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El raro del pueblo

Pese a sus excesos, ‘Lanny’ es una refrescante respuesta a la cansina muerte de la novela. Una mezcla de realismo e imaginación para retratar un mundo de seres inadaptados

Max Porter, en la Feria del Libro de Edimburgo de 2019.
Max Porter, en la Feria del Libro de Edimburgo de 2019.Roberto Ricciuti (Getty Images)

Poco a poco van apareciendo en la escena literaria novelas que se apartan del realismo tradicional y proponen nuevas formas de narración que parecen dirigir el género hacia caminos que pertenecen al futuro. Lanny es una de ellas. Lanny es un niño singular, sensible e imaginativo que vive en un pueblo inglés con sus padres, Jolie y Robert; frecuenta a un famoso escultor y vecino, Pete, ya anciano, con el que se entiende a las mil maravillas y a cuyo cuidado lo dejan sus padres a menudo. En el pueblo existe también una anciana sabia y perceptiva, Peggy. Y hay un ser informe que pertenece a la tierra y al bosque, a las raíces y a la materia, que se convierte a voluntad en pura naturaleza o en una forma humana hecha de hiedra y con el que se amenaza a los niños que se portan mal. Se lo conoce como Papá Berromuerto y siente verdadera simpatía por Lanny.

Y ahora vamos a la novela. Está dividida en tres partes y conviene adelantar que ninguna de ellas responde a fórmulas asentadas por la tradición. Tampoco se adhiere a la linealidad porque se expresa por medio de fragmentos no necesariamente enlazados aunque sí responden de alguna manera al orden cronológico. La acción la sostienen las voces y un narrador ocasional, y el lector debe deducir lo que sucede a partir de ello, lo que no es difícil pero sí complejo.

La primera parte es una exposición de lugar, personajes, actitudes y estilo literario. La grafía ofrece líneas móviles que se ondulan en el papel y representan las conversaciones que el omnipresente Papá Berromuerto escucha aquí y allá, entre los vecinos del pueblo. La segunda parte muestra el elemento dramático: la desaparición de Lanny y la angustia y el horror que sigue al hecho. Aquí la fragmentación es aún más abierta y se centra sobre todo en el acoso a Pete, llamado también Pete el Loco por los vecinos. Pete y Lanny son “los raros” y por eso se entienden bien, y la sociedad, que no está dispuesta a aceptar lo singular, acusa al primero de raptar y quizá matar al segundo: ambos son vistos como dos cuerpos ajenos al tronco social, pero el niño suscita la compasión del vecindario. Esta parte, que comienza con cierta indecisión, acaba por mostrar el mencionado acoso terrible a Pete solo desde los diálogos inconclusos entre los habitantes del pueblo y los pensamientos de los padres, todo lo cual construye poco a poco, de manera progresiva, el ambiente de horror por el acoso a Pete. Finalmente, queda claro que la acción de los vecinos ha sido solo una crueldad producto de los prejuicios. Pero Lanny sigue sin aparecer.

La tercera parte está dedicada al encuentro de Lanny. Y aquí conviene decir que la procedencia de los cuentos infantiles, del mundo de los relatos imaginarios de los cuentos de hadas, se hace luminosa al fin y entramos en una zona narrativa de fantasía gracias a la cual reaparecen Lanny, la vieja ­Peggy (un hada simbólica) que da por cerrada (y abierta) la historia. Los demás personajes quedan también impregnados por esa fantasía. Todo ello sin perder la parte de realidad que cimenta el relato. Al final, Papá Berromuerto se alza sobre toda la narración y sobre el pueblo y los campos y los bosques y la historia termina.

Mezcla de experimentalismo, oralidad y narración, y apoyada en la magia de la imaginación, Lanny es, incluso con sus excesos, indecisiones y riesgos, una refrescante respuesta a la cansina “muerte de la novela”. Un respuesta tan briosa como esperanzadora.

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Autor: Max Porter.


Traducción: Milo J. Krmpotic.


Editorial: Literatura Random House, 2020.


Formato: Tapa dura (184 páginas) y eBook. 


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