Un pin para vetar a los padres
La escuela otorga esa vida ajena a la familia sin la que un hijo jamás podría dejar de honrar a sus padres y empezar a avergonzarse de ellos, paso necesario para todo humano libre y sabio
Apenas me alcanza el tiempo para mantenerme al día de las comunicaciones del colegio, como para vigilar además las actividades que proponen mediante el dichosillo pin parental, por si encajan o no con mi ideología y mi visión del mundo. No haría otra cosa. Como me pusiera a vetar todo lo que ofende mi sensibilidad, mi hijo pasaría sus días encerrado en su cuarto sin mirar mucho por la ventana, no fuera a sorprenderle una escena callejera inapropiada.
Como cometí el error de leer a Foucault de jovencico, no he dejado nunca de pensar en la escuela como una versión edulcorada de la cárcel donde unos agentes del Gobierno apisonan la espontaneidad infantil hasta convertirla en un felpudo adulto y conformista. Por eso, cada mañana, al dar un beso a mi hijo en la puerta del cole, mis ideas y mis creencias sufren una derrota homérica.
Pese a ello, y a regañadientes, agradezco al colegio que dé una oportunidad a mi hijo para averiguar por sí mismo cuán idiota es su padre. La escuela otorga esa vida ajena a la familia sin la que un hijo jamás podría dejar de honrar a su padre y a su madre y empezar a avergonzarse de ellos, paso necesario para todo humano libre y sabio. Es una de las cosas que me gustan de Sex Education (Netflix): que el protagonista lucha por tener una vida ajena a los valores de su madre.
Como padre, sé demasiado de lo que pasa en el colegio. Nos informan con un detallismo puntilloso y los grupos de whatsapp tienen más actividad que un canal de noticias. Yo quisiera saber menos cosas para no sentir la tentación constante de inmiscuirme en ellas. Me gustaría que pusieran un pin parental para vetarme a mí y que no nos pidieran opiniones que no merecemos expresar.
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