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Sorolla: femenino, no feminista

El museo del pintor valenciano analiza por primera vez las obras del artista en clave de género, para enfatizar cómo ellas fueron tan protagonistas en sus composiciones como la naturaleza

El cuadro 'Trata de blancas' (1895), en el que Sorolla muestra un grupo de mujeres prostituidas.
El cuadro 'Trata de blancas' (1895), en el que Sorolla muestra un grupo de mujeres prostituidas.

La terrible misoginia que imperó en la sociedad que abandonaba el siglo XIX no caló en Joaquín Sorolla (1863-1923). La pretendida debilidad intelectual, física y moral con la que se acusó a la mujer no está en los cuadros del pintor valenciano. No hay rastro de los tópicos creados para ahogar y asfixiar a la mitad de la población, a la que la otra mitad culpó de degenerar la raza por, entre otras cosas, su naturaleza sexual y animal. Frente a estas ideas contrafeministas, difundidas en el folletín, la novela, la prensa ilustrada y el arte, el más famoso pintor valenciano renunció al argot destructivo, tal y como demuestra la exposición Sorolla femenino plural, que se inaugura este martes en el Museo Sorolla, con una selección que pretende “analizar y relacionar sus pinturas en clave de género”.

“No lo llamaría feminista”, dice al teléfono Lorena Delgado, comisaría de la muestra. También lo escribe en el catálogo: “Joaquín Sorolla no es un pintor feminista, no es un artista reivindicativo de lo derechos sociales de las mujeres”, indica. Su pintura no reclama con urgencia los derechos de la mujer, ni defiende la igualdad como un manifiesto, pero “dejan de ser estereotipos u objetos”, apunta Delgado. “Y presentó a la mujer de forma paralela a sus intereses y sus técnicas. Ellas siempre fueron protagonistas de su pintura, como la naturaleza”, añade la experta. Estos planteamientos están dando lugar a multitud de estudios, actividades y exposiciones que profundizan, asegura la conservadora, en el “patrimonio en femenino”.

Las vibraciones lumínicas y cromáticas que persiguió tuvieron efecto en las costas y los interiores, pero también en las pescadoras y en las burguesas, a las que siguió hasta la playa como centro laboral y por la orilla como lugar de recreo. “Alejado de la crítica social, sus mujeres en la orilla del mar son el motivo predilecto para sus imágenes femeninas al aire libre”, asegura Delgado. Miró y retrató con admiración a mujeres independientes y emancipadas, como las actrices María Guerrero, Raquel Meller y Catalina Bárcena, cuyos retratos se exponen, y con las que mantuvo intensas tertulias. Sorolla femenino plural expone de qué manera el pintor, dice Delgado, “reconoció y dignificó a la mujer”.

'Pescadoras valencianas', obra de Joaquín Sorolla, de 1903.
'Pescadoras valencianas', obra de Joaquín Sorolla, de 1903.

Eran los años en los que una mujer podía ser “maestra de niñas, telegrafista y telefonista y estanquera” y “reina”, nada más. Las comillas son de Concepción Arenal, sacadas de su artículo Estado actual de la mujer en España, de septiembre de 1895. Cuatro años antes, en 1891, Sorolla escribe una carta desde Madrid a su mujer, Clotilde, en Valencia, en la que aclara el lugar que las otorga: “De soltero todo me parecía bien, ahora todo parece lo hacen mal, y se nota la falta de la mujer que lo dirige todo, en fin, sois seres muy útiles para todas las cosas”.

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En unas semanas ocurrirá un hecho artístico sobresaliente que, probablemente, no sucede desde 1897: en la Exposición Nacional de Bellas Artes (el ARCO decimonónico) de ese año coincidieron dos cuadros que pusieron el foco en la mujer prostituida. Uno fue aplaudido y el otro vilipendiado. El bienvenido fue Trata de blancas (1895) -lienzo que puede verse habitualmente en el Museo Sorolla y que colgará en la temporal-, en el que el artista situó la escena en el interior de un vagón de tercera clase, con las jóvenes camino de su terrible destino y custodiadas por una alcahueta enlutada. Las cinco mujeres que serán prostituidas están amontonadas en un espacio minúsculo, como carga animal, en una diagonal abrupta y con una luz muy velazqueña. Fue uno de los últimos disparos realistas y sociales de Sorolla, antes de entregarse al gozo de las playas mediterráneas.

El otro es La bestia humana, de Antonio Fillol, y fue rechazado por “inmoral”. Podrá verse y compararse de nuevo con Trata de blancas, cuando se inaugure la exposición Invitadas, en el Museo del Prado. Al también artista valenciano, los académicos le premiaron por este magnífico cuadro pero le retiraron la recompensa económica del galardón por mostrar el adulterio, la prostitución y la impunidad de quienes denigran.

Retrato de la actriz Raquel Meller, pintado por Joaquín Sorolla, en 1918.
Retrato de la actriz Raquel Meller, pintado por Joaquín Sorolla, en 1918.

Delgado recuerda que dio una educación artística a sus hijas, María y Elena, muy poco habitual entonces, para subrayar que Sorolla fue partidario de la igualdad. Además pone de relieve la presencia y el papel que tuvo su mujer Clotilde. Durante la primera mitad de su carrera, Sorolla atendió a las injusticias que denunciaban algunos escritores, pero nunca fue un artista político. Tuvo amistad que fraguó con escritores progresistas como Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós o Vicente Blasco Ibáñez. “Aunque no ha quedado constancia de que los leyera”, puntualiza.

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