‘Barry’: querido malo
Lo último en malismo es esta comedia negra. Sientes cariño por este asesino y principiante actor de teatro que busca la redención pero sabe en qué es el mejor
La bondad solía considerarse un valor, pero hoy a la mínima te tachan de buenista, que significa ingenuo, iluso, fariseo o socialdemócrata. El malismo se lleva más: los líderes groseros y conspiradores, trolear a la niña Greta, negar los asesinatos por machismo, que se ahoguen los náufragos, la Amazonia es nuestra y la quemamos si queremos, y así todo.
Las ficciones tienen un filón en los conflictos morales extremos, esos que te llevan a identificarte con tipos abominables. Es así al menos desde El Padrino. La tele nos dio malos legendarios: JR o Angela Channing; las cumbres del antihéroe fueron Los Soprano y Breaking Bad; Juego de Tronos trajo malvados irresistibles, pero no pudo evitar irse edulcorando hasta el final feliz.
Lo último en malismo es Barry, comedia negra de HBO que en dos temporadas se ha llevado tres Emmys. La ha creado y protagoniza Bill Hader, que viene de esa cantera de humoristas que es Saturday Night Live. Barry es un asesino profesional que quiere dejarlo y se ilusiona al iniciar una carrera como actor de teatro. Una y otra vez se ve forzado a derramar sangre, en lo que sabe que es el mejor, y quién va a concentrarse así en Hamlet.
La gracia está en el choque entre sus dos mundos. Por un lado, sus compañeros del teatro: una actriz idealista y encantadora (Sarah Goldberg) y un director iluminado y carismático (Henry Winkler). Al otro lado, una galería de delirantes mafiosos chechenos, bolivianos y birmanos. No está a la altura de Breaking Bad —nada está a la altura de Breaking Bad, tampoco su precuela Better Call Saul—, pero es ingeniosa y se deja ver.
Sientes cariño por este malo bueno que busca la redención sin muchas opciones de lograrlo. Maldición, ya nos estamos poniendo buenistas, y eso es lo peor. Antes lo peor era ser malo de verdad.
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