_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La última comida con Cuerda

Al cineasta le sobraba una frase para hacer de la realidad más banal un disparate magnífico con más verdad que la crónica más afilada

El cineasta José Luis Cuerda delante de un cartel del director británico Alfred Hitchcock, en 2008. En vídeo, el director en cinco películas.Vídeo: Bernardo Pérez
Sergio del Molino

Mi amigo Edu Galán y yo le invitamos a comer a un restaurante famoso por sus verduras, por aquello del bancal y la calabaza. ¿Qué pedimos?, preguntó con la carta en la mano, a lo que Edu respondió: José Luis, pagamos nosotros, así que vamos a tomar lo que me salga de los cojones. Cuerda se volvió hacia mí, con cara confidencial y molesta, y me dijo: “Yo no sé a ti, pero lo que menos me apetece comer es lo que le sale de los cojones a ese señor. Yo de eso no quiero”.

Más información
Évole se reinventa y hace historia de la tele
No hay gordos como los de antes en la tele

Esa seriedad al contar el chiste era uno de los dos rasgos que me fascinaban de su compañía, el poco tiempo que pude disfrutarla. El otro era la capacidad para recibir, con amabilidad impertérrita, todas las frases de Amanece, que no es poco que todos los desconocidos que le abordaban soltaban con fanfarrias. No desairaba a los amanecistas nunca, incluso les replicaba con otra frase de la película. Me maravillaba su aguante: yo no soportaría que me dijesen cuarenta y tres veces al día que todos somos contingentes, pero tú eres necesario. Él, en cambio, agradecía el cumplido como si fuese la primera vez que lo recibía.

A los postres, el dueño del restaurante quiso conocerle y hacerse una foto con él. Estuvieron hablando un rato y, ya fuera, mientras esperábamos un taxi, me preguntó si ese tipo que había salido de la cocina era el dueño. Asentí, y volvió a poner cara de confidencia seria. Bajando la voz, dijo: “Pues parece pobre”.

Caricaturizaba el mundo con un adjetivo. Sin recurrir al aforismo, le sobraba una frase para hacer de la realidad más banal un disparate magnífico con más verdad que la crónica más afilada. Ya sé que se ha dicho todo de él, pero yo no podía pasar página sin dejar esto dicho.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_