esa jerarquía lo que queremos? ¿O debemos aspirar a replantear el arte y la cultura como un servicio público donde no hace falta tener éxito? La batalla es esa.
Quién es quién
Manuel Borja-Villel (Burriana, Castellón, 1957). Formado en Valencia y en Nueva York, dirigió la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona desde su creación en 1990 hasta 1998, cuando fue nombrado director del Macba. Dejó el cargo en 2008 para dirigir el Museo Reina Sofía de Madrid.
Rosa Ferré (Berlanga, Badajoz, 1966). Filóloga y gestora con una amplia carrera como comisaria internacional. En 2012 fue nombrada jefa de exposiciones del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, ciudad donde ha residido desde pequeña, que cambió por Madrid en 2018 para ponerse al frente de Matadero.
Mateo Maté (Madrid, 1964). Artista conceptual e interdisciplinar, ha realizado exposiciones individuales en el Museo Reina Sofía (Madrid), el Museo Siqueiros (México) o la Galería Nacional de Arte Moderno (Roma), además de participar en colectivas en el Jeu de Paume (París) y el PS1 (Nueva York).
Belén Valbuena (Burgos, 1978). En 2007 fundó junto a Pedro Maisterra la galería madrileña MaisterraValbuena. Fue la primera sala de nueva generación que se instalaba en Doctor Fourquet, la calle que concentra más galerías en la capital española y donde no dejan de abrirse espacios.
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