Una reportera incómoda para un país en el que las mujeres no suelen hacer preguntas
La japonesa Isoko Mochizuki es la protagonista de un documental que muestra el desprecio que el Gobierno conservador de su país muestra a su labor periodística
La periodista Isoko Mochizuki intenta lanzar una pregunta al secretario del Gobierno japonés, Yoshihide Suga, durante la comparecencia del político ante los medios. A los cinco segundos de haber empezado su exposición, recibe el primer aviso del jefe de sala: "¿Cuál es su pregunta?". Ella intenta terminar la frase, pero, pocos segundos después, recibe otro misil: "Vaya terminado, vaya terminando". Ella termina de hablar, pero su esfuerzo es en vano. A menudo, Suga le dedica con desdén poco más de un monosílabo o, en el mejor de los casos, acusa a Mochizuki de sustentar sus preguntas con datos falsos.
Desde hace años, la reportera del periódico local Tokyo Shimbun recibe el desprecio público del Gobierno de su país, que ha llegado a presionar a la Asociación de periodistas japoneses para que controle a Mochizuki. Pero ella se resiste a dejar de hacer preguntas, lo que le ha convertido en una heroína de la libertad de prensa para una pequeña parte de la sociedad. Y también en una apestada para buena parte de la profesión en Japón.
El cineasta Tatsuya Mori muestra todos estos altercados en i: Documentary of the Journalist, documental que ha estrenado el Festival de Cine de Tokio. "La sociedad japonesa vive demasiado apegada al poder de las organizaciones e instituciones. Muchos habitantes caen en la trampa de creer que así se mantiene la armonía social. Se sienten cómodos escondiendo su personalidad bajo el concepto de sociedad. Isoko Mochizuki piensa y actúa de forma individual (que no individualista) y eso, siendo encima una mujer, es lo que muchos no le perdonan", comenta a EL PAíS el director durante la presentación de su película en la capital nipona.
La cámara de Mori persiguió a la reportera durante la primera mitad del 2019. En ese tiempo, ella investigó polémicas decisiones militares, dudas sobre la política medioambiental o escándalos financieros del Gobierno conservador de Shinzo Abe, el primer ministro que más tiempo ha ocupado el cargo en toda la historia de Japón. "He presenciado cómo recibe insultos y acoso por hacer su trabajo, pero, por fortuna, ella se mantiene fuerte y centrada", cuenta el director.
Su documental llega precedido del inesperado éxito de público en Japón de The Journalist, un drama político inspirado parcialmente en Mochizuki y en los testimonios sobre corrupción y manipulación periodística que recopila en sus libros.
En esas ruedas de prensa en las que batalla Mochizuki, siempre tiene prioridad el llamado Kisha club, una asociación de periodistas que mantienen una buena relación con el gabinete de Abe y cuyas preguntas tienen que pasar el filtro e incluso afrontar el veto del equipo de gobierno. En ocasiones, los miembros de este grupo de periodistas son los únicos que reciben acceso a conferencias o notas de prensa si el asunto a tratar es demasiado incómodo para la Administración pública.
Mori fecha esta debilidad de la prensa japonesa en los años de la Segunda Guerra Mundial. "Fue entonces cuando los medios se convirtieron en agencias de prensa del Estado y el Ejército. En los años posteriores, el poder del LPD (Partido Demócrata Liberal de Japón, actualmente en el Gobierno) perpetuó esta situación", comenta el cineasta. Asegura que la a situación actual de su país le recuerda a veces a otros momentos de la historia en los que "la dictadura llegó a través de la democracia".
La figura de Isoko Mochizuki sirve al documentalista para reivindicar el relevante papel que los medios de comunicación deben tener en nuestras sociedades. "El primer ministro Abe no oculta la nostalgia que siente por tiempos pasados ni el control que ejerce sobre la prensa. Muchos de los reporteros del país han olvidado que una de las funciones principales del periodismo es vigilar al poder político. Pero ella no lo ha hecho", defiende el japonés sobre el relato de su documental, cuyo final todavía está por escribir.
Babelia
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