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Blogs / Cultura
El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

“El toro es un atleta y merece una alimentación especial toda su vida”

Dos veterinarios presentan un estudio sobre la nutrición animal y su repercusión en la lidia

Toro de La Palmosilla, lidiado en Sevilla en la Feria de Abril de 2018.
Toro de La Palmosilla, lidiado en Sevilla en la Feria de Abril de 2018.Toromedia
Antonio Lorca

“El toro bravo es un atleta y como tal debe ser alimentado durante toda su vida, desde que está en el vientre de la madre hasta que es lidiado en la plaza. Sus condiciones particulares requieren unos sistemas de producción tecnificados y especializados. Solo así el animal crecerá continua y equilibradamente, con un mayor desarrollo muscular”.

Esta podría ser una de las conclusiones del estudio sobre la alimentación del toro bravo y su repercusión en el esfuerzo de la lidia, durabilidad y disminución de las caídas que desde 2015 realizan los doctores en Veterinaria Francisco Javier Jiménez y Luis Centenera, y que el primero de ellos ha presentado recientemente en el Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU San Pablo, que dirige Rafael Cabrera.

Con 35 años de experiencia a sus espaldas, Jiménez, un veterinario apasionado de su profesión, que ha ejercido en varias plazas de primera categoría, e implicado en la defensa de la integridad de las reses de lidia, cuenta que “el toro es un rumiante atlético, por lo que no sirve la tecnología aplicada al ganado manso; buscamos músculo y no grasa”.

“El toro se ha alimentado siempre de pastos naturales —pradera, leguminosas y bellota—, que no producen grasa en los animales porque los ácidos de los forrajes son insaturados, y nosotros huimos de los saturados”, continúa.

“Infiltrar grasa en el músculo provoca más fuerza y movilidad y reduce las caídas”

A pesar de ello, considera que este tipo de alimentación es insuficiente para el toro de lidia. “Este animal necesita concentrados”, explica Jiménez, “compuestos por proteínas, vitaminas y minerales, que hay que aportar en proporción a la calidad de los pastos de cada dehesa”.

Se ensaña a renglón seguido con los estragos que ha producido el maíz en la cabaña brava.

“Ese es un invento americano que nos ha causado muchos problemas”, se lamenta.

Francisco J. Jiménez, a la izquierda, y Rafael Cabrera, director del Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU San Pablo.
Francisco J. Jiménez, a la izquierda, y Rafael Cabrera, director del Aula de Tauromaquia de la Universidad CEU San Pablo.

“El maíz es una materia prima de altísima energía vegetal con muchos saturados”, añade. “Son kilocalorías a buen precio, con un alto contenido en almidón, que es peligrosísimo, y azúcares. Ha sido nefasto para la ganadería de lidia”.

La consecuencia, según el veterinario Francisco Javier Jiménez, es un animal con más grasa, más volumen y más peso, el toro acochinado, según la jerga taurina. “Y uno de los problemas derivados de la ingesta del maíz”, prosigue, “es el famoso Síndrome de Acidosis Ruminal, que destroza el aparato digestivo, provoca complicaciones en los pitones, diarreas, cojeras, cambios en el comportamiento de los animales e, incluso, muertes súbitas”.

Jiménez sostiene que el equipo que lidera junto a Centenera ha ideado un tipo de alimentación que infiltra la grasa en el músculo, al estilo de lo que sucede con el cerdo ibérico, lo que provoca una mayor movilidad, más fuerza y menos caídas. “Se trata", explica, “de que los ácidos grasos insaturados sean el aporte fundamental de la alimentación del toro, porque así se consiguen infiltrados de grasa intramusculares, que es la que el toro utilizará durante la lidia”.

“La hembra es la que transmite el comportamiento del toro”

“Curiosamente”, cuenta Jiménez, “algunos ganaderos temen que este programa repercuta negativamente en la venta de los toros porque algunas figuras del toreo prefieren ir detrás de los toros y no delante”.

Junto a los concentrados para complementar la calidad de los pastos, los autores del estudio han patentado una molécula a la que han llamado Maxicell, una lignocelulosa, basada en la madera, que actúa como un prebiótico antibacteriano y es una fibra natural sin aditivo químico.

“La descubrimos de una forma muy curiosa”, explica Jiménez; “comprobamos que cuando los animales padecían una deficiente alimentación, ramoneaban (comían las puntas de las ramas de los árboles) mucho, de modo que más que toros parecían cabras”.

La conclusión es que el toro tenía necesidad de madera. Los veterinarios tomaron muestras de tres tipos de árboles distintos, cuya identidad la guardan en secreto, y crearon esa molécula que, a su juicio, está dando muy buenos resultados.

“Así es”, confirma Jiménez. “Hemos conseguido una sanidad equilibrada y un aparato digestivo sano, lo que repercute en un mayor número de toros aprobados en los reconocimientos, menos bajas y menos peleas. El animal crece de forma equilibrada y con un mayor desarrollo muscular”.

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El equipo veterinario trabaja actualmente para 39 ganaderías y asegura que en muchas de ellas ya ha constatado los efectos positivos de una buena alimentación.

“El toro es un animal atlético que no calienta antes de salir al ruedo”, afirma Jiménez, quien está convencido de que, en caso contrario, se reducirían drásticamente las caídas. “El músculo adquiriría el tono adecuado”, añade, “y hemos comprobado que se rompen muchas fibras musculares por no calentar con antelación”.

Ha aumentado, asegura, la durabilidad del tiempo en movimiento del toro en la plaza. “De los 25 minutos de la lidia”, explica, “hemos pasado de una media de 8 minutos de movilidad a 16 y 17, lo que es un claro beneficio para el espectáculo”.

Incide, finalmente, en la importancia de una correcta alimentación de las vacas, “porque es la hembra la que transmite el comportamiento del toro, y el macho solo ayuda a fijar caracteres”.

Y concluye: “Este nuevo sistema alimenticio no crea bravura ni casta; lo único que permite es preparar al atleta para que dé en el ruedo lo que haya seleccionado el ganadero. Hoy, hay toros encastados que se paran a causa de una deficiente alimentación”.

Y una propina final: “Hemos conseguido una calidad de carne espectacular. El toro tenía mala fama en la mesa porque estaba mal alimentado. Pruébenla ahora y comprobarán la diferencia”, asevera eufórico Francisco Javier Jiménez Blanco.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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